sábado, 17 de noviembre de 2012

4. ME PONGO EL LUNES, ME QUITO EL MARTES

El insistente sonido del timbre de la puerta clavándose como un aguijón en todo el cerebro, y las lágrimas que estropeaban sin remedio el maquillaje con el que Exuberancia había amanecido al otro lado de la cama, no hacía que aquella mañana entrara precisamente en una estampa de bellos despertares. -¿Qué te pasa ahora gorda?-Preguntó Rogelio sin saber muy bien a dónde acudir, si a la puerta o al rescate de su amada. -¡Tienes razón!, buaaaaaaaa, te dejo que me digas gorda, buaaaaaa, me lo merezco. -No llores, que tu estas muy buena como estas… -¡Levántate ya coño, que va a quemar el timbre el carajote ese que está llamando! Como la orden iba seguida de un poderoso manotazo, se puso la bata, se rascó con afán la “caja de herramientas” ahora que nadie lo veía, y caminó con desgana a ver quién era el pelmazo del timbre a tan intempestivas horas. -Hola Rogelio, vengo a desayunar.-Saludó la voz de rata que escondía el poderosísimo cuerpo de mujer que representaba la madre de Exuberancia. No tenía término medio en sus visitas, ligera como una comadreja y pesada como un collar de melones. ¡Ole! Para un domingo que tengo libre –Pensó en silencio a sabiendas de lo que le venía encima en su día libre. -Buenos días Señora-Acertó a responder no sin decepción. -Tutéame hombre, tutéame-Y pasa al interior consciente del poco permiso que necesita. -¡Ay Omá!, menos mal que has venido. Soy una desgraciada. Una boquita presta, se encargaría de recordarle que el carajote del timbre era su madre, pero como los caminos de la lógica se funden únicamente en uno, Rogelio corre un tupido e intencionado velo. Va a ser mejor. -SOY UNA GORDA OMAAAAA. -No le haga caso Señora, hoy se ha levantado con esa manía metida en la cabeza. -Tutéame hombre. Responde la madre con los ojos entornados de orgullo. -Ni “mijita” Omá. Que no me entere yo que este no te guarda el respeto debido. -¿Por dónde iba? Eso, que estoy muy gorda Omá, mira que culo tengo, me veo el chocho de refilón. -Que papeleta ¿no?-Responde su madre estudiando el caso con detenimiento. -Que no gorda-Intenta consolar un Rogelio conmovido.-Que tú estas ideal, lo que pasa es que quizás picas demasiado. A todo esto, Exuberancia no para de llorar, derramando orondos lagrimones, como huevos fritos de gallina de campo. -¡El coño tu hermana!-Reacciona.-Si yo como como una una mirla lastimá, esto es una desgracia que yo tengoooo… -La pobrecita es que le gusta comer, que le va a hacer. Tu no llores reina, tu no estás gorda, solo un poco tremendita. ¡Pon el café ya Rogelio, y no digas más tonterías! Llégate por una telera de pan para tostarlo. -No pienso probar ni gota-Dice solemnemente.-Ahora mismo estoy en un régimen malísimo. Rogelio se acicala y pensando que mejor deja allí a sus anchas a la flor y nata de la “chocantez”. Sale y se dirige a por el pan. Otro remedio no le queda. Rogelio es muy bueno y muy santo, pero es más tranquilo que un vaso de agua, se entretiene charlando con el del pan, con el lotero, incluso está a punto de aceptar una cervecita que le invitan en el bar que está frente a la panadería. Menos mal que espeta un: “No puedo, tengo la casa llena de tiestos”. -¡VENGA HIJO QUE SE TE CAEN LOS HUEVOS!-Le grita Exuberancia totalmente malhumorada.- ¿Qué han ido a fabricar el pan? Y es que madre e hija están ya sentadas en la mesa de la cocina con un “reguerete” de platos y vasos de café. Y con la tostadora presta y dispuesta una vez que se corten generosas rebanadas de la telera que trae Rogelio. -¡Mira!, ¿Qué prisa tienes tu? ¿No decías que estabas a Régimen? Sí, pero mi madre tiene “mu malange” y ha traído una “fiambrera” de manteca colora de una matanza que se invitó ayer. Y claro, tiene sus reglamentarios dos dedos de Zurrapa de lomo, así que el régimen lo voy a empezar mañana mejor.

viernes, 26 de octubre de 2012

3. DEJAME LA TELE QUIETA.

Exuberancia, que así se llamaba ella, era muy buena y muy santa, pero tenía una “fartita”. Para Rogelio, suponía un verdadero placer volver del tanatorio “déjate de tonterías que ya me estoy asustando” y comer con su señora. Subir por la estrecha y comunal escalera que recorre los pisos de su bloque con las narices bien abiertas y dejar que penetraran por ellas los olores de los guisos que hacía su señora, era prácticamente como subir por las escaleras del cielo. Mientras ve el telediario, Exuberancia se afana en ponerle sobre la mesa todos los manjares que ha sido capaz de sacar de sus fogones entre charlas con las vecinas y ratos de ir por los “mandaos” al súper. Todo eso de la prima de riesgo está muy bien, que si el Ibex va hacia arriba, que si la Merckel nos descabella. Un incendio por aquí y un asesinato por allá. Pero realmente, todo esto le suena a Rogelio como a chino traducido a hebreo. Lo que espera realmente con impaciencia es la llegada del tiempo de las noticias deportivas. Con quien juega el Madrid, lo “malamente” que estuvo el árbitro con el Barcelona, en definitiva todo lo que el noble deporte del balón conlleva. Aunque acaben a veces usando guantes de boxeo. Pero é ahí la “fartita” de Exuberancia. Con la misma diligencia con la que recoge la mesa, agarra el mando a distancia y cambia de la primera a la dos con la velocidad de un instante. -¡Que haces gorda!, déjame los deportes hija…. -¡Que no!, ¡Que a mí me gusta ver esto! Y no hay nada que hacer, todos los días el mismo dilema, el mismo quiero y no puedo. -¿Pero tú por qué quieres ver esto?, si tu no lo has visto nunca.-Exclama Rogelio airado. -Si, este programa se llama “gente lista” y nosotros tenemos que verlo. -¡Que no coño!, se enfada Rogelio con estudiada mesura.- ¡Que es saber y ganar!, y, ni sabes, ni ganas “na”, y el presentador lleva ahí ya casi dos mil años, así que ponme los deportes. Rogelio piensa que lo que hace realmente es ver como contestan las preguntas como el que ve un frontón, pelota va, pelota viene. Que no tiene ni puta idea de lo que contestan. -¡OOOCHH!-Exclama entonces furibunda.- ¡Yo soy una mujer lista! Era la número uno en Literatura española. Precisamente yo estuve estudiando en el colegio las estructuras de las frases y me di cuenta de que hay una que siempre se puede aplicar conjugándola con todas las que se digan con anterioridad. Y todo esto, estirando el cuello hasta el espacio infinito y entonando una dignidad que por poco, hace pensar a Rogelio.
-A ver, ¿Qué es lo que descubriste tú?-Pregunta entre risas descreídas. -Después de mucho cavilar, me di cuenta de que la frase: “el coño tu hermana”, pega con toda frase, afirmación, pregunta o cualquiera cosa que se diga. -¡Vaya descubrimiento!-Dice decepcionado. -El coño tu hermana. -Lo que tienes que hacer es ponerme los deportes. -El coño tu hermana. -Al final me quedo otra vez sin ver el resumen del partido de ayer. -El coño tu hermana. ¿Has visto como pega con todas?, venga, di otra cosa, anda. SOY LISTA. -¿Tu lista?, Si tú te quitaste en sexto con ocho suspensos. Demasiado tarde se dio cuenta de que esta frase sobraba. No solo ya estaba el telediario dando el parte meteorológico, sino que ahora Exuberancia seguramente le cortará el pienso para una temporada.

viernes, 28 de septiembre de 2012

ESO ME PASA POR ENTREMETIA.

ESO ME PASA POR ENTREMETÍA.






Exuberancia, que así se llama ella, lanzaba rayos por la boca, mientras entornaba amenazante, unos ojos bilbaínos, tan seguros de cumplir sus amenazas como capaces. Tampoco bajaba mansamente el torrente sanguíneo de una vena que serpentea por su cuello, gorda como una soga.

-¡Será desgraciada la tía!, ¡le voy a dar dos guantazos que va a aprovechar hasta el ruido!, ¿Qué te parece que me dijo la guarra?-Pregunta a un Rogelio al que por habitualidad, en su ánimo no influye el aumento exagerado de volumen que Exuberancia imprime a sus frases.

-No te enfades, lo que pasa es que te lo tomas todo muy a pecho.

Y Exuberancia tuvo que usar sus manos poderosas para apartar las de un Rogelio que lanzaba unos “tentones” demasiado demostrativos de lo literal de la frase.

-¡Que te estés quieto coño! ¡No se para que te cuento nada!

-Pues eso, va y me “diseee”….-Y es que si no lo cuenta revienta, así que adopta ese tonillo de finura que quiere imprimir un deje pamplinoso en la parte contraria.

-¡No solo te pareces a tu madre, sino que eres más fea que tu padre! ¿Qué te parece?

Rogelio ni se inmuta, y sigue mirándola indiferente aun a sabiendas de que no tiene más remedio que aguantar su retahíla. O quizás sopesando lo cierto de la afirmación de la vecina.

-¿y tú que le dijiste?-Le pregunta antes de que se dé cuenta de esto último.

-¡OOCHHHH!-Como ocho, pero sin la o final.- ¡No me “tientes” a la familia, “so” asquerosa!

Y siguió punto por punto, coma por coma contando todo lo que le dijo y todo lo que le hizo, agotando mentalmente a un Rogelio que cuando exuberancia se pone de ese plan suele irse antes al trabajo.

-Eso te pasa por estar todo el día metida en la casa de la gente, te he dicho mil veces que cada uno en su casa y Dios en la de todos, gorda.

-¿Eso me vas a decir?, ¡Anda, vete ya a trabajar! ¡Y no me digas más gorda, Carajote!

Ya se enfado del todo, y Rogelio se marcha circunspecto aunque raudo para no empeorar un genio que no va a mejorar.

-Acuérdate de comprar el “mantecao” de chocolate ese tan bueno en el Día-Le dice en última instancia, perro viejo en lo que a estados de ánimo de su amada se trata, y en como aplacarla.

-Vale cariño-Le dice solicita.-Voy a tomarme el café “ancá” la Pepi y después voy. Me tengo que “explayar”.

domingo, 22 de abril de 2012

PAMPLINAS



















                                                   XI

 Me miró traicionera, esperando que hablara.Deseando que dijera.
 Suspirando por un tiempo cortado con tijeras.
 Como si fuera posible devolverlo…
 La vida no es un reloj de arena.

Vivimos entre errores cometidos, entre sueños soñados,
entre momentos perdidos.
Entre rumbos que no tomamos y que son distintos destinos.
Entre amores que no tuvimos, entre amores que no sentimos.

Pasando en fila y de la mano,
Chocando y uniéndonos agolpados,
Cambiándonos los trajes del alma.
Para irnos en vuelos separados.

Camina rápido, camina. Vuelve por dónde has venido.
No segaré tu campo sembrado de dudas.
Llévate contigo tu arado. Mis pensamientos ocultos.
Mis paraísos perdidos.

jueves, 5 de abril de 2012

HILOS DE TIEMPO


HILOS DE TIEMPO.


Sentada en su silla, repetía su ritual después de cada comida. Como una pausada obligación impuesta por su gusto, Carmen llenaba sus días de paños de lana. Punto arriba, agujas largas y unos dedos mecánicos que con precisión maestra transformaba las madejas de lana en prendas de todo tipo.
Quizás la única licencia que permitía a su respeto por un padre muerto hacía unos diez años, y a una madre que la miraba ofendida cuando atisbaba cualquier intento de alivio de luto.
Haciendo punto se entretenía. Única labor pulcra que su madre no veía como una frivolidad fuera de todo tiempo y lugar, sobre todo con lo mal que lo estaban pasando.
Pero su búsqueda obsesiva del final de un jersey o una rebeca, solo constituía el principio de una nueva prenda.
Eladio siempre entraba callado. Tras tocar una sola vez la aldaba de la puerta, caminaba en dirección a la cocina, cruzando el fresco patio inundado de grandes macetas, frondosas, olorosas, de todos los colores. Un vergel que exuberaba los días de aquella casa.
-¿Da Vd. Su permiso, Doña Mercedes?-Pedía con respeto y observando con ojos suplicantes mientras sostenía su boina entre sus manos. Cumpliendo como cada día con la obertura de un ritual casi sagrado.
Solo se sentaba única y exclusivamente cuando Dª Mercedes se lo pedía expresamente en una silla de enea que cada tarde esperaba la llegada de Eladio tan solitaria casi como su dueña.
Carmen saludaba sin dejar de hacer punto, atenta a no perder puntada mientras Eladio le hablaba de lo divino y en absoluto de lo profano, ante la atenta mirada de su madre. Intentado buscar cada día algo interesante que hiciera de una vez levantar su vista más de dos veces de su labor. Abundando entre ellos no obstante, más silencios que voces.
Dª Mercedes había dado su consentimiento para que Eladio le hablara a su hija incluso antes de que ella hubiese apenas unas palabras con él. Severa paladina de la virtud de su hija, se sentía la guardiana inefable de su honra, pero sabía por la irremediable sapiencia que da la edad, que cada cosa tiene su tiempo, y su hija paseaba ya por el jardín de las casaderas.
Carmen mientras tanto, apenas levantaba la cabeza de la lana.
-Que tengan buenas noches, hasta mañana-Se despedía Eladio, deshaciendo el camino que lo había llevado hasta allí.
Pasaron los días, que se vistieron de meses, estos pasaron como años y Eladio seguía su romeria como cada tarde, empeñado en cortar aquella flor que adornaba su maceta. Ella no se pronunciaba ni contraria ni a favor. Solo interesada en acabar una nueva prenda, y tranquilamente sabedora que tenía a Eladio como un muñeco a su disposición.
Una tarde, Eladio decidió echar el resto. Espoleado por una afán asustado por la impaciencia, y por una dilación excesiva en el tiempo a su parecer. Y sobre todo por una Dª Mercedes que comenzaba a ver con malos ojos a una chica que debería estar casada hacia tiempo. ¿Qué iba a pensar la gente?
Incluso había decidido buscarse alguna ocupación el tiempo que venía Eladio, a fin de dejarlos solos. Quizás sin su presencia los sentimientos podrían aflorar más fácilmente.
Sin embargo daba pie a que pasara lo que no deseaba. Aunque en estos tiempos, quizás la honra de su hija ya fuera un mal menor.
-Carmen, tengo algo que pedirte-Dijo Eladio por fin una tarde, después del sufrido silencio que acompaña a la duda.
-Llevo mucho tiempo viniendo a verte. Me gustaría dar un paso más.
-¿A qué te refieres?-Contestó Carmen extrañada pero sin levantar la vista de su labor.
-Me gustaría que te casaras conmigo. Si tú quieres mañana comienzo todos los trámites. Tengo una casa a la vista que está muy cerca de la de tu madre, he ahorrado un dinero para comprar todos los muebles que tú veas necesarios. Dime que si por favor-Soltó de carrerilla antes trabar su lengua con los nervios. Un discurso estudiado que salía por su boca como un chorro de piedras por una tubería.
-Tengo que pensarlo-Respondió.
-Llevamos mucho tiempo conociéndonos, ya deberías saber si me quieres-Respondió Eladio lastimero, inequívocamente decepcionado.
-¿Mucho tiempo? ¿Qué es para ti mucho tiempo?, tenemos toda la vida por delante.
Eladio no dijo nada, y como todas las tardes se marchó para volver al día siguiente, con la esperanza de que fuera ese el que confirmaba la aceptación de su propuesta.
Pero Carmen no accedía. Y aunque su orgullo le impedía volver a formular la propia petición, pedía a los cielos que la consabida insistencia de una Dª Mercedes totalmente de su parte le ayudara en la empresa.
Los fríos siguieron a los calores, y los meses se marcharon juntos en estaciones; frías, templadas y calientes, y una tarde Eladio no fue a ver a Carmen.
Pensó que estaba indispuesto. No era normal, pues no había fallado en todos estos años, ni por trabajo ni por enfermedad. Pero solo fue la primera vez.
La silla de enea quiera en su sitio le esperaba, pero Eladio no venía.
Carmen respondió a una nueva regañina de su madre colocando sus lanas y labores en la silla. No le importaba que Eladio no viniera.
Pero la ausencia de Eladio comenzó a hacerse costumbre. Y aunque no quería reconocerlo a su ya anciana madre, una extraña sensación de ahogo venía a ella cuando llegaba la tarde y Eladio finalmente no llegaba.
Dª Mercedes murió, lo que obligó a vivir a Carmen unos años en la absoluta soledad de una casa grande donde tampoco había ningún familiar cercano. Hasta que llegaron los achaques de la edad, entonces decidió ingresar en una residencia de ancianos.
Sus días se llenaron entonces de enaguas negras y roetes de pelo blanco. Una tarde de verano, sentada al fresco de un árbol del jardín de la residencia, sintió en su duermevela que venía alguien a visitarla.
-Hola Carmen, soy Eladio. Me han dicho que estabas aquí-Dijo un anciano que apareció al abrir sus ojos y cuyo corte de cara había cambiado, pero no esa mirada que clavaba antaño anhelante de deseos.
-Eladio ¿Eres tú?-Preguntó excitada-¿Cuánto tiempo hace que te fuiste? Te eché de menos ¿Sabes?
-Yo también-Respondió mientras tomaba entre las suyas unas manos blancas, surcadas de venas azuladas. Como las lanas que usaba antaño.
-¿Ya no haces punto?-Le preguntó henchido de recuerdos, manteniendo viva en su mente la imagen serena de aquella belleza ante la que no tuvo más remedio que claudicar.
-No fui buena contigo. Te dejé marchar. Ahora lamento todo el tiempo que hemos perdido.
-Nada de eso Carmen-Respondió siempre esperanzado.-Tenemos todavía todo el resto de nuestra vida.

martes, 27 de marzo de 2012

PAMPLINAS




X

¿Por qué le tratas así amor? ¿Por qué despojas a este Rey de su alteza?
Lo vuelves barco navegando en un mar de rocío,
Inocente que agacha la cabeza.

Alma que busca por la urbe, trazos de naturaleza.
Dando por bueno lo malo
Viendo signos de virtud en sus flagrantes vilezas.

Un amor recogido en paños de seda, por un viejo con su mano muerta.
Tan dura como una roca
ve una niña que bosteza.

Dale sus ojos de nuevo amor, que haga fuertes sus flaquezas
Aunque sea bonita su nube
Aunque quizás fallando se acierta.

lunes, 19 de marzo de 2012

MIXTURA


MIXTURA

Mis dedos serpentean habilidosos por el liso adoquinado de teclas blancas y negras. Con sorprendente presteza, tanta que ni me lo creo. Sin duda y sin miedo a cometer ningún error.
De aquel piano de cola del que no puedo ver el fondo salen suaves y acompasados los sonidos de la Sonata Nocturna Nº20 en C menor de Chopin. Perfectos, inmaculados, tal y como siempre soñé que saldrían al sentarme a un piano. Como me saldrían si supiera tocar el piano.
Mi mano derecha ejecuta, mientras la izquierda sigue el compás. No necesito partitura. Los dedos interpretan la música que sale de mi cabeza con soñado virtuosismo.
La música me envuelve como una fina cortina movida por el viento. Cierro los ojos, la música sigue sonando.
Los abro y mis manos se mueven rítmicas mientras agarran un volante. El parabrisas me muestra una carretera de noche, solo alumbrada por los faros de un coche que conduzco muy deprisa. No sé donde me dirijo ni por qué, solo piso el acelerador mientras la música sigue sonando perfecta, impoluta, haciéndome sentir bien.
Miro al espejo retrovisor y un coche se ha colocado justo detrás. Sus focos emiten una potente luz que me molesta sobremanera. Se refleja en el espejo interior y me deslumbra. Apenas puedo ver, intento desesperados cambios de carril, quiero alejar de mi vista aquella luz que me ciega.
Pero no puedo, sigue mi estela y aunque acelero no puedo dejarlo atrás.
Voy tan rápido que temo salirme en alguna de aquellas sinuosas curvas, pero necesito escapar de aquel brillo que me molesta.
Tal y como temía, mi coche se sale y vuelo por un acantilado. Caigo sin remedio hacia un mar negro, tan oscuro como un abismo. Cierro los ojos. No quiero ver como me estrello.
Tardo demasiado en colisionar. Lo noto y abro los ojos de nuevo, buscando alguna explicación de lo que pasa.
Entonces me veo acostado en mi cama. Una luz tibia y suave reina en mi habitación. A mi lado, sumida en un profundo sueño, mi mujer reposa. Bañándose en su mar de calma.
Miro hacia el ventanal que separa la terraza de nuestro ático. Una figura pequeña está encaramada al muro.
¡Es mi hijo pequeño! Sin saber como ni porque se ha subido allí, y con un brazo y una pierna colgando por el otro lado me mira divertido. Tan ajeno al peligro como un niño de cuatro años.
Desesperado salto de la cama corriendo hacia él. En mi camino, atravieso el ventanal que cerrado no es impedimento. Sus cristales me cortan; las manos, el hombro, incluso la cara. Su dureza rompe mi tabique nasal. Pero no me importa.
Alargo mis manos cuando ya su pequeño cuerpo comienza a seguir los dictados de la ley de la gravedad. El viento mueve su flequillo mientras lo agarro por el pijama como suspendido por el tiempo. Me mira divertido, inconsciente de lo peligroso de su juego.
Con las pulsaciones a mil, lo levanto como si fuera un muñeco y lo estrecho en mis brazos. Me mira y lo beso entre lágrimas de anhelo. Pese a su travesura, no puedo decirle nada.
Eso fue el día que murió.

viernes, 9 de marzo de 2012

PAMPLINAS


IX


Llegó un día que los besos se volvieron inmerecidos.
Las furtivas mentiras se tornaron incomodas verdades.
Los ardientes encuentros en inconvenientes pasados.

Me pensé incomparable a sus ojos, digna portadora
de atributos que por su falta, en mi si encontraba.
Segura de cambiarle el destino, de guiarle una barca
Que sin mi zozobraba.

Y solo fui mana por prohibido.
Ni antes fui la una, y ahora ni siquiera soy la otra.

domingo, 4 de marzo de 2012

LA SUSTITUTA


LA SUSTITUTA

Su tardanza otra vez confirmó todas nuestras sospechas. Don Enrique faltaba de nuevo a clase.
Ni que decir tiene que para nosotros, neoadolescentes de sexto de E.G.B. con las hormonas comenzando a agitarse más rápido que se santigua un cura loco, aquello suponía una hora de total libertad. Como si estuviéramos internados en un centro penitenciario y repentinamente nos abrieran una puerta.
Unos charlaban, los pocos dibujaban y los todavía menos leían o estudiaban para un examen que teníamos demasiado cercano. Pero quien tiene ganas de estudiar cuando estas justo debajo de una lluvia de bolas de papel. O cuando tu amigo Isco te cuenta con pasión lo bien que jugó el miércoles el Madrid en copa de Europa y lo fantástico que es Butragueño.
Como toda algarabía controlada, lo que comienza en susurros, pasa a charla normal y esta última se tiene que imponer sobre ella misma. Así que al final se acaba en griterío, risotadas y en un descontrol que no hay delegado de clase que lo remedie.
Inevitablemente, el tutor que casualmente está dando clase en una justo al lado, aparece con cara de pocos amigos e instaurando un fulminante silencio en el que parece que nadie ha roto un plato.
Seguid así nos dice, mañana viene la sustituta; la Señorita Dulce. Esa os va a poner más derechos que una vela. Y después de amenazarnos si vuelve a tener que venir, nos deja a todos una pequeña y mal disimulada preocupación. ¿Quién sería la susodicha Señorita Dulce? ¿Sería verdad que se comía un par de niños para desayunar?
No creo que al resto de compañeros les ocurriera lo mismo, pero lo cierto es que estuve el resto del tiempo pensando en ella, esperando con preocupación quien entraría por la puerta a las nueve de la mañana del día siguiente.
Un día tiene solamente veinticuatro horas, así que el siguiente llegó justo tras ese tiempo convenido. Y allí estábamos todos, más serios que alegres, esperando e incluso algunos rezando (como yo) por un nuevo retraso en el Ministerio de Educación con respecto al sustituto de Don Enrique.
Pero el Ministerio cumplió, y un repiqueteo rítmico de unos tacones que se acercaban hizo que volviéramos todos la vista hacia la puerta. Apareció tras la pequeña ventana como un espanto la mirada dura y escrutadora de una señora mayor que abrió sin mucha espera la puerta.
Ya tiene cara nuestro demonio, pensé mientras respondía tan coral como mis compañeros al buenos días que seria y casi en tono amenazante había lanzado la Señorita Dulce.
Hizo una presentación corta e inútil, pues todos sabíamos ya como se llamaba. Tan corta como su estatura pese a llevar tacones. Su cara, seria e inquisitiva, estaba surcada por un par de arrugas de expresión que añadían hierro puro a su mirada. Vestía clásica y muy formal, trasportando aquella aula de 1986 directamente a 1969 o más.
Pasó lista uno por uno, indicando al más atrevido que debían dirigirse a ella como Señorita Dulce. No hacía falta que recalcara lo de Señorita con tanto orgullo, pues se veía a la legua que era una solterona de tomo y lomo. Incurrir en otro apodo o apelativo que no fuera el estrictamente indicado por ella nos acarrearía matemáticamente tener que escribir su nombre cien veces.
Lo cierto es que teníamos unos cuantos profesores, pero solo esta sustituta había hecho que desde el minuto uno hasta más de mediada la clase, nadie hubiera apartado su vista de ella. Y sobre todo despegado los labios. Su larga lista de normas acababan todas con el mismo castigo repetitivo hasta la centésima.
Suponía que aquellas dos horas iban a ser muy largas. Pero pese a que todos los niños somos pequeños angelitos, como ocurre justamente en toda sociedad, hay de todo. Entre ángeles suelen salir algún que otro demonio, y el alma de alguno de mis compañeros más rebeldes no estaba dispuesta a ser atormentada así como así.
Yo veía con estupor como algunos comenzaban a coger una confianza que en absoluto estaba permitida so pena de tener que copiar cien veces cualquier frase correctora y matemáticamente encima; interrumpiéndola en sus explicaciones con preguntas que apenas venían al caso, pidiendo ir al servicio en el momento más inoportuno, no copiando algo que dictaba como de vital importancia para nuestra educación, e incluso uno que se atrevió a hacerle una pregunta tan personal como de donde venía.
Parte de guerra; varios escribiendo matemáticamente cien veces frases timoratas, algunos varias, uno en la esquina de la clase con la vista en la pared (castigo absurdo que me pareció como si nos hubieran metido en un campo de concentración) y uno expulsado en la sala de profesores.
Ante tanta desolación no abrí la boca y si hubiera tenido ganas de mear, posiblemente me hubiera meado encima. Y contento además.
Lo único bueno que tiene la guerra es su final, y las dos horas pasaron. Aquella mujer cercana a la jubilación y con aquella manera tan estricta de proceder anunció el final de la clase entre suspiros y las quejas no disimuladas de algún que otro valiente.
Ella se levantó, recogió su temario y su carpeta, y tan digna como había venido se dirigió hacia la puerta.
Contuve la respiración cuando paso a mi lado. Pero ella, se paró un momento, cruzó su mirada con la mía, y poniéndome una mano en la cabeza, me dijo adoptando una expresión de dulzura en su cara que no sabíamos que tenía;
-Que bueno eres, ojalá todos se hubieran portado como tú.
Y se marchó para no volver, dándonos una lección viva de un modo de enseñanza de un tiempo pasado. Haciendo que no viéramos tan malos a profesores que teníamos en un mal pedestal (Que por cierto, se rieron mucho cuando les contamos en clase las cosas que nos decía ella), y sobre todo; que en aquel tiempo y en el pasado (donde se había quedado estancada aquella señora) yo podía pasar sin ningún problema.
Desde entonces traté de no cambiar mucho mi forma de ser. Me dí cuenta de que por mucho mal que me contaran la vida, si me portaba como soy me iría siempre bien.

domingo, 22 de enero de 2012

PAMPLINAS


Esta va para ti. Que nos lleguen todos los 23 que se puedan, y queden fuera los 25. Por eso de la rima. Ya Sabes.





VIII

Soy un árbol que hunde sus ramas en la tierra
Una película cortada en su mitad
Una paz enfrentada con tus guerras
Un guía que no sabe a dónde va

Testaruda brújula fijada a tu norte
Estatua que se tiene que rascar
Cena después de una merienda copiosa
Destino que quisiera cambiar

Sin embargo me ato en tus lazos
Tus tierras inundan mi mar
Subo una escalera sin peldaños,
En el cielo no se esta tan mal

Aunque tu perro se coma mi gato
Tu queso devore mi ratón
Me quedo con el calor de tu sonrisa
Con el hielo de tu amor

viernes, 20 de enero de 2012

PAMPLINAS


VII

Si yo fuera una palomilla de las papas
Que cuando alza el vuelo
Va perdidamente atrevido
Hacia la calida luz de tu bombilla

No me eches fly que ya me quemo yo solo
¿Sabes lo que te digo?




Esta es auténtica(pamplina)

miércoles, 11 de enero de 2012

PAMPLINAS


VI


El sol me sorprendió pensando
Que ayer te estuve viendo
No ibas corriendo ni andando
Musa que te llega escribiendo

¿Otra vez saltando mi tapia?
¿Te tengo que estar riñendo?
Ni me estás dando ni robando
Pero mi corazón se para corriendo

La luna acaba llegando
Tanta noche se explica sintiendo
Mi razón se lo está pensando
Tanto vivir para acabar muriendo

El amor no merece tantos gerundios
No quiero sentir para estar sufriendo