sábado, 17 de noviembre de 2012

4. ME PONGO EL LUNES, ME QUITO EL MARTES

El insistente sonido del timbre de la puerta clavándose como un aguijón en todo el cerebro, y las lágrimas que estropeaban sin remedio el maquillaje con el que Exuberancia había amanecido al otro lado de la cama, no hacía que aquella mañana entrara precisamente en una estampa de bellos despertares. -¿Qué te pasa ahora gorda?-Preguntó Rogelio sin saber muy bien a dónde acudir, si a la puerta o al rescate de su amada. -¡Tienes razón!, buaaaaaaaa, te dejo que me digas gorda, buaaaaaa, me lo merezco. -No llores, que tu estas muy buena como estas… -¡Levántate ya coño, que va a quemar el timbre el carajote ese que está llamando! Como la orden iba seguida de un poderoso manotazo, se puso la bata, se rascó con afán la “caja de herramientas” ahora que nadie lo veía, y caminó con desgana a ver quién era el pelmazo del timbre a tan intempestivas horas. -Hola Rogelio, vengo a desayunar.-Saludó la voz de rata que escondía el poderosísimo cuerpo de mujer que representaba la madre de Exuberancia. No tenía término medio en sus visitas, ligera como una comadreja y pesada como un collar de melones. ¡Ole! Para un domingo que tengo libre –Pensó en silencio a sabiendas de lo que le venía encima en su día libre. -Buenos días Señora-Acertó a responder no sin decepción. -Tutéame hombre, tutéame-Y pasa al interior consciente del poco permiso que necesita. -¡Ay Omá!, menos mal que has venido. Soy una desgraciada. Una boquita presta, se encargaría de recordarle que el carajote del timbre era su madre, pero como los caminos de la lógica se funden únicamente en uno, Rogelio corre un tupido e intencionado velo. Va a ser mejor. -SOY UNA GORDA OMAAAAA. -No le haga caso Señora, hoy se ha levantado con esa manía metida en la cabeza. -Tutéame hombre. Responde la madre con los ojos entornados de orgullo. -Ni “mijita” Omá. Que no me entere yo que este no te guarda el respeto debido. -¿Por dónde iba? Eso, que estoy muy gorda Omá, mira que culo tengo, me veo el chocho de refilón. -Que papeleta ¿no?-Responde su madre estudiando el caso con detenimiento. -Que no gorda-Intenta consolar un Rogelio conmovido.-Que tú estas ideal, lo que pasa es que quizás picas demasiado. A todo esto, Exuberancia no para de llorar, derramando orondos lagrimones, como huevos fritos de gallina de campo. -¡El coño tu hermana!-Reacciona.-Si yo como como una una mirla lastimá, esto es una desgracia que yo tengoooo… -La pobrecita es que le gusta comer, que le va a hacer. Tu no llores reina, tu no estás gorda, solo un poco tremendita. ¡Pon el café ya Rogelio, y no digas más tonterías! Llégate por una telera de pan para tostarlo. -No pienso probar ni gota-Dice solemnemente.-Ahora mismo estoy en un régimen malísimo. Rogelio se acicala y pensando que mejor deja allí a sus anchas a la flor y nata de la “chocantez”. Sale y se dirige a por el pan. Otro remedio no le queda. Rogelio es muy bueno y muy santo, pero es más tranquilo que un vaso de agua, se entretiene charlando con el del pan, con el lotero, incluso está a punto de aceptar una cervecita que le invitan en el bar que está frente a la panadería. Menos mal que espeta un: “No puedo, tengo la casa llena de tiestos”. -¡VENGA HIJO QUE SE TE CAEN LOS HUEVOS!-Le grita Exuberancia totalmente malhumorada.- ¿Qué han ido a fabricar el pan? Y es que madre e hija están ya sentadas en la mesa de la cocina con un “reguerete” de platos y vasos de café. Y con la tostadora presta y dispuesta una vez que se corten generosas rebanadas de la telera que trae Rogelio. -¡Mira!, ¿Qué prisa tienes tu? ¿No decías que estabas a Régimen? Sí, pero mi madre tiene “mu malange” y ha traído una “fiambrera” de manteca colora de una matanza que se invitó ayer. Y claro, tiene sus reglamentarios dos dedos de Zurrapa de lomo, así que el régimen lo voy a empezar mañana mejor.