miércoles, 27 de enero de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.



CAPITULO 7: PRIMERA SALIDA II.

Chicos y chicas pasaban frente a mis ojos, en parejas, solos, altos, bajos, rubias, morenas; gente de todo tipo. En un momento se multiplico tanto el aforo del pub, que un muro de espaldas flanqueo mi mesa en muy poco tiempo.
Pensé que era el momento exacto para ir a la barra, pues la camarera seguro que tardaría una eternidad en llegar donde yo estaba. El aumento de ambiente había creado en mí un estado de euforia tal, que sentí verdadera necesidad de tomar otra copa, de integrarme en el ambiente.
Caminé con dificultad, pero conseguí hacerme un hueco en la amplia barra del local, abriéndome paso entre un montón de gente. Mientras esperaba una nueva cerveza, escrute todas las caras que me rodeaban. Allí no había nadie conocido, ni siquiera había visto nunca a ninguna de las personas que poblaban ya la totalidad de aquel lugar. Me sentía una isla en un mar.
Siempre he tenido un problema, y es que toda mi vida he sido bastante tímido. Mi madre me decía que era más corto que un fandango. Y tenía más razón que un Santo. Envidiaba la facilidad que tenían algunos para relacionarse con la gente, pues a mí siempre me costó bastante. Recuerdo que cuando era un niño, me obligaron a formar parte de una función de teatro en el colegio, solo tenía que decir un par de frases, pero cuando tocó mi turno, no pude articular palabra. El silencio que se hizo mientras el público esperaba que dijera mi frase, fue tan aterrador para mí como un ruido en un cementerio, y permanecí allí, inmóvil y aterrado, mientras el resto se descojonaba a mi costa.
Supongo que en cierta medida, la edad mitigó mi timidez, pero no la había superado del todo, incluso pedir algo a un camarero, se hacía un mundo para mí, y si era una mujer mucho más.
En cambio, todos estaban charlando con alguien, interrelacionados por alguna fuerza o ley que desconocía, pero aquella gran orbita gravitatoria no me incluía a mí.
De repente una mano tocó mi espalda, y por ella precisamente me subió un súbito escalofrío. Por fin alguien a quien quizás conocía, el giro perfecto para a la noche.
Pero en vez de eso, me encontré de frente con un hombrecillo medio calvo, que con mirada perdida y claros síntomas de embriaguez, comenzaba hablarme. Aunque me esforcé un poco en entender al único interlocutor que había encontrado en toda la noche, desistí al poco, hastiado de sus palabras inconexas, y de su afán por querer que le prestara atención, cuando realmente me traía al pairo su rollo - incluso recurriendo a tocarme el brazo a cada minuto, que puede ser una de las cosas que más me molesta en el mundo-.
Pensé que era verdadera mala suerte, y me di cuenta de que la noche en verdad, había sido una mierda, pues no había hablado con nadie, salvo con el bacalao este, y por culpa de la cerveza, yo tenía también una borrachera importante.
Aquel fulano cada vez era más pesado, y ante mi indiferencia se sintió incluso ofendido, reclamándome una atención que por supuesto me negaba a prestarle.
De modo, que decidí dar por terminada la gran juerga, y salí tranquilamente del pub, pasando olímpicamente del borracho, y de paso, de toda la gente de aquel pub, caminando indiferente entre el bullicio que me hacía cada vez más solitario.
Los cantos de sirena de la diversión, se volvieron sordos a mis oídos, y sin pensarlo dos veces, me coloqué en una parada de autobús que me llevara lo más cerca posible de mi casa, abstraído de todo, y pensando que quizás la experiencia me serviría para buscar otras opciones, pues lo que me quedó claro, es que ni soy George Clooney, ni nadie va a caer rendida a mis pies.
Así que sentado en el autobús, con la cabeza apoyada en el cristal y sintiendo como la vibración del vehículo traspasaba mi frente a través del cristal, me puse a pensar que todo iba a ser más difícil de lo que había imaginado, quizás yo era un extraño en un presente que me hacía sentir obsoleto, y pensando a ciencia cierta, que no me iba a gustar el futuro.

martes, 19 de enero de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZON.


CAPITULO 7: PRIMERA SALIDA I.

No hay nada más cutre que cenar en casa antes de salir, sin embargo, estar sentado en cualquier bar o restaurante, solo como la una, siempre me pareció bastante cutre también. De modo, que en la mesa de la cocina, di buena cuenta de la pizza que había encargado y que acababa de traer el repartidor.
Una vez finalizada la poco original y universalizada pizza –tuve la precaución de no pedirla con cebolla, por eso del aliento-, observé el reloj de la cocina, comenzaba a hacerse tarde, así que me puse en marcha.
Un último vistazo al espejo me reveló un personaje que no estaba del todo seguro de lo que hacía, camisa blanca por fuera de unos pantalones vaqueros negros, desabrochado el primer botón. Cara recién afeitada, y pelo revuelto pero con un toque de espuma.
Ni que decir tiene que me embadurne de perfume tal y como mandan los cánones, mandando dos fuertes chorretones detrás de mi oreja - sitio estratégico donde las napias de cualquier mujer que tuviera a bien darme dos besos, podía captar mi aroma de fin de semana-, me hice un par de retoques de última hora en el peinado, cerré la puerta con llave y me dirigí al centro, sin el coche en previsión de que tomara alguna copa de más.
Llevé mis pasos resueltamente, mezclándome con el bullicio de la ciudad, entre sus luces y sus sombras, fugaces y permanentes, adornadas por una banda sonora de bocinas y ruidos inconexos.
Buscaba miradas entre la gente, alguien con quien quizás pudiera compartir un poco de mi soledad. Aunque en realidad estimaba esta salida como una aventura, quizás un atrevimiento del que salir airoso, demostrar que puedo salir de esta situación.
Los luminosos letreros de neón, me indicaron que estaba en la zona donde se concentraba la gente los fines de semana. Pubs y discotecas de moda, pero que yo no había pisado en mi vida. Total, ya es hora que me ponga un poco a la onda, pensé mientras buscaba algún pub donde tomarme una copa.
Me llamó la atención un letrero luminoso intermitente, que presentaba unas letras verdes en fondo blanco. Irish Green pub, por su nombre, la verdad, no habría entrado nunca, pero me llamó la atención. Era el típico pub de madera, adornado al estilo inglés, con dos grandes y visibles banderas de Irlanda flanqueando la entrada, en la que no podía faltar un gorila más ancho que alto, y que me dejó entrar después de observarme, y con un aire de estar salvándome la vida que casi me hace llorar de agradecimiento.
Lo cierto es que me agradó el sitio, la música era tranquila y relajada, había un par de mesas de billar, dardos, y una pantalla de televisión, donde unas diez o doce personas veían la retrasmisión de un partido de futbol, nada más ni nada menos que el Cádiz, que se jugaba el liderato de la liga con el Barcelona.
Decidí sentarme en una de las mesas vacías que estaban cerca de la televisión, y que me permitían una visión periférica del local. Ni un minuto llevaba viendo como el Cádiz atacaba con ahínco, cuando llegó una camarera paño mojado en mano, y que tomo nota de la cerveza que le pedí, tras un vasto y rápido repaso a la mesa, la cual dejó peor de lo que estaba.
No tardó mucho en venir con un vaso de cerveza, que más que un vaso era un cubo, además traía el ticket en la mano, por lo que tuve que pagarle en el momento.
El partido estaba ya en las postrimerías, y aunque el futbol nunca me gustó demasiado, me distraje viendo como Cristiano Ronaldo que yo no sé que hace en el Cádiz, le clavaba un gol de falta al Barça dándole la victoria al equipo amarillo, al que algunos calificaban ya como “la chirigota galáctica”.
Con la tontería, me había bebido casi todo el vaso de cerveza. Me había sentado tan bien, que decidí pedir otro.
El final del partido supuso el pistoletazo de salida de la gente, pues comenzaron a entrar lenta pero sin descanso…

sábado, 16 de enero de 2010

HEART OF STEEL.

Magnifica canción de Manowar. Melódica, pero siempre en la misma linea de este gran grupo.

domingo, 10 de enero de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 6: VUELVEN A MI LAS PESADILLAS.

Froté mis ojos con fuerza y miré alrededor con desesperación. Aquel paraje boscoso de las afueras de la ciudad se aparecía de nuevo ante mí. Volvía a caminar por aquella senda solitaria, apenas iluminada por la luz de la luna, apartando las ramas de los arbustos con mis manos.
Una tonelada parecía lastrar mis pies, cuanto más rápido pretendía ir, más lentos eran mis pasos, aunque me llevan por fin al final de aquella senda, inexorablemente al mismo claro, donde llego sudoroso y angustiado.
Si, aquel era mi coche. Y colocado tras él, vuelvo a repasar la matricula una y otra vez, tratando de descartar que aquellos cristales blanqueados por el vaho no son los de él. Vana ilusión.
Un impulso irracional, me lleva a abrir la puerta del copiloto, el cual no había tenido la precaución de echar el seguro. Mis ojos se abren tanto como pueden, observando con desesperación como la mujer semidesnuda que yace abrazada en el asiento abatido del copiloto de mi propio coche con aquel hombre, es Susana.
La rabia me embarga mientras aquel extraño, mucho más mayor que yo y tan distinto a mí, se pone los pantalones y echa a correr sendero abajo, llevándose como botín parte de mi vida junto con sus escasas ropas.
Una furia irracional zarandea mi cuerpo, agarrándome fuertemente con sus manos, dándome vueltas y vueltas en redondo, que no me permite ver, pues ha formado un círculo nebuloso a mi alrededor a la par que gira en torno a mí. Una vez me suelta, toda la tensión explota en un huracán de gritos e improperios.
Le digo de todo en un momento, insultos de toda clase, mientras ella, cabizbaja, trata de mostrar la mayor dignidad que puede mientras se viste.
También echa a andar por el sendero, sin decir una palabra, mientras yo, como sombra de un despojo, caigo de rodillas, tratando de aguantar con mis manos el rio de lágrimas que salen de mís ojos.
Otra vez la misma pesadilla vuelve a atacarme. De nuevo me despierto angustiado, bañado en sudor y en lágrimas. Con la sensación de que mi pellejo no vale la pena, y de que debía haber hecho caso a mi impulso inicial de tirarme por el puente de barlovento, aquel que atraviesa el cauce seco del rio, y que me habría quitado la angustia para siempre.
Después de sufrir la dichosa pesadilla, decidí que debía levantarme. Pese a ser las ocho de la mañana, la excitación difícilmente me iba a permitir dormir, así que me plantee un buen desayuno, y una carrera por el parque.
Hacía ya varias semanas que había vuelto a trabajar de nuevo. Poco a poco he ido perdiendo mis miedos y reticencias a enfrentarme otra vez a los compañeros. Realmente mis amigos de verdad han respetado mi intimidad, los que no son tan amigos se habrán alegrado de mis desdichas. L o bueno es que yo no lo he notado. Con los curiosos y entrometidos no he tenido piedad, no lo pueden remediar, llegan y con cualquier excusa, elaboran un estudiado sistema de interrogatorio, que imperceptiblemente va dando un rumbo a su conversación, que acaba sin remisión en una serie de preguntas que abordan sin ningún escrúpulo ni pudor, todo lo que más morbo les dé.
Por ahí no paso, y ya un par de ellos, han salido escaldados pasillo a delante, cuando los he mandado a tomar por culo, dejándoles claro, que los asuntos de mi vida privada no les incumbe, pero de mala manera, así corre la voz de lo que les va ocurrir a los que se atrevan a intentar hacer prácticas de prensa rosa conmigo.
Caminando tranquilamente avancé por el parque hasta el banco donde hacía siempre mi calentamiento inicial. El frescor de la mañana, junto con los primeros rayos del sol, da a la mañana un ambiente que me llena de energía.
Comienzo mi trote, sintiendo el optimismo entrar en mi, a cada bocanada de aire que respiro. Hoy es sábado, así que esta noche voy a dar una vuelta, mi arresto domiciliario debe acabar…

jueves, 7 de enero de 2010

IMAN MALEKI






Pintor nacido en Teherán en 1976, lo descubrí gracias a un correo que me mandó mi amigo J. Ramón. Cuadros muy poéticos, dando un color especial a situaciones de la vida cotidiana de Irán. Tiene una técnica impresionante, incluso algunos creen que es el mejor pintor realista del mundo.