domingo, 30 de agosto de 2009

INIMITABLES.



Geniales. El nombre de mi blog viene de algún sketch que oí de Luis Sanchez Polack en la radio. El absurdo hecho arte.

CONOZCO ALGUN POETA QUE COMENZÓ ASÍ.

jueves, 27 de agosto de 2009

LA LEYENDA DE MARIA MARMOL.


Cuenta la leyenda, que en la peña arenosa donde se ubicaba el tejar, una fría mañana de lluvia, un joven zapatero miraba el horizonte.
No le importaba el aguacero que con tanto afán, regaba los campos de Medina. Su mirada se había perdido en un pequeño bosque que podía divisar desde allí, dejando escapar de sus ojos unos brillos grises, residuos invisibles de sus amargas evocaciones.
Dos días hacía que su prometida había roto en mil pedazos el compromiso que habían adquirido, tantos como los que habían saltado de su corazón aquella última vez que hablaron.
Tal era su desesperación, que calándose la capucha de su raída capa gris de modo que nadie viera que no podía dejar de llorar, había subido hasta la Calle San Juan, esquina con la calle Hércules. Caminó de noche, por donde nadie lo viera, tratando de componer una especie de oración o plegaria, esperando que la dama le ayudara, siguiendo consejo, y atraído por la fama de benefactora de la noble romana.
Pero ya habían pasado dos días y todo seguía igual, su amada no quería saber nada de él. Así que agarrando por la mano su desesperación, se presentó en aquel lugar, con la firme intención de lanzarse al vació, escaparse de su prisión.
Cuán grande sería el amor que sentía, que había eliminado de su vida toda familia y toda razón, y su aterciopelada mano había apartado toda esperanza y deseos de vivir.
Por eso, no dudo un instante, y saltó. El frio aire que sentía al caer, le hizo evocar recuerdos de su vida de los que últimamente se había olvidado, pero a media caída, un golpe seco sobre la ladera arenosa, los interrumpió bruscamente.
Ahora rodaba por la ladera, dando vueltas y más vuelta, sobre el terreno embarrado. Hasta que cayó junto a un cañaveral, quedando tendido boca arriba.
Entonces vio a una mujer que con paso cadencioso, se acercaba a él. Con una bonita sonrisa, entre divertida y burlona, el contoneo de su andar movía con gracia los pliegues de su túnica blanca inmaculada, mientras unos graciosos rizos caían por detrás de sus orejas.
No sabía quién era aquella mujer aunque le parecía familiar pese a no haber visto su cara nunca.
Cuando llegó a su altura, la dama acarició las mejillas del joven carpintero con sus suaves dedos, provocando en él una placentera sensación de tranquilidad y sosiego.
A la par que le dedicaba una graciosa sonrisa, el joven comprendió quien era, y no pudo evitar que lagrimas de desesperación salieran de sus ojos. Quería explicarle, pero no podía hablar, no sabía cómo hacerle entender que lo que pedía lo hacía de corazón. Que le dolía que no lo hubiera ayudado.
Entonces la cara de la serena dama, tornose pétreo y triste, abordadas sus mejillas por un reguero de lágrimas, sentía mucha pena ante aquel reproche.
Se sintió tan mal por haber roto la belleza de su cara, que el joven sacó su pañuelo y con el secó las lagrimas de la Señora, a la que pidió que por favor olvidase sus palabras. No se sentía nadie para hacerla llorar.
La cara de la dama romana, cambió su semblante, y en su fina cara se dibujó de nuevo una alegre sonrisa, que confortó al carpintero, devolviéndole la sonrisa.
Volviendo a sonreír, la Señora le acarició la cara al tiempo que se despedía, la vio caminar hasta que su figura se hizo borrosa en una clara oscuridad.
Abrió sus ojos al sentir una mano que le limpiaba la sangre que brotaba de su frente.
Turbia apareció a escasos centímetros de su cara la de una chica que había dejado su cántaro de agua para auxiliarlo.
También cuenta la leyenda que con el tiempo se enamoraron perdidamente el uno del otro, y que fueron felices.
Y que fue entonces, cuando entendió que le concedió el deseo, quizás concediéndoselo también a su antigua prometida, y es que no se pueden conceder dos voluntades a la vez si estas se contradicen.

domingo, 23 de agosto de 2009

EL CONVENTO X.



La cara del investigador dibujó una graciosa mueca de sorpresa en su boca, de la que a punto estuvo de salir un reguero de babas. El Señor Smith guardó un expectante silencio, durante el cual escrutó curioso el efecto que había producido su relato sobre el investigador.
Por experiencias anteriores, sabía que por lo fantástico de la narración, cabía cualquier reacción, desde la más absoluta incredulidad, hasta la más dolorosa burla.
Ramón Malavert rompió por fin el silencio, balbuceando una especie de disculpa, pero entonces su subconsciente comenzó a repasar mentalmente el estado de su cuenta corriente, y de que hacía más de seis meses que no tenía ningún caso, así que decidió interesarse por las condiciones de su oferta.
-No tiene de que preocuparse Señor Malavert- Respondió el viejo periodista divertido.- Le haré un ingreso inicial, otro si me gusta cómo lleva la investigación, y le aseguro que no se va a arrepentir si descubre lo que pasó aquella noche, pues el ingreso final colmará sus expectativas.
-Esa mano- Fue lo único que dijo Malavert, a la vez que apretaba con fuerza la del Señor Smith, ahora ya tenía un caso, y mucho trabajo por delante, así que quedaron para ultimar los detalles de la investigación para el día siguiente.


Espero que os haya gustado la primera parte de esta historia, me voy a dar un tiempo para desarrollar y escribir el resto de la historia.
Muchas gracias por vuestro seguimiento, sobre todo a Pedro, del que he apreciado mucho sus consejos y animos.
Pronto tendreis noticias mias.

domingo, 16 de agosto de 2009

EL SANTITO DE ALGECIRAS.

El otro día, mientras trabajaba en un chalet junto a otro compañero, me fijé en un llavero que portaba la llave de su coche. Se trataba de la foto de un soldado, al que creí un familiar suyo, muerto por alguna causa penosa.
Pero me comentó que se trataba del santito de Algeciras, aunque no me contó su historia, me propuse buscar si había algo de el en Internet, así que anoté su nombre, y me dispuse a buscar en cuanto tuviera "un momento de lugar" como decía mi gran amigo Manolito "el Tunara".
El caso es que encontré la historia de Antonio Mena vicario, aunque yo soy bastante esceptico por naturaleza, me impresiona la forma en que la gente corriente eleva a los altares celestiales a cualquiera, y sin embargo la iglesia no es tan benevola. Esta excelente trabajo lo he copiado de la novena, y su autor es Jose Antonio Caravaca.

viernes, 14 de agosto de 2009

EL CONVENTO IX.


Una vez superé la primera fase de la parálisis que me invadía, decidí que lo mejor era volver a la cama y meter la cabeza bajo las mantas, pero aquella ligera brisa comenzó a rodear mi cuerpo, subiendo y bajando las mangas de mi camisa.
Creo que entonces comenzó la segunda parte, pues solo podía observar aquel fenómeno que subía de intensidad y de decibelios impotente. Parecía como si algo estuviera jugando conmigo, sentía como si muchas manos me tocaran la cara, toques sutiles y menudos, que tiraban de mis orejas, de mi entonces abundante pelo, e incluso movían mi nariz de arriba abajo, como si asintiera por voluntad propia. La verdad, quería llorar, echar a correr y escapar de aquella situación, pero el miedo había puesto dos bloques de plomo a mis pies.
Observé aterrado como la puerta de la habitación que ocupaba, comenzó a moverse, unos movimientos muy rápidos de apertura y cierre, que finalmente hicieron que se cerrara dando un buen golpe, a estas alturas, creo que ya no quedaba un solo pelo de mi cuerpo sin erizar.
Al mismo tiempo cerré asustado los ojos que desorbitados permanecían esperando el fin de aquella pesadilla.
Como si hubiera hecho gracia aquella reacción, las risas subieron de tono, y la puerta se abrió de nuevo, dando paso otra vez a aquella danza rápida y rítmica, pero ahora ya no solo la de mi cuarto, también se abrían todas las que flanqueaban aquel oscuro pasillo, mientras las risas continuaban, cual burlona comparsa.
El Sargento y el Cabo salieron alarmados de sus habitaciones, a tiempo de observar petrificados como se encendían y apagaban las velas que en unas bases de madera y a media altura con respecto al suelo. Y de las que no me había percatado, pues no las usamos cuando llegamos.
La velocidad de los portazos se hizo cada vez mayor, y las risas más fuertes, cuando de repente una de las puertas se abrió totalmente, con un golpe duro y seco.
Por ella salió el Capitán, pistola en mano, y aun con evidentes signos de no haberse recuperado de su borrachera.
Empezó a gritar, pidiendo explicación de la causa del alboroto, amenazando con un duro castigo al culpable.
Como por arte de magia, todas las puertas pararon su baile, las velas quedaron encendidas, y el silencio volvió a inundar todo aquel lugar.
No sería capaz de precisar cuánto duró aquel momento de tranquilidad, solo sé que el frio se volvió a apoderar más duramente de aquel lugar, y de nuevo las puertas comenzaron a moverse, primero suaves y cadenciosas, luego fuertes y violentas.
El Capitán miraba a todos lados sin asimilar que estaba ocurriendo, cuando las risas volvieron a sonar nítidas y burlonas, como si formáramos parte de su juego. La Capa del Capitán, comenzó a moverse, parecía que una ráfaga de aire hubiera entrado en aquel pasillo, y la cara del Capitán pasó de la ira, a la más absoluta sorpresa. Con fuertes manotazos, trataba de hacer que su capa volviera a su estado natural, pero no lo conseguía, y las risas se hacían más altas ante tan cómica situación.
Pero le aseguro que aquel Capitán no sentía el miedo atroz que nos había paralizado a nosotros, quizás por su bravura o por el estado de embriaguez que todavía sufría. Lejos de asustarse, volvió a gritar preso de una ira ciega. Dispuesto a acabar de una vez con aquella broma, saco su pistola, y apuntando a todos lados exigió el fin de aquellas risas y de aquella burla, amenazando con mandar al infierno al responsable.
Como si hubiera tocado alguna tecla o resorte, se silenciaron las voces, y la capa, que hasta ahora levitaba en el aire, se rigió de nuevo por las leyes normales de la gravedad, volviendo a su estado originario.
Ahora, fue en la cara del Capitán Espinosa donde apareció una leve sonrisa de victoria, tan fugaz como un espejismo, pues sin saber de dónde ni de quien, dos bofetadas cruzaron la cara del oficial, haciéndolo tambalear, y casi perder el equilibrio.
La imagen de aquel hombre, era de pura ira, dio un grito de rabia, y empuñando su pistola, comenzó a disparar a todos lados sin ninguna contemplación. Ni que decir tiene, que tuvimos que hacer cuerpo a tierra, y allí en el suelo y con los oídos tapados por el estruendo, pude ver como apuntaba a la figura que estaba en la vidriera.
Sin pensárselo dos veces disparo contra ella. Y pude ver claramente, desde mi posición en el suelo, como los cristales de la misma se hacían añicos de diversos tamaños, pero que en vez de caer en el suelo, se quedaron unos segundos levitando en el aire, como estrellas inmóviles en una noche. Pero luego y con un zumbido más parecido al ruido de una vibración, salían volando por los aires, atravesando aquel pasillo, y la mayoría de ellos clavándose en el pobre Capitán, que caía de espaldas, presa de fuertes convulsiones.

domingo, 9 de agosto de 2009

miércoles, 5 de agosto de 2009

LA OREJA DE VAN GOGH. EUROPA VII.



Que buena canción, por desgracia puede ser premonitoria de lo que nos puede pasar, solo que en el futuro no podremos hacer ya nada por la tierra.

sábado, 1 de agosto de 2009

EL CONVENTO VIII.


A Ramón le sorprendió el repentino requerimiento del Señor Smith, tratando de reprimir un bostezo que inoportunamente venía a convertir sus ojos en dos puntos acuosos, mientras trataba por todos los medios de disimularlos.
Y es que el cadencioso hablar del inglés, y lo larga que le estaba resultando su historia, acabo por provocar un motín en su cuerpo, amenazando incluso con unos pequeños desplomes de ojos, anunciantes de una inminente somnolencia.
El Señor Smith, pareció darse cuenta de la situación y recalcó sus palabras subiendo el tono, quizás consciente de que se había extendido en su relato.
-Como puede Vd. imaginar-. Continuó mirando fijamente al investigador, tratando de aclarar al máximo su acento ingles.- Caí en la cama como un tronco, el calor de aquella manta me reconfortó de tal manera que creo que en menos de un minuto acabé profundamente dormido.
No se exactamente cuánto tiempo llevaba dormido, cuando unos ruidos me sacaron de los brazos del sueño. Siempre tuve un sueño muy ligero, por lo que enseguida percibí un pequeño rumor que cada vez se hacía más claro y perceptible.
Abrí los ojos, buscando la posible causa, aun aturdido por mi pequeño viaje junto a Morfeo. Pero en principio no vi nada raro. Aunque el rumor seguía creciendo.
Comencé a distinguir claramente una melodía de risas infantiles. Era como si aquellas diminutas vocecillas estuvieran todas dentro de una gran olla, y el eco de las mismas salieran por la válvula de presión en parejas, en tríos e incluso todas juntas a la vez.
Pensé en los soldados, los cuales podían haber descubierto el escondite donde estaba el vino, y ahora ellos habían continuado la fiesta que empezó el Capitán. Así que decidí levantarme, pero tras caminar por el frio suelo y abrir la puerta, no aprecié nada raro en los pasillos, seguían solitarios e iluminados por la frágil luz de la vidriera.
No obstante, caminé hasta el barandal de la escalera y eché un vistazo hacia abajo, encontrándome solo una oscuridad total. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, así que decidí volver a la cama, todavía preso del cansancio.
Pero el rumor comenzó a subir de tono, ahora podía percibir claramente una amalgama de risas, como un coro de niños que jugaban a algún juego, y una ligera brisa me paralizó a medio camino de la puerta.