miércoles, 28 de abril de 2010

ALBERTO MORAGO.





Una pequeña muestra de este pintor madrileño. Muy fino tecnicamente y uno de los grandes exponentes del hiperrealismo español.

miércoles, 21 de abril de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 17: DE DESPEDIDA EN LA DISCOTECA.

Tras aguardar un rato en la cola, el portero nos dejó acceder al local, o más bien, a la taquilla del local, pues de los doce euros no nos libramos ni aún insistiéndoles que era una despedida de soltero.
Mi mente cada vez más ralentizada por el alcohol, no podía concebirlo. No entendía por qué nos cobraban, cuando de más sabía yo que si la despedida hubiera sido de mujeres, están habrían entrado triunfales en la discoteca. Supongo que sufría la típica cabezonada del borracho, achaque que tan fácilmente se percibe en otros individuos ajenos a nosotros, y que sin embargo no percibimos en nosotros.
No obstante, opté por no protestarle a nadie, y pese a enfadarme el asunto, decidí que no iba a estropear mi noche. Así que agarré a Mario por el brazo, y lo obligué a caminar hacia el interior del local, haciéndole un gran favor al portero y a la chica de la taquilla, que estaban ya hasta la coronilla de escuchar a un Mario que estaba ya más pesado que un collar de cocos.
Al entrar por la gran puerta de la discoteca, una luz potente y cegadora me inmovilizó. Provenía de una bola en movimiento que se hallaba justo en medio de la gran pista de baile a la que accedimos, y que se movía a una gran velocidad. World Hold On, cantaba una voz clara al ritmo de una música que ni demasiado baja, pero tampoco tan alta que provocara estridencias, reinaba en aquel lugar.
Hacía mucho tiempo que no iba a un sitio así. Razones obvias me empujaron a ello, pues ir con novia a estos lugares, siempre lo consideré igual que ir a un combate de boxeo, en el que yo era uno de los púgiles seguro.
Me acostumbre pronto a aquella luz brillante, y observé toda aquella amalgama de gente a mi alrededor.
-Manuel, vamos a pedir la consumición- Me dijo Mario acercándose a mi oído derecho, única forma quizás de que lo entendiera, y sacándome de paso de una primera ensoñación, que no sabía muy bien si era provocada por la novedad del sitio, o por la preocupante cantidad de alcohol que había ya ingerido.
-Vamos a pedir algo Antonio-. Dije a su vez al feliz novio, el cual, creo que ya había pasado la frontera que separa la consciencia, de la avalancha alcohólica total, ante la cual, inevitablemente, se acababa como una cuba y sin poder de reacción ante lo que debía ser una retirada a tiempo.
De todas formas, las consumiciones las íbamos a pedir aunque no las bebiéramos, había que hacer gasto si o si. De modo, que con nuestros respectivos whiskys en la mano, y tratando de hacernos sitio entre aquella maraña, nos acercamos a la pista.
El tiempo parecía ralentizado al compás de aquella música. Para mi sorpresa, pude divisar al menos un par de novias en despedida.
Sus características bandas, y sus diminutos velos simulados, coronados por una diminuta polla de plástico, no podían darles un aspecto más ridículo, pero a la vez más sugerente.
Bailaban divertidas, acompañadas cada una de una gran corte de lacayas, todas ataviadas con sus correspondientes bandas identificativas -Como si no lo cantaran ya sus caras-.
Podrían ir veinte por novia más o menos, separadas estratégicamente por una valla imaginaria, que las hacia totalmente independientes.
La verdad, es que nuestra despedida al lado de la de ellas, todavía parecía más ridícula, pero tenía visos de aumentar rápidamente de personal, pues Antonio se movía sin disimulo hacia el centro de ellas, dejándose llevar por el mágico influjo del alcohol.
-Oye Antonio, Le dije agarrándolo por el hombro. –No será alguna de esas dos tu futura esposa, ¿Verdad?
-No, ninguna de ellas- Dijo divertido, empujándome con él hacia ellas.
Mario nos seguía tan divertido como toda la noche, así que los tres parecíamos los enanitos del cuento de Blancanieves, solo que en vez de herramientas, llevábamos whiskys, y en vez del típico paso, danzábamos a cual más ridículo.
Pronto nos vimos inundados de perfumes y melenas al aire. Formando parte de esa legión de zánganos que persigue a todo grupo de féminas, cual moscas a un chorreón de miel.
-¡Hay que arrimarse!- Dijo Mario, utilizando un símil tan torero como obvio en esta ocasión.
-Venga Manuel, esta es tu ocasión de pillar algo- Me volvió a decir dado que carecía de la iniciativa que la borrachera le había concedido a Antonio, que comenzaba a refregarse con la que tenía más a mano.
-Déjame Mario- Le supliqué. –Yo prefiero permanecer en el anonimato. La verdad, es que mi timidez, tampoco había querido faltar a la despedida.
-Voy por whiskys, me toca invitar. Solté, tratando de evitar algo que suponía tremendamente embarazoso.
Así que me dirigí a la barra, suspirando de alivio, pero a la vez maldiciendo por sentir otra vez ese maldito rubor que siempre precedía mis actos.
La verdad es que me costó bastante que me atendieran en esa atestada barra, pero fue tiempo suficiente para replantearme la situación. Tenía que integrarme, y así lo iba a hacer.
Agarré como pude los tres Whiskys, y pidiendo cuidado a todo el que me encontraba, volví al punto en el que los dos Artistas, ya bailaban con algunas de aquellas fiesteras.
-Vamos, coged las bebidas. Dije a los dos bailarines, deseoso de quitarme aquella carga sin partir ningún vaso y sin manchar a nadie, sobre todo a mí.
-Mira, Shaila, te presento a mi amigo Manuel, ¿no es un encanto? Me presentó un Antonio bastante cargado, al que pensé que puteaba más que ayudaba con aquel whisky.
-Hola Manuel. Dijo aquella rubia de bote, cuya minifalda no podía ser más circunstancial y su escote más adecuado para la ocasión. Vamos, que había estudiado minuciosamente su vestuario.- Ven a bailar encanto.
Y me agarró por la cintura, tratando de que yo realizara el mismo baile absurdo que provocaba lo borracha que estaba. Y es que borrachos unidos jamás serán vencidos.

miércoles, 14 de abril de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 16: LA FIESTA CONTINÚA.

Cerré los ojos y sacudí enérgicamente la cabeza varias veces. No iba a permitir que los recuerdos me estropearan la diversión, así que pedí a Shagy que me preparara un Whisky, y acto seguido me bebí el que tenía en la mano de un solo trago. Algo más de medio vaso.
Una sensación de poderío sacudió mi cuerpo como si me hubieran aplicado un desfibrilador. Otra vez arrojaba a Susana de mi mente y salía victorioso, de todas formas, la misma historia.
Mientras tanto, la chica seguía bailando cada vez más escasa de ropa y el calor de aquel salón seguía subiendo por momentos. Antonio totalmente extasiado seguía con sus ojos cada movimiento que ella hacía, prestándose sin rubor a todos los juegos que se le iban ocurriendo.
La verdad es que tan poco público ayudaba mucho a que se centrara solo en ella. En la mía, la chica que contrataron, animada por tanto borracho enfervorecido, puso tanto celo en su trabajo, que acabó haciéndome todo lo que le decían aquellos cabrones.
Acabé totalmente embadurnado de nata. Tanto que me tuve que duchar antes de irnos a la discoteca, y estuve casi una hora buscando mi ropa por todo aquel bar. Por eso nunca me gustaron las despedidas de soltero, pues parecen una venganza de los amigos que se divierten a costa del pobre que se va a casar.
Esta también tenía ganas de pasarlo bien, así que sutilmente y sentada sobre sus rodillas, comenzó a desnudarlo hasta acabar dejándolo en slips.
Ella no se fue de rositas, puesto que tuvo que luchar todo el tiempo con las rápidas manos de Antonio, que no dejaba de intentar sobarla involucrado totalmente en los sugerentes juegos de la chica.
A modo de venganza, y después de colocarle una venda en los ojos, le vació una cubitera dentro de los slips. Como era de esperar, a Antonio no le hizo la misma gracia que a nosotros.
Luego concluyó su baile quitándose con un mecánico movimiento el diminuto tanga que traía. Poniendo pies en polvorosa en cuanto quedó como vino al mundo.
-¡Que sosa la tía!, gritó Mario descojonándose de risa. –No le ha dado ni un sobaito al novio, le voy a tener que bajar la tarifa, Shagy, por favor, otro cacharrito. Ordenó señalando con un dedo el vaso.
-¿Cómo lo has hecho? Le pregunté todavía encantado por su demostración de recursos. -¿Cómo has encontrado ese bombón con tanta rapidez?
-No ha sido nada- Dijo modesto. – A esa le he dado yo más trabajo que el INEM, cada vez que organizo una despedida la contrato. Pero hoy no ha enseñado mucho, ya hablare con ella.
-No le digas nada hombre, es muy simpática- Le pedí mientras Antonio se ponía su ropa, no sin antes lanzar a la basura unos slips totalmente mojados. -¿Qué vamos a hacer ahora? Pregunté apurando el whisky, y viendo como comenzaban a cerrar el restaurante.
-Vamos a esperar a que Shagy se cambie, nos va a llevar al centro a las discotecas. ¡Hay que invitarle a algo!, se ha portado muy bien. Además necesitamos un taxi, y el nos va a llevar en su coche- Dijo riéndose. Parecía que lo tenía todo planeado.
Esperamos en el aparcamiento del restaurante junto al Ford Focus que nos indicó Shagy, . Pese a ser pasadas las tres de la mañana, una desconocida sensación de euforia invadía el ambiente, abrazándonos como aquella fría noche de noviembre, que adornada por una esplendida luna llena, reinaba plena de esplendor.
Shagy parecía otro sin su uniforme. Con la misma calma que había mostrado toda la noche, arrancó el coche y puso rumbo al centro, supongo que aguantando los gritos que proferíamos los tres al ritmo de la música que salía de la radio del vehículo.
El centro, tal y como habíamos previsto, estaba abarrotado de gentes de todo tipo, todo un ejército de hormigas que se movían en todas direcciones, tan raudas como desorganizas, y todas ellas, con un solo objetivo, pasarlo bien.
Caminamos por la misma calle flanqueada por locales por la que deambule aquella vez, aunque con una sensación totalmente diferente en esta ocasión. Todos y cada uno de los pubs que veía parecía invitarme a entrar con una música que me sonaba a canto de sirena. Pero seguíamos andando, abriéndonos paso entre un gentío indiferente, solo abierto a los saludos que Mario repartía entre algunos conocidos.
En un momento dado, Mario se dirigió a la puerta de uno de los pubs, y se puso a charlar animadamente con uno de los porteros. Me gustaba el pub, además entraban y salían cantidad de gente.
-No podemos entrar- Dijo Mario entre risas. –Por lo visto soy persona non grata. Prosiguió causando la risa de todos.
-¿Por qué no?- Pregunté desencantado.
-El otro día me dejaron entrar bastante borracho y por lo visto la lié- Dijo con toda tranquilidad.
-¿No sabes lo que pasó? Preguntó Antonio con curiosidad.
-Que va, yo solo escuché al DJ decir: ¡Seguridad, Seguridad! Saquen de aquí a este individuo.¡ Y el individuo era yo!. Así que cuando me di cuenta me sacaban a la calle por las axilas. Los que venían conmigo lógicamente trataron de impedirlo, y los dos gorilas esos se liaron a palos con nosotros.
-¡Vaya!, ¿Y entonces qué hiciste tu? Pregunté sorprendido de lo tranquilo que lo contaba. Esa situación podría amargarme no solo la noche, si no también toda la semana.
-¡Jajaja!, yo le dije que no me dieran en la cabeza, que estoy estudiando- Y volvió a reírse.
Así que entre risas llegamos a la Discoteca Central, doce euros costaba entrar con una consumición, casi nada….

martes, 6 de abril de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 15: ARRIBA LA FIESTA…

Todavía nos bebimos un par de cervezas más con Antonio antes de cenar. Le había surgido una solución inesperada, y se le veía feliz por ello. Reía animosamente con todos los disparates que soltaba Mario, como si lo conociera de toda la vida.
Siempre me llamó la atención el clima de cordialidad, e incluso yo diría de camaradería que se produce cuando los hombres se van de fiesta. Las mujer por el contrario, como no sea que la compañera de fiesta, sea su mejor amiga, siempre guarda una pequeña distancia poco integradora.
Y por supuesto, cuando se acaba la fiesta, se despellejan las unas a las otras, ya sea por lo que dijo, por lo que hizo, o por el vestido que llevara la otra. Ellas son así.
Otro camarero bastante más estirado que el tal Shagy, nos condujo a la mesa que nos habían preparado en uno de los rincones del enorme comedor de aquel restaurante.
Una luz tenuemente amarillenta reinaba en aquel lugar, y la rustica chimenea, de la cual el camarero había tenido la gentileza de ubicarnos cerca, brindaba un agradable calorcito que flotaba en el ambiente.
Ya sentados en nuestros asientos, el camarero quiso tomar nota de las bebidas. En ese momento, Mario se puso en pie, y en un tono adulador, exigió que su amigo Shagy fuera quien nos sirviera.
-No es por menospreciarte socio,- Le dijo palmeando su espalda. –es que me ha caído muy simpático el otro camarero, y además se ve muy profesional, como tu- Dijo volviendo a palmear su espalda.
Realmente sentí un poco de vergüenza, pero enseguida caí en la cuenta de que al camarero se las traía al pairo servirnos o no, incluso me dio la impresión de que le hacíamos un favor. La jugada había sido maestra, no solo había conseguido que su amigo lo sirviera, si no que lo había puesto por las nubes.
Al poco rato, Shagy llegó a nuestra mesa, tratando de disimular una sonrisa, y rogando a Mario que no demostrara mucho compadreo con él, que iba a estropear lo que había conseguido.
La verdad es que su jugada había sido maestra, no solo había puesto a su amigo por las nubes de cara a sus compañeros, si no que se había asegurado un aliado con el que conseguiría que no nos faltara de nada.
La cerveza había corrido a raudales hasta el mismo momento en que nos sentamos a la mesa, pero una vez acomodados, decidimos un cambio de tercio, por lo que sustituimos la rubia espumosa por un oscuro rioja bien fresquito.
Tras elegir entre un variado y suculento menú, procedimos a brindar por el novio tantas veces como botellas descorchaba Shagy para nosotros.
Como me temía, el vino empezaba a subir la cada vez menos empinada cuesta a mi cabeza, y la risa aparecía en cada esquina de cualquiera de nuestras conversaciones. Mientras Antonio y yo habíamos comido con fruición los entremeses y el primer plato, Mario apenas probaba bocado, solo bebía vino y más vino.
Sin remedio, cuando llegamos a los postres, teníamos una borrachera que no la saltaba un gitano con una vara. Pedimos la cuenta, a la que Antonio se negó que pagáramos ninguno de nosotros, aduciendo que nos estaba muy agradecido, y saltándose a la torera una de las normas no escritas de toda despedida de soltero; el novio no paga.
Tan pesado se puso, que accedimos a que lo pagara todo, causando en Antonio, un alcohólico gesto de satisfacción.
-Bueno, pero esto no se queda así-.Dijo Mario levantándose para ir al servicio.-Yo pago los cubatas, y nos vamos a beber unos cuantos.
Dicho esto, se levanto un tanto tambaleante, dirigiendo su escuálida figura hacia el servicio de caballeros.
Shagy nos había traído una botella con licor de hierba, que invitaba la casa. Como Mario tardaba en llegar, nos llenamos dos vasitos y brindamos por su nueva vida. Antonio me abrazó agradecido, estaba radiante y eufórico. Disfrutaba tanto de su fiesta como yo de mi nueva felicidad. Vencía a mi mente, donde por lo menos hoy, Susana no campaba a sus anchas.
Shagy volvió a nuestra mesa, indicándonos que debíamos acompañarle, pues debían limpiar el salón. Los cubatas prometidos por Mario serían en otro de los salones que tenían y al que nos llevaba sin el meón.
Había que atravesar un pequeño patio interior, por el que andamos los tres, pensando en la inutilidad del trance, pues podíamos habernos tomado los cubatas en la barra, y además, Mario seguía sin aparecer.
Pero la entrada al salón, despejó todos los dilemas. En medio del salón, y junto a un gran sillón, Mario, cubata en mano, aparecía sonriente, chocando su mano con la de Shagy. A saber que habría urdido aquel personaje.
Tampoco dio mucho tiempo a imaginarnos nada, pues a la par que empujaba a Antonio y lo sentaba en el sillón, por la puerta del servicio de señoras, aparecía una escultural señorita, vestida con un uniforme de policía, tan escaso de tela como ceñido. A la muchacha se le notaba hasta el pulso.
No hacía falta ser un genio para imaginar a que se debía tanta tardanza en el W.C.
Antonio no lo esperaba, y cuando vio a la chica, comenzó a teñir su cara de un rojo flagrante, mostrándose también un poco reacio a sentarse en el sillón pese a los requerimientos de Mario, el cual se había erigido como indiscutible maestro de ceremonias.
De todos modos, el fortín del rubor que mostraba, lo asaltamos sin dificultad. Solo hizo falta un poco de insistencia, los cubatas y lo buenísima que estaba la muchacha hicieron el resto.
Shagy accionó un pequeño reproductor de Cds. Que había colocado en una mesa. De modo que una música tropical tan exuberante como nuestra policía privada comenzó a sonar.
Comenzó a mover las caderas con un baile muy sensual, contoneándose frente a un Antonio extasiado, completamente embriagado por el alcohol, y por una sensación de que podía alcanzar aquel escultural cuerpo, tan profunda como irreal.
Poco a poco se fue despojando de sus ropas, primero el diminuto chaleco con el que cubría sus pechos, y luego aquella malla que se me antojaba más provocativa que el tanga que cubría.
Mario no paraba de jalearla, mientras que Shagy no apartaba sus ojos de ella sin decir nada, obnubilado.
No voy a engañar a nadie, yo estaba igual de excitado o más que mis compañeros de striptease, la chica era muy guapa, una modelo diría yo, y no le faltaba ni le sobraba ni un gramo.
Pero ver aquel cuerpo frente a mí, hizo que un flash recorriera mi cabeza como un rayo que cae al mar. No había visto a ninguna mujer desnuda que no fuera Susana, y aquel cuerpo sugerente me trajo a la memoria la última vez que la vi, junto al coche, vistiéndose sin decir nada…

jueves, 1 de abril de 2010

CANTO DAS SIREAS. SAUROM LAMBERTH.



Me encanta esta canción, se titula canto das sireas y es del grupo de juglar Metal llamado Saurom. Antiguamente llamado Saurom Lamberth, son una fina mezcla de melodías Metalicas, folk y Celtas.

Han vendido ya muchos discos en todo el mundo, y son de San Fernando. Aun recuerdo un día en que los oí cantar en Medina con sus violines, y mira donde han llegado.