jueves, 31 de diciembre de 2009

FELIZ AÑO NUEVO A TODOS.


Queridos amigos, con estas palabras, me gustaría felicitar a todos los que os molestáis en visitar mi blog.
Gracias de todo corazón por permitirme compartir con vosotros esta afición que he tenido toda mi vida.
Navideño no he sido nunca, pero si agradecido, y me gustaría aprovechar el cambio de año para agradecer vuestra amistad, porque si el 2009 se va a caracterizar por la profunda crisis que atravesamos, para mi ha sido entrañable, por la cantidad y calidad de las personas que he podido conocer,y tambien por las que conozco y he podido conocer mejor, por todas siento verdadero aprecio y amistad.
No obstante, como no quiero que esto se empiece a parecer al discurso del rey, al que minusculeo por razones obvias, termino ya.

Lo dicho, gracias a todos por vuestro apoyo, y también por las correcciones. Son mucho para mi.

Gracias.

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 5º: TRABAJANDO OTRA VEZ COMO LOS BUENOS.

Me costó un poco, pero finalmente busqué en la agenda del móvil el número de mi jefe. Dejé varias veces el móvil sobre la mesa, pues no sabía si hacia bien en volver a aquella oficina, vasto, pero acotado espacio que fue motor económico de todas mis aspiraciones pasadas, pero que durante mis últimos meses de depresión se había estrechado tanto sobre mí, que me había acabado asfixiando por completo.
Una vez lo encontré, cerré los ojos y accioné la tecla “llamar”, convenciéndome a mí mismo de que no había marcha atrás, que hacía lo que tenía que hacer. Tras unos cuantos tonos, la voz grave pero inconfundible de Don Fermín me saludó con interés, su forma de hablar como si no pasara nada no me gustaba demasiado, pero seguramente yo estaba muy susceptible. Aprobaba mi vuelta al día siguiente sin ningún problema.
Aquella noche no pude pegar ojo. Una mezcla de excitación e incertidumbre atrapó mi mente como un mago que coge un conejo por las orejas. Quizás esa misma excitación hizo que al sonar el despertador, me levantara sin un ápice de cansancio.
Una ducha, un café en el mismo bar de siempre y el mismo trecho en metro, me llevó de nuevo a la puerta de aquel bloque de oficinas, donde reinaba el mismo bullicio que a esa misma hora de todos los días laborables.
Trabajaba para una multinacional alemana dedicada a la tecnología del automóvil, fabricando componentes para casi todas las marcas, en el departamento de I+D, aunque había pasado por varios departamentos antes. Me había costado mucho llegar donde me encontraba, pero aunque no me gustaría perder mi puesto, si implicaba tener las mismas sensaciones que antaño, tenía claro que lo dejaría sin dudarlo.
Seguí la gigantesca estructura del edificio hasta el cielo, respiré hondo, y dirigí mis pasos hasta la entrada, con un extraño dolor de estomago.
En la entrada principal se encontraba el control de metales, y allí me esperaba el primer conocido, se trataba de Juan “el Kojak”, uno de los “seguratas” con los que tenía amistad. Alto como un árbol, y con menos pelos que una bombilla fundida. Me saludó efusivamente, dando muestras de una verdadera alegría por verme.
Pero “el Kojak” era un buen amigo, lo conocía desde hacía muchos años. Lo que realmente temía, era encontrarme de nuevo con todos los presuntuosos aquellos que poblaban el pasillo, y que en mis últimos días de trabajo, me miraban entre sonrisas conspiradoras, murmurando sobre mí.
Siempre me gustaron las cosas claras, así que lo primero que hice al salir del ascensor fue dirigirme a la oficina de dirección, con la mirada al frente, sin cruzarla con ninguno de aquellos entrometidos que ya empezaban a flanquear el pasillo que separaba los distintos departamentos con sus tazas de café en mano.
A mis dos golpes nerviosos a la puerta, un firme adelante fue la respuesta, despejando mis dudas, Don Fermín estaba en su oficina.
Don Fermín ya se encontraba sentado frente a su ordenador, con un café humeante en su mano derecha. Se levantó ipso facto al verme, y me estrechó la mano firmemente, dándome varias palmaditas en la espalda.
Me repitió varias veces lo contento que estaba de que me incorporara de nuevo, y su deseo de que volviera a sentirme lo mejor posible.
La verdad, es que todo esto me olía a “Peo de cochino”, pues Don Fermín, aunque en apariencia fuera un señor correcto y respetable, a veces, era más cabrón que bonito. Además, la forma en que me fui, no fue la mejor.
Pedí vacaciones pues no me podía concentrar, pero el solo encontró solución mandándome al psicólogo de la empresa. Lo mandé a tomar por culo, y fue tal el portazo que di al salir, que todos mis compañeros siguieron con la mirada y boquiabiertos mis pasos hacía el ascensor, mientras me desabrochaba la corbata.
Ahora todo eso parecía agua pasada, pero aunque la situación me inquietaba, no tenía más remedio que seguir el ritmo de los acontecimientos. Pero de todas formas, me alegraba haberme quitado un peso de encima, y alegrarme por algo, no dejaba de ser últimamente un logro…

viernes, 25 de diciembre de 2009

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 4º: BUSCANDO UNA RAFAGA DE AIRE FRESCO

Habían pasado ya unos cuantos días desde que desperté. Mi mente en estos momentos era una barca que a duras penas navegaba en un mar de dudas, atravesando una gran tormenta en el océano de la depresión. Miraba a babor, a estribor, incluso a proa y a popa, pero no veía la manera de encontrar un camino en medio de la tempestad.
Pero no iba a esperar la luz de ningún faro. Actuaría ya. Pero esta vez seguro de mi mismo, no quería volver a tener problemas con mi conciencia, y menos en vista de la mala hostia que se gastaba.
Mis primeras medidas, habían sido convertir la zahúrda donde vivía en lo que había sido hasta ahora, un hogar. La limpieza fue a fondo y bastante exhaustiva, pues tres meses sin pasar siquiera la fregona, no eran moco de pavo, entrar en el cuarto de baño podía ser motivo suficiente para hacer vomitar a una cabra. Además tenía que hacerme a la idea, de que nadie iba a venir a limpiar por mí.
También pensé que necesitaba revitalizar el cuerpo, así que trate de volver a poner en práctica, una costumbre que perdí una vez casado. Y no era otra que ir a correr al parque. Seguro que me serviría para oxigenar mi mente.
Saqué mi vieja ropa de deporte, y me compré unas zapatillas para correr, las más ligeras que encontré, también había decidido que no iba a escatimar en mis aficiones, al fin y al cabo no tenía otra cosa.
Mi primer día de carrera fue un desastre, me propuse correr diez minutos, no mucho para lo que solía correr antaño, pero suficiente para el pésimo estado de forma que presentaba. El caso es que no aguante ni cuatro míseros minutos. Nunca pensé que estuviera tan mal, y eso que no fumaba, el corazón parecía querer escapar de mi pecho.
Cuando decidí que no podía dar un paso más, me paré junto a un banco, que allí acompañando a un árbol, parecía abrir sus brazos hacia mí, como si yo fuera un niño pequeño, y el, un familiar que te dice que te va a llevar a dar una vuelta.
Sabía que debía hacer unos estiramientos, pero no podía. Y es que justo cuando estaba estirando antes de iniciar la carrera, una chica había pasado junto a mí. La cantidad y calidad de los pertrechos de hacer footing que llevaba y los auriculares del mp3 que portaba en sus orejas, revelaban que no era una corredora tan ocasional como yo.
Lo que no me importó en absoluto, mi alma competitiva salió a relucir de nuevo, jugándome una mala pasada, pues decidí rápidamente llevar el ritmo de ella, iniciando un trote perseguidor que solo alcanzó para observar durante uno o dos minutos el movimiento rítmico de su coleta, y también de su culo, para que voy a negarlo. Acabando en un trote cochinero que hubiera seguido un caracol.
El sobreesfuerzo me propició un fuerte dolor de costado, y una aceleración tan grande del cansancio, que la vista del banco me pareció la de un oasis en medio de un gran desierto. Me senté jadeante, esperando que la chica no se hubiera percatado del botarate que había intentado seguir su ritmo con tan poco éxito. El aire fresco de la tarde entraba y salía de mis pulmones provocando una sensación muy placentera, me hacía sentir realmente vivo, dando a la adrenalina un verdadero motivo para que nuevamente subiera por todo mi cuerpo.
Definitivamente iba a dar continuidad a esta actividad, que aunque me había destrozado las piernas, me hacía sentir bien.
Una vez en la casa, me di una buena ducha de agua caliente, de nuevo, una grata sensación volvió a mi cuerpo a la vez que el agua caliente caía sobre mí.
Estaba decidido, iba a telefonear a mi jefe, debía volver al trabajo. Volver a darle una rutina a mi vida podía ayudarme a olvidar definitivamente el pasado, a buscar de nuevo el horizonte.

jueves, 17 de diciembre de 2009

EL INVIERNO DEL CORAZON


CAPITULO 3º: Y MI CONCIENCIA ME HABLÓ.

De repente me sentí mal, desilusionado por el engaño urdido por mi conciencia, un golpe muy bajo, aunque tengo que reconocer que puede que no la hubiera escuchado nunca si no hubiera recurrido a ese ardid. Por los entresijos de mi interior solo corría desbocada la desesperación por la destrucción de mi mundo, un mundo muy particular, que sería mejor o peor, pero que era por el que siempre luché.
-Tienes que intentar cambiar tu vida Manuel- Me dijo, mirándome tan fijamente, que me hacía dudar que no fuera la verdadera Susana. -Mira en que te has convertido, llevas mucho tiempo metido entre estas cuatro paredes, y te aseguro que vas a acabar mal- . Sentenció dándole cierto tono lastimero, aunque al menos no tan bajuno como mostró desde un principio.
-No puedo Susana-. Confesé llevándome las dos manos a la cabeza y atusando nerviosamente y hacia atrás mi desbaratado flequillo.- Se que yo mismo me estoy haciendo daño, pero te echo de menos, no puedo dejar de pensar en ti-.
-Tienes que reaccionar Manuel,¡ y no me llames más Susana carajote!, que yo soy tu conciencia. Volvió a enfadarse.- ¿Dónde está tu orgullo?, te pone los cuernos, se divorcia de ti, y tú sigues pensando en ella. Que poco vales, tú antes no eras así.
-Tienes razón, no valgo nada-. Dije sin añadir nada más, consciente de que todo lo que decía era cierto. –aun así, quiero que vuelva, no sé si podré seguir mucho tiempo sin ella.
-¡Sin ella, sin ella!- Dijo empleando un tono de burla enfadada que ya estaba siendo demasiado habitual. - ¡Eres tonto de remate!, ¿no ves que eso es como si un pájaro quisiera hacer un nido en la cabeza de un gato?. Ya no hay marcha atrás.
-Tú eres muy buena persona, sobresaliente en tu trabajo, y siempre tuviste éxito con las mujeres, ¿por qué te ofuscas de esta manera?. Tienes que volver a encontrar el camino Manuel, la vida no se acaba aquí. Además tienes que ducharte, hueles peor que un nido de abubillas-. Me soltó tan fresca otra vez, haciendo una mueca inexpresiva que venía tan poco a cuento como su comentario.
-Ahora tengo que irme, espero que me hagas caso, o volveré, y te advierto que no quiero tener que presentarme como Susana de nuevo, te puede costar otro bofetón. Adiós capullo-. Dijo con aire de suficiencia y haciéndome dudar de que más que mi conciencia podía ser mi alter ego.
Se levantó del sofá, sin mirar hacia atrás, se dio media vuelta y caminó hacía el portón de salida desvaneciéndose en el aire antes de llegar al pasillo, pero dejándome una ráfaga de aire fresco, una nueva sensación que hacía tiempo que no sentía. Quizás fuera esperanza.
Tiene razón mi conciencia, tengo que pensar la manera de salir de mi caparazón, voy a abrir las ventanas de este cuarto en busca de aire nuevo. Dejare que el sol de la mañana caliente otra vez mi piel. Voy a abrirme otra vez a la vida…

domingo, 13 de diciembre de 2009

MAS CAPEL.





Una pequeña muestra más de su obra, sin duda, un genio de la pintura.

lunes, 7 de diciembre de 2009

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 2: LA VOZ DE MI CONCIENCIA.

Abrí los ojos con dificultad, sin tener una idea clara del tiempo que había estado durmiendo, de nuevo allí, justo donde no quería estar y a una hora que desconocía.
La luz de la calle se filtraba por la ventana, entre la cortina y la poca franja de cristal que esta no cubría.
La televisión había estado todo el tiempo encendida. Ni su particular tele-maratón había conseguido que despertara del profundo sueño que me había embargado. Ahora mostraba a Burt Lancaster y a Deborah Kerr mojados y revolcados en la arena de una playa Hawaiana, en “De aquí a la eternidad”, besándose apasionadamente.
Cuando Burt miraba de frente y sonreía mostrando esa perfecta dentadura, lo veía claro, estaba burlándose de mí y de mi situación. Deseé que lo pillara el Capitán con su mujer, por cabrón.
Mi espalda había sucumbido al duro combate que libró con aquel sofá espanta-visitas, que en su día creí el sumun de la comodidad, mi vegiga estaba a punto de reventar tambien, así que pedía una tregua, de modo que no tuve más remedio que iniciar un lento y penoso caminar hacia el cuarto de baño.
Ya que estaba allí, me senté en el W.C. No sé quién me contó una vez que era el sitio donde se habían forjado las mejores ideas de la humanidad, aunque personalmente creo, que también es el sitio donde han ido a parar otras muchas.
Tenía que hacer algo, estaba dispuesto a olvidar todo lo que nos había sucedido. Tenía que lograr que ella volviese otra vez, la casa había perdido totalmente su alegría, así que debía remediarlo. Quizás no estuviera todo perdido. Tenía que llamarla por teléfono, tenía que buscarla…
Y en mis pensamientos estaba, cuando una voz conocida me sacó de golpe de mis elucubraciones, una voz que había deseado oír más que a nada en el mundo.
-Manuel, Manuel, Manueeel- Me llamaron desde el salón, provocando que me tuviera que poner el pantalón del pijama rápida y aturrulladamente.
Pero valió la pena, ahí estaba ella, sentada en el sofá, recta y mirándome con cara de pocos amigos, aunque aquí, en nuestra casa. Por fin Dios había oído mis plegarias, quizás hubiera recapacitado, no sabe cuánto lo he deseado.
-Siéntate aquí a mi lado, anda, tenemos que hablar- Dijo de nuevo, sin alejar el rictus serio de su rostro, y con un tono que me pareció algo raro, entre autoritario y desentendido.
Anduve hasta el sofá, mientras pensaba que debía ser más protocolario de lo que había sido siempre en nuestra relación, así que me agaché al pasar a su lado con la intención de darle aunque sea un par de besos.
¡Zaaas!, Bofetón al canto. Y lo peor es la cara de tonto que se me ha quedado, ¡si era en la cara!, un beso de hermano.
-¡Susaana!. Fue lo único que me atreví a decir llevándome la mano a mi mejilla derecha.
-¡Que Susana, ni Susana!, ¡soy tu conciencia cojones!. Dijo ella un tanto alterada y con un tono tan barriobajero como convincente. Esa no podía ser Susana aunque tuviera su cara y su cuerpo.
-Si es que llevo mucho tiempo queriendo que me escuches, Copón, pero tú: Susana, por aquí, Susana por allí, ¡Coño!, que me he tenido que presentar como Susana para que me hicieras caso. Se explicó mi conciencia, más chabacana aún si cabe.
-No sabía yo que mi conciencia era tan bajuna. Respondí, aun dolorido, tanto en el orgullo, como en mi cara por el guantazo.
- ¡Miraaa!, ¿A que te meto otro?- Amenazó .-Escúchame, que es lo que tienes que hacer-. Así que me dispuse a escuchar sus palabras….

jueves, 26 de noviembre de 2009

CACERIA.


Esta vez no erraré el tiro, si vuelve a acercarse al cebo, no fallaré nuevamente. Se cree que el chaleco de la Cruz Roja lo va a salvar.
La todavía quejumbrosa chica, llora y grita, justo en medio del puente, tal y como planee.
El chico, vuelve a parapetarse, mira inseguro, tratando de localizar inútilmente mi ubicación. Pero hay muchos edificios y me he cambiado de habitación ya un par de veces. Tiene valor el chico, ya lo ha intentado tres veces, aunque no ha dado el paso hasta ahora. Pero este es mi trabajo, injusta es la guerra.
Parece que ya lo intenta, camina veloz hasta el charco de sangre donde reposa la chica. Vuelve a mirar a derecha y a izquierda. Se agacha tocando nervioso el pie de la chica.
Le ha agarrado la mano, y mientras le acaricia la cara trata de buscar la manera de levantarla sin dañar la pierna que le he destrozado.
¡Vaya!, parece que llora. Ahora la besa en los labios mientras disparo…

miércoles, 18 de noviembre de 2009

MAS MONEDAS HALLADAS.




Pasaban las diez y media de la mañana cuando eran avisados los arqueólogos Salvador y Manuel Montañés que trabajan en las excavaciones que se vienen realizando desde hace unos meses en el cerro del castillo de Medina Sidonia. Dentro de lo que había sido un aljibe abovedado y seco apareció una primera vasija de arcilla en cuyo interior aparecieron casi un centenar de monedas de bronce.

Las primeras estimaciones realizadas nada más verlas las databan en el siglo XVII, dentro del reinado de Felipe III, ya que aparecía en alguna de ellas simbología de Castilla y León.

Por la tarde, se daba con otra vasija, esta vez con unas 700 monedas en su interior y que elevaban a 828 el total de monedas localizadas de momento. Muchas de ellas se encuentran en buen estado de conservación, aunque en su mayoría presentaban el moho característico que se asienta sobre los metales con el paso de los años.
Fuente: DIARIO DE CADIZ.

lunes, 16 de noviembre de 2009

IRON MAIDEN



Los Maiden, que más se puede decir?

sábado, 7 de noviembre de 2009

DIFÍCIL RESOLUCIÓN.


El Sr. Juez miro de soslayo a las dos partes en litigio. Sin duda era el juicio más estrambótico en el que había participado jamás, pero ya se había acabado el plazo de alegaciones, así que no podía demorar más la resolución del caso.
Llevaba más de dos semanas dándole largas al expediente del juicio, que tan diligentemente le traían de la jefatura superior. Pero lo cierto era, que sabía que su veredicto, y el propio juicio en sí, iba a dar mucho que hablar.
Fijó su mirada al techo de la sala, atento al runrún que flotaba en el ambiente como si el humo de una gran fogata se hubiera adueñado de la sala. La duración del mismo, y el silencio que se diera cuando exigiera atención, serian claros indicadores de la expectación que daría su veredicto.
Por fin, decidió Levantar su mano, exigiendo atención a la expectante concurrencia, y comenzó su alocución.
-Debo condenar y condeno a la Srta. Dª Alfonsa Séptica, azafata de eventos, al pago de una indemnización de seis mil euros, al Sr. D. Juan Pobre Hombre, Ginecólogo de profesión, por los hechos acaecidos en la conferencia de ginecología impartida por el mismo del 20 del mes pasado.
Las protestas más airadas del abogado defensor, no se hicieron esperar. El juez sin embargo, guardó silencio, esperando que terminara su perorata, y las risas de toda la concurrencia.
Sin dudar ni un instante, respondió:
-No va a lugar la protesta. Y aunque me cuesta aplicarla, la sentencia es firme. Si bien, el trabajo de la Srta. Alfonsa, había sido impecable en la entrega de panfletos, es un hecho manifiesto y evidente, que la tremenda ventosidad efectuada por ella en el estrado al agacharse a coger uno de los panfletos caídos al suelo, arruinó la conferencia, al ser la sorna, la nota dominante de la misma. Incluso hubo que atender de urgencia a un miembro del público por un ataque de risa-.
Entonces la sonrojada Srta. Alfonsa levanto su mano y dijo:
-La culpa la tuvieron las castañas Señoría-

martes, 3 de noviembre de 2009

ADIOS.



Ayer me quedé con una sensación de tristeza cuando me enteré de la noticia de la muerte de este gran actor español.
Creo que junto con Alfredo Landa, nadie más supo plasmar el estereotipo de español, bajito y cabreado casi siempre.
Memorable cuando le decía a su hijo en una película eso de: MAMELUCO, MELENUDO, ALTO, YEYE.

Siempre he pensado que alguien puede hacer que su trabajo lo haga formar parte de la vida de otra gente. Este hombre lo ha conseguido.

jueves, 29 de octubre de 2009

BONITA FIESTA.

BONITA FIESTA
El hombre luce una inquietante sonrisa, me mira tocando con su mano derecha el cristal, en su cara se dibuja una mueca, un destello entre apenado y curioso. No lo he visto en mi vida, quizás conoce a alguien aquí, a mi hermano o a mi cuñada, puede que incluso a mi madre.
Qué cantidad de gente está desfilando por aquí. ¡Vaya sorpresa!, no creí nunca que mi vecina fuera a aparecer por aquí. Si supiera que la estoy viendo saldría como alma que lleva el diablo, pero supongo que aunque no traiga ni una triste botella de vino, tendré que agradecer su presencia, hace muchos años que no nos hablamos.
Ciertamente, nunca pensé que pudiera darse esta situación, así que espero que esto sea momentáneo, aunque me resulta curioso ver como se da cita aquí tanta gente. Yo nunca fui muy cumplido.

Me parece que no voy a acabar esta fiesta. No soporto ver a mi madre llorar.

viernes, 23 de octubre de 2009

CAPEL.





No se equivocaban en Suiza cuando catalogaron a Antonio Carlos Guzmán Capel, como un genio de la pintura, a la vista de su obra y con tan solo catorce años. He aquí una muestra de su obra.

sábado, 17 de octubre de 2009

Genio Sabina.



Sin palabras deja esta canción. ¿Quien podría plasmar mejor la melancolía en una canción que Sabina?

miércoles, 7 de octubre de 2009

FUI


Me gustó el ejercicio, y este fue mi desafortunado intento.

Fui libro de registro,
de penas anhelos y pesares.

Fui el numero olvidado
de la calle del pasado.

Fui la muñeca de trapo
en la boca de un perro.

Fui la corbata improcedente
que se uso en una boda solamente.

Fui la carretera secundaria
que cruzaste en barco.

Fui la constelación más brillante
que miraste a las tres de la tarde.

Fui la mancha en el vestido de comunión
cuando saliste a leer.

Fui la perdición y el encuentro
de la poca razón que tenía.

Fui la mecha apagada
en un bidón de agua.

Fui la maleta cargada de esperanza
que tiraste por el puente al agua helada.

Fui el lienzo tenebrista
que pintó una verdadera artista.

Fui el traficante de sueños
que metieron 4 años en el puerto.

Fui quien te quiso,
vete al carajo.

Y no decidme nada,
que estoy cabreado.

martes, 29 de septiembre de 2009

MURIO LUCY LA QUE ESTABA EN EL SKY CON DIAMONDS.



Merece un homenaje la chica que inspiró esta canción de los Beatles.
Se publicó en 1967, y era uno de los sigles del disco: "Sgt Pepper's Lonely Hearts Club Band".
Aunque dicen que quizás querían decir con la canción LSD, que era la droga más popular de aquellos años.Por lo visto Lucy era una amiga de Julian, el hijo de John Lennon.
Descanse en Paz Lucy.

sábado, 26 de septiembre de 2009

LA DOTE.



Año 1009 Cora de Sidonia.



El trote imparable de los caballos de la impaciencia pasó levantando una gran nube de polvo en su mente, y aunque todavía quedaba mucho para que el sol comenzara a trepar por los montes de la sierra en su camino diario, decidió levantarse y dar un paseo por las murallas del Alcázar.
Todos los soldados con los que cruzaba su camino, lo saludaban entre respetuosos y sorprendidos, quizás no entendían como el mismísimo hijo del sultán Al-Hakam II andaba tan temprano compartiendo la miseria diaria de sus vidas.
Karim Hakan había llegado a la Medina hacía dos días, pretendía ponerse al frente de los preparativos de su inminente boda, pero al encontrar todos los cabos más que atados, solo le restaba esperar impaciente a que llegara su futura esposa.
Paró sus pasos a la vista del Castillo de la estrella, se apoyó en la muralla y contempló sereno como las sombras que lo rodeaban comenzaban a mitigarse, y aunque pequeño, se levantaba majestuoso, evocándole nítidamente el recuerdo de la primera vez que vio a Jasmina, Su padre el supervisor del visir llegaba de visita junto con su familia, y un rayo de luz pareció iluminar la cara de su hija, cegando desde entonces la mirada y el pensamiento de Karim.
La salida del sol rompió la ensoñación del hijo del Sultán, trayendo de su mano una ligera sensación de alegría, pronto llegarían la anunciada caravana que traía desde Granada a su amada que volvía de despedirse de su familia.
Cuando por fin se decidió a bajar a rezar sus oraciones, su padre ya estaba de rodillas, enfrascado en una profunda meditación, recitando en voz baja unos versículos.
-Bismillah ir-Rahman ir-Rahim. Dijo Karim comenzando con su oración, sincronizándola con su padre.
Pero no podía concentrarse en la oración, por lo que levantó sus rodillas, deseoso de transmitir a su padre su intranquilidad. Este le reprendió pero la sonrisa que se dibujaba en su boca, dejaba a las claras que comprendía la impaciencia de su hijo.
-Mande emisarios a su encuentro padre, no puedo soportar más la espera. Solicitó desesperadamente Karim, recordándole a su padre sus tiempos de niño, cuando quería montar a caballo a toda costa e imploraba lastimoso.
-No te preocupes hijo, ya tienen que estar al llegar, no obstante mandare un par de emisarios para que te quedes más tranquilo. Le dijo, pasando el brazo por el hombro de su hijo, caminando hacia el patio de armas a pasar la revista a la guardia.
Estaba deseando ver entrar por el arco del sol la comitiva de su amada, el fragante olor de las plantas que colmaban los arriates volvía a traer a su mente los recuerdos de la primera vez que probó el sabor de sus labios, estaban allí sentados en el pequeño jardín del árbol, el frescor del agua de la pequeña fuente, y el murmullo del agua eran su única compañía. Se juró que ese día lo convertiría en eterno.
Por fin divisó desde la torre una nube de polvo. No podía ser otra que su amada, bajó corriendo a avisar a su padre, que tranquilamente sentado, repasaba un libro de cuentas.
Se alegro de ver llegar a su hijo radiante de felicidad, así que decidió que era momento de darle el regalo de bodas que tenía preparado para él. Doscientas monedas de plata en una bolsa, con la que pagaría el precio que el padre de Jasmina había fijado para su hija.
Karim besó a su padre emocionado, subiendo a toda prisa al caballo que le esperaba en el patio, y que llevaba preparado toda la mañana y salió disparado hacia la puerta del Sol.
Cuando se abrió la puerta, descubrió que los que venían eran los emisarios que había mandado su padre. El más viejo de los dos, caminó cabizbajo hasta el hijo del Sultán, puso su mano en el pecho y le informó que la caravana había sido atacada en la sierra por unos rebeldes, solo habían encontrado cadáveres, incluidos los de su prometida y su padre.
Una nube blanca espesa rodeo por un momento todo a su alrededor, el golpe era tan fuerte, que sintió como la realidad se rompía en mil pedazos, que dejaban al descubierto un hueco por el que caía a toda velocidad.
Subió nuevamente al caballo con la misma velocidad como las lágrimas surcaban su rostro para perderse en su oscura barba juvenil, con tanta rapidez como se había dado cuenta de que su mundo se había perdido para siempre.
Subió veloz a la torre más alta de la alcazaba, lanzó su turbante al viento y acto seguido se arrojó al vacío.
Su padre lo encontró horas más tarde, en una de sus manos aferraba la bolsa de las monedas, y en la otra el pañuelo que le había dado su Jasmina.
Callado y con el alma vacía, le retiró la bolsa de las monedas de su aún caliente mano, y solitario se dirigió hasta el pozo vacio que se encontraba en la torre del oeste. Tratando de evitar las lagrimas, lanzó por su pequeña abertura la bolsa de las monedas, al tiempo que decía en voz baja: Bismillah ir-Rahman ir-Rahim ("En el nombre de Dios, el más Misericordioso, el Compasivo").

sábado, 19 de septiembre de 2009

IMPORTANTE HALLAZGO.

Arqueólogos hallan monedas de plata de la época hispano-musulmana en el Cerro del Castillo de Medina Sidonia
ANDALUCÍA,16/09/2009,teleprensa.es.


Monedas halladas por los arqueólogos



Los trabajos de excavación se enmarcan dentro del programa 'Curtur Cad', financiado por el Ministerio de Fomento y la Consejería de Cultura

El equipo de arqueólogos que trabaja en las excavaciones del Cerro del Castillo de Medina Sidonia (Cádiz) ha hallado monedas de plata de la época hispano-musulmana. En un primer estudio, se ha podido determinar que las piezas encontradas pertenecen a los califatos de Abderramán III, Al-Hakam II y Hisham II, comprendidos entre los años 891 y 1013.

Las monedas, ocultas en un agujero, se encontraban dentro de una bolsa de tela, de la que se han conservado algunos fragmentos adheridos a las piezas. El grado de conservación de las monedas es excelente, pese a que algunas estén fragmentadas y otras, recortadas.

La Consejería de Cultura y el Ayuntamiento de Medina Sidonia están realizando estas excavaciones arqueológicas para apoyar al proyecto de 'Consolidación y restauración de los restos emergentes del Castillo de la ciudad', que se enmarca dentro del programa 'Curtur Cad' y que está financiado por el Ministerio de Fomento y la Consejería de Cultura. La inversión asciende a un total de 1.2000.000 euros.

La delegada de Cultura en la provincia de Cádiz, Yolanda Peinado, ha manifestado su satisfacción por este hallazgo, que pone de manifiesto la importancia de la provincia gaditana "en la tradición histórica y cultural" de Andalucía.

"En las últimas semanas estamos asistiendo a varios hallazgos de gran importancia como es el caso de los cañones encontrados en San Fernando, los restos arqueológicos y paleontológicos de Villaluenga del Rosario y ahora las monedas encontradas en el Cerro del Castillo de Medina Sidonia. Con esto se demuestra la importancia histórica y cultural que tiene esta provincia en nuestra comunidad autónoma", ha destacado la delegada.

domingo, 13 de septiembre de 2009

ALGUIEN ME LO CONTÓ.


Las luces de la mañana decidieron salir a hacer compañía al nuevo día que comenzaba ya a despuntar.
La noche había sido muy larga para aquellos hombres, pues su totalidad, y buena parte de la tarde del día anterior la habían dedicado a la preparación de una barricada con la que pretendían bloquear la entrada de aquel pequeño pueblo que sin embargo se antojaba ahora demasiado grande para poder defenderlo.
El Capitán Soler estaba allí de pie, mirando altivamente por encima de la barricada gracias a la posición elevada que había conseguido subiéndose a una gran caja de madera, que junto con una carreta volcada y un montón de sacos terreros formaban el obstáculo con el que pretendía frenar la llegada de los facciosos que habían anunciado la avanzadilla que llegó el día anterior, y que fue convenientemente arrestada y metida en el calabozo como correspondía al delito de alta traición que habían cometido.
Confiaba en que no fueran muchos, y que la sublevación que les habían anunciado e invitado a secundar, no prosperara.
Echó un rápido vistazo a sus hombres, que no eran muchos, aún así ocupaban la totalidad de aquella barricada con eficiencia, cubriendo todos los huecos posibles, y empuñando sus fusiles confiados en que cumplían con su deber. Incluso esa mañana se han afeitado, y puesto sus mejores uniformes, como corresponde a un buen Guardia Civil.
De repente se oye el rugido de unos motores subiendo por la carretera, la suerte está echada, así que el Capitán desenfunda su pistola y se prepara, mientras piensa; malos tiempos para mi España.

domingo, 30 de agosto de 2009

INIMITABLES.



Geniales. El nombre de mi blog viene de algún sketch que oí de Luis Sanchez Polack en la radio. El absurdo hecho arte.

CONOZCO ALGUN POETA QUE COMENZÓ ASÍ.

jueves, 27 de agosto de 2009

LA LEYENDA DE MARIA MARMOL.


Cuenta la leyenda, que en la peña arenosa donde se ubicaba el tejar, una fría mañana de lluvia, un joven zapatero miraba el horizonte.
No le importaba el aguacero que con tanto afán, regaba los campos de Medina. Su mirada se había perdido en un pequeño bosque que podía divisar desde allí, dejando escapar de sus ojos unos brillos grises, residuos invisibles de sus amargas evocaciones.
Dos días hacía que su prometida había roto en mil pedazos el compromiso que habían adquirido, tantos como los que habían saltado de su corazón aquella última vez que hablaron.
Tal era su desesperación, que calándose la capucha de su raída capa gris de modo que nadie viera que no podía dejar de llorar, había subido hasta la Calle San Juan, esquina con la calle Hércules. Caminó de noche, por donde nadie lo viera, tratando de componer una especie de oración o plegaria, esperando que la dama le ayudara, siguiendo consejo, y atraído por la fama de benefactora de la noble romana.
Pero ya habían pasado dos días y todo seguía igual, su amada no quería saber nada de él. Así que agarrando por la mano su desesperación, se presentó en aquel lugar, con la firme intención de lanzarse al vació, escaparse de su prisión.
Cuán grande sería el amor que sentía, que había eliminado de su vida toda familia y toda razón, y su aterciopelada mano había apartado toda esperanza y deseos de vivir.
Por eso, no dudo un instante, y saltó. El frio aire que sentía al caer, le hizo evocar recuerdos de su vida de los que últimamente se había olvidado, pero a media caída, un golpe seco sobre la ladera arenosa, los interrumpió bruscamente.
Ahora rodaba por la ladera, dando vueltas y más vuelta, sobre el terreno embarrado. Hasta que cayó junto a un cañaveral, quedando tendido boca arriba.
Entonces vio a una mujer que con paso cadencioso, se acercaba a él. Con una bonita sonrisa, entre divertida y burlona, el contoneo de su andar movía con gracia los pliegues de su túnica blanca inmaculada, mientras unos graciosos rizos caían por detrás de sus orejas.
No sabía quién era aquella mujer aunque le parecía familiar pese a no haber visto su cara nunca.
Cuando llegó a su altura, la dama acarició las mejillas del joven carpintero con sus suaves dedos, provocando en él una placentera sensación de tranquilidad y sosiego.
A la par que le dedicaba una graciosa sonrisa, el joven comprendió quien era, y no pudo evitar que lagrimas de desesperación salieran de sus ojos. Quería explicarle, pero no podía hablar, no sabía cómo hacerle entender que lo que pedía lo hacía de corazón. Que le dolía que no lo hubiera ayudado.
Entonces la cara de la serena dama, tornose pétreo y triste, abordadas sus mejillas por un reguero de lágrimas, sentía mucha pena ante aquel reproche.
Se sintió tan mal por haber roto la belleza de su cara, que el joven sacó su pañuelo y con el secó las lagrimas de la Señora, a la que pidió que por favor olvidase sus palabras. No se sentía nadie para hacerla llorar.
La cara de la dama romana, cambió su semblante, y en su fina cara se dibujó de nuevo una alegre sonrisa, que confortó al carpintero, devolviéndole la sonrisa.
Volviendo a sonreír, la Señora le acarició la cara al tiempo que se despedía, la vio caminar hasta que su figura se hizo borrosa en una clara oscuridad.
Abrió sus ojos al sentir una mano que le limpiaba la sangre que brotaba de su frente.
Turbia apareció a escasos centímetros de su cara la de una chica que había dejado su cántaro de agua para auxiliarlo.
También cuenta la leyenda que con el tiempo se enamoraron perdidamente el uno del otro, y que fueron felices.
Y que fue entonces, cuando entendió que le concedió el deseo, quizás concediéndoselo también a su antigua prometida, y es que no se pueden conceder dos voluntades a la vez si estas se contradicen.

domingo, 23 de agosto de 2009

EL CONVENTO X.



La cara del investigador dibujó una graciosa mueca de sorpresa en su boca, de la que a punto estuvo de salir un reguero de babas. El Señor Smith guardó un expectante silencio, durante el cual escrutó curioso el efecto que había producido su relato sobre el investigador.
Por experiencias anteriores, sabía que por lo fantástico de la narración, cabía cualquier reacción, desde la más absoluta incredulidad, hasta la más dolorosa burla.
Ramón Malavert rompió por fin el silencio, balbuceando una especie de disculpa, pero entonces su subconsciente comenzó a repasar mentalmente el estado de su cuenta corriente, y de que hacía más de seis meses que no tenía ningún caso, así que decidió interesarse por las condiciones de su oferta.
-No tiene de que preocuparse Señor Malavert- Respondió el viejo periodista divertido.- Le haré un ingreso inicial, otro si me gusta cómo lleva la investigación, y le aseguro que no se va a arrepentir si descubre lo que pasó aquella noche, pues el ingreso final colmará sus expectativas.
-Esa mano- Fue lo único que dijo Malavert, a la vez que apretaba con fuerza la del Señor Smith, ahora ya tenía un caso, y mucho trabajo por delante, así que quedaron para ultimar los detalles de la investigación para el día siguiente.


Espero que os haya gustado la primera parte de esta historia, me voy a dar un tiempo para desarrollar y escribir el resto de la historia.
Muchas gracias por vuestro seguimiento, sobre todo a Pedro, del que he apreciado mucho sus consejos y animos.
Pronto tendreis noticias mias.

domingo, 16 de agosto de 2009

EL SANTITO DE ALGECIRAS.

El otro día, mientras trabajaba en un chalet junto a otro compañero, me fijé en un llavero que portaba la llave de su coche. Se trataba de la foto de un soldado, al que creí un familiar suyo, muerto por alguna causa penosa.
Pero me comentó que se trataba del santito de Algeciras, aunque no me contó su historia, me propuse buscar si había algo de el en Internet, así que anoté su nombre, y me dispuse a buscar en cuanto tuviera "un momento de lugar" como decía mi gran amigo Manolito "el Tunara".
El caso es que encontré la historia de Antonio Mena vicario, aunque yo soy bastante esceptico por naturaleza, me impresiona la forma en que la gente corriente eleva a los altares celestiales a cualquiera, y sin embargo la iglesia no es tan benevola. Esta excelente trabajo lo he copiado de la novena, y su autor es Jose Antonio Caravaca.

viernes, 14 de agosto de 2009

EL CONVENTO IX.


Una vez superé la primera fase de la parálisis que me invadía, decidí que lo mejor era volver a la cama y meter la cabeza bajo las mantas, pero aquella ligera brisa comenzó a rodear mi cuerpo, subiendo y bajando las mangas de mi camisa.
Creo que entonces comenzó la segunda parte, pues solo podía observar aquel fenómeno que subía de intensidad y de decibelios impotente. Parecía como si algo estuviera jugando conmigo, sentía como si muchas manos me tocaran la cara, toques sutiles y menudos, que tiraban de mis orejas, de mi entonces abundante pelo, e incluso movían mi nariz de arriba abajo, como si asintiera por voluntad propia. La verdad, quería llorar, echar a correr y escapar de aquella situación, pero el miedo había puesto dos bloques de plomo a mis pies.
Observé aterrado como la puerta de la habitación que ocupaba, comenzó a moverse, unos movimientos muy rápidos de apertura y cierre, que finalmente hicieron que se cerrara dando un buen golpe, a estas alturas, creo que ya no quedaba un solo pelo de mi cuerpo sin erizar.
Al mismo tiempo cerré asustado los ojos que desorbitados permanecían esperando el fin de aquella pesadilla.
Como si hubiera hecho gracia aquella reacción, las risas subieron de tono, y la puerta se abrió de nuevo, dando paso otra vez a aquella danza rápida y rítmica, pero ahora ya no solo la de mi cuarto, también se abrían todas las que flanqueaban aquel oscuro pasillo, mientras las risas continuaban, cual burlona comparsa.
El Sargento y el Cabo salieron alarmados de sus habitaciones, a tiempo de observar petrificados como se encendían y apagaban las velas que en unas bases de madera y a media altura con respecto al suelo. Y de las que no me había percatado, pues no las usamos cuando llegamos.
La velocidad de los portazos se hizo cada vez mayor, y las risas más fuertes, cuando de repente una de las puertas se abrió totalmente, con un golpe duro y seco.
Por ella salió el Capitán, pistola en mano, y aun con evidentes signos de no haberse recuperado de su borrachera.
Empezó a gritar, pidiendo explicación de la causa del alboroto, amenazando con un duro castigo al culpable.
Como por arte de magia, todas las puertas pararon su baile, las velas quedaron encendidas, y el silencio volvió a inundar todo aquel lugar.
No sería capaz de precisar cuánto duró aquel momento de tranquilidad, solo sé que el frio se volvió a apoderar más duramente de aquel lugar, y de nuevo las puertas comenzaron a moverse, primero suaves y cadenciosas, luego fuertes y violentas.
El Capitán miraba a todos lados sin asimilar que estaba ocurriendo, cuando las risas volvieron a sonar nítidas y burlonas, como si formáramos parte de su juego. La Capa del Capitán, comenzó a moverse, parecía que una ráfaga de aire hubiera entrado en aquel pasillo, y la cara del Capitán pasó de la ira, a la más absoluta sorpresa. Con fuertes manotazos, trataba de hacer que su capa volviera a su estado natural, pero no lo conseguía, y las risas se hacían más altas ante tan cómica situación.
Pero le aseguro que aquel Capitán no sentía el miedo atroz que nos había paralizado a nosotros, quizás por su bravura o por el estado de embriaguez que todavía sufría. Lejos de asustarse, volvió a gritar preso de una ira ciega. Dispuesto a acabar de una vez con aquella broma, saco su pistola, y apuntando a todos lados exigió el fin de aquellas risas y de aquella burla, amenazando con mandar al infierno al responsable.
Como si hubiera tocado alguna tecla o resorte, se silenciaron las voces, y la capa, que hasta ahora levitaba en el aire, se rigió de nuevo por las leyes normales de la gravedad, volviendo a su estado originario.
Ahora, fue en la cara del Capitán Espinosa donde apareció una leve sonrisa de victoria, tan fugaz como un espejismo, pues sin saber de dónde ni de quien, dos bofetadas cruzaron la cara del oficial, haciéndolo tambalear, y casi perder el equilibrio.
La imagen de aquel hombre, era de pura ira, dio un grito de rabia, y empuñando su pistola, comenzó a disparar a todos lados sin ninguna contemplación. Ni que decir tiene, que tuvimos que hacer cuerpo a tierra, y allí en el suelo y con los oídos tapados por el estruendo, pude ver como apuntaba a la figura que estaba en la vidriera.
Sin pensárselo dos veces disparo contra ella. Y pude ver claramente, desde mi posición en el suelo, como los cristales de la misma se hacían añicos de diversos tamaños, pero que en vez de caer en el suelo, se quedaron unos segundos levitando en el aire, como estrellas inmóviles en una noche. Pero luego y con un zumbido más parecido al ruido de una vibración, salían volando por los aires, atravesando aquel pasillo, y la mayoría de ellos clavándose en el pobre Capitán, que caía de espaldas, presa de fuertes convulsiones.

domingo, 9 de agosto de 2009

miércoles, 5 de agosto de 2009

LA OREJA DE VAN GOGH. EUROPA VII.



Que buena canción, por desgracia puede ser premonitoria de lo que nos puede pasar, solo que en el futuro no podremos hacer ya nada por la tierra.

sábado, 1 de agosto de 2009

EL CONVENTO VIII.


A Ramón le sorprendió el repentino requerimiento del Señor Smith, tratando de reprimir un bostezo que inoportunamente venía a convertir sus ojos en dos puntos acuosos, mientras trataba por todos los medios de disimularlos.
Y es que el cadencioso hablar del inglés, y lo larga que le estaba resultando su historia, acabo por provocar un motín en su cuerpo, amenazando incluso con unos pequeños desplomes de ojos, anunciantes de una inminente somnolencia.
El Señor Smith, pareció darse cuenta de la situación y recalcó sus palabras subiendo el tono, quizás consciente de que se había extendido en su relato.
-Como puede Vd. imaginar-. Continuó mirando fijamente al investigador, tratando de aclarar al máximo su acento ingles.- Caí en la cama como un tronco, el calor de aquella manta me reconfortó de tal manera que creo que en menos de un minuto acabé profundamente dormido.
No se exactamente cuánto tiempo llevaba dormido, cuando unos ruidos me sacaron de los brazos del sueño. Siempre tuve un sueño muy ligero, por lo que enseguida percibí un pequeño rumor que cada vez se hacía más claro y perceptible.
Abrí los ojos, buscando la posible causa, aun aturdido por mi pequeño viaje junto a Morfeo. Pero en principio no vi nada raro. Aunque el rumor seguía creciendo.
Comencé a distinguir claramente una melodía de risas infantiles. Era como si aquellas diminutas vocecillas estuvieran todas dentro de una gran olla, y el eco de las mismas salieran por la válvula de presión en parejas, en tríos e incluso todas juntas a la vez.
Pensé en los soldados, los cuales podían haber descubierto el escondite donde estaba el vino, y ahora ellos habían continuado la fiesta que empezó el Capitán. Así que decidí levantarme, pero tras caminar por el frio suelo y abrir la puerta, no aprecié nada raro en los pasillos, seguían solitarios e iluminados por la frágil luz de la vidriera.
No obstante, caminé hasta el barandal de la escalera y eché un vistazo hacia abajo, encontrándome solo una oscuridad total. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, así que decidí volver a la cama, todavía preso del cansancio.
Pero el rumor comenzó a subir de tono, ahora podía percibir claramente una amalgama de risas, como un coro de niños que jugaban a algún juego, y una ligera brisa me paralizó a medio camino de la puerta.

lunes, 27 de julio de 2009

QUE ARTE!. TRES NOTAS MUSICALES.

Que pedazo de arte más grande tiene este cuarteto del año 1991. Derroche total de ingenio y doble sentido.

domingo, 19 de julio de 2009

EL CONVENTO VII.


Tras darle las buenas noches al cura, decidimos los tres subir a nuestros cuartos. El padre Cirilo no había acabado tan mal como el militar, pero no obstante también llevaba una cogorza digna de mención, que no le permitía andar medio en condiciones. Si se comía el cuerpo de Cristo como se bebía su sangre, no tardaría mucho en reventar aquel rechoncho clérigo.
Pensé que sería mejor si seguía de cerca a mis dos compañeros, pues ellos ya habían recorrido el mismo camino para llevar al Capitán a su habitación. Reinaba en aquel lugar un silencio absoluto, frio y acogedor al mismo tiempo, roto inevitablemente por el ruido de las pisadas de nuestras botas.
Una luz tenue y coloreada rompió la oscuridad que nos acompañó hasta el momento, al terminar de subir los últimos escalones, pudimos contemplar una enorme vidriera, motivo por la cual la luz de la luna nos regalaba un rosario de luces ocres, amarillas y azuladas.
En su centro se encontraba un Cristo que posaba sus manos sobre la cabeza de una figura tunicada, que permanecía de rodillas, recibiendo el perdón del Mesías. De su cabeza brotaba un haz de luz que con cuatro líneas rectas cruzaba la vidriera. En la noche parecía como si estuviéramos viendo una imagen etérea.
Escogí la celda que dejaron libres mis compañeros. Realmente no importaba cualquiera, pues eran iguales, y al lado de los suelos fríos que había estado soportando hasta ahora, me iba a parecer la gloria.
Con un leve vistazo completé una visión total de aquella habitación, tan fría como minimalista en su decoración, al fondo a la izquierda, un pequeño catre coronado por un pequeño crucifijo que colgaba en la pared, fue lo primero que vieron mis ya cansados ojos por el sueño. Justo a su lado una pequeña mesita de noche era el sostén de una Lucerna que apagada esperaba el justo momento para ser utilizada. A la derecha, un perchero vacío completaba la escasa decoración existente.
Decidí que ya era hora de dormir, pues el sueño me envolvía cada vez con más fuerza con su manto aterciopelado, así que cerré la puerta y me acosté. No tuve más que arremolinarme en la cama una vez para que me quedara profundamente dormido.
En esta parte de su narración, el Señor Smith se puso muy serio, y miró directamente a los ojos de Ramón Malavert.
-Ahora escuche atentamente, pues necesito que preste especial atención a esta parte de la historia. Pues es lo que quiero que Vd. investigue si así lo decide.

lunes, 13 de julio de 2009

DESDE LAS ALMENAS DE MEDINA.


El sol lentamente seguía su resignado viaje, sumergiéndose en la línea del horizonte, y cambiando su traje amarillo brillante por un pijama rojo cada vez más oscuro.
Aunque aquel rojo no era bello, ni la contemplación de aquella puesta era como la de otros días. Las columnas de polvo que se divisaban a la izquierda del derrotado astro rey, decían sin palabras que quizás fuera aciago el futuro que venía a visitar aquel antiguo castillo.
Hileras de hombres subían por las escaleras que conducían a las almenas con diligente presteza, voces ordenantes se oían por encima del silencio de las almas, que como yo contemplaban la venida del enemigo en la distancia.
Con que fuerza desearía que la distancia que nos separa se convirtiera en una inmensa grieta que se tragara aquel formidable ejercito que se adivinaba por la gran franja que ocupaba en nuestra visión. O que un gran dragón fuera mandado por Alah, a quien nuestros sacerdotes imploran con desesperación, que dando dentelladas y coletazos, los barriera de la faz de la tierra, sin que se derramara ni una gota de la sangre de nuestra gente.
Solo son anhelos fútiles, que trato de eliminar de mi mente mientras aprieto con fuerza mi arco, al que trato como si fuera una llave que condujera a la salvación, como si para ello no fuera necesario que muriera mucha gente, tanto de mis hermanos como de esos barbaros cristianos que vienen a expulsarnos de nuestra Medina.
Pero el tiempo se me acaba, debo prepararme para la batalla, pues ya se distinguen los primeros caballos blancos de la hostil comitiva que nos visita. Ya se escucha el sonido de los cuernos que tratan de intimidarnos, ya queda poco de la paz que teníamos.
Ya debo acomodar en el arco la primera flecha, quizás algún sabio escriba sobre nuestra suerte.

jueves, 9 de julio de 2009

EL CONVENTO VI.


Pasada una hora del comienzo de aquel banquete, ya no podía probar ni un solo bocado más, creo que mi estomago se había acostumbrado a la lastimosa dieta que llevábamos hasta el momento, y protestaba por el exceso de trabajo al que estaba siendo sometido. Los demás comensales habían dejado también de comer, probablemente aquejados del mismo mal, aunque los vasos del Capitán y del padre Cirilo no habían dejado de estar llenos. Me parecía increíble lo rollizo que se mostraba aquel militar con dos copas de más, había hablado conmigo aquella noche más que en todos estos días. No paraban de reír, y de gritar repetidos y exaltados Viva España, que se me antojaban destructores de la paz que debía haber en aquel recinto sagrado, y que aquel clérigo debía ser el primer interesado en salvaguardar, sin embargo se mostraba más “papista” que el papa, si se me permite.
Mientras tanto, el destacamento de soldados, permanecían en el patio. Habían terminado sus cenas, principalmente Cordero, como su condición de musulmanes mandaba, alegres por haber disfrutado una verdadera comida, aunque ellos solo habían bebido agua.
Llegó un momento en que aquellos dos individuos apenas si se mantenían en pie. El Sargento y el Cabo apenas si habían probado el vino, y observaban serios y desconfiados todos los movimientos del Capitán.
Cuando parecía que ya no podía estar más borracho, El Capitán Espinosa soltó el vaso de un golpe sobre aquella vasta mesa de madera, dejando una gran mancha color carmín en el que hasta no hacía mucho blanquísimo mantel. Dando unos ridículos tumbos que trataba de evitar en vano, salió por la puerta. Parecía un bebe gigante que comenzara a dar sus primeros pasos.
Todos los soldados menos los que estaban de guardia, permanecían reunidos junto a un fuego que habían prendido a unos cuantos pasos de los camiones, a su total discreción. Aquello no le agradó mucho al Capitán. Su cara enrojeció de furia aun más de lo que los efectos del alcohol habían logrado hasta ahora. Dando unos gritos descomunales, la emprendió a golpes y patadas con uno de sus subordinados, que sentado junto a la rueda de un camión, se había quedado dormido. No pude si no horrorizarme ante el furibundo ataque que estaba sufriendo aquel pobre soldado. Ciego de ira, le golpeaba una y otra vez, sin que nadie hiciera nada al respecto. Se había cebado especialmente con la cabeza de aquel pobre chico, que ante el inesperado ataque no pudo repeler el primer golpe, e inconsciente estaba recibiendo una paliza que podría resultar mortal si no hacía nadie nada por evitarlo. De su ensangrentada boca no podían salir siquiera los quejumbrosos gemidos de dolor con los que contestó la agresión. El Sargento viendo el cariz que estaban tomando los acontecimientos, decidió un tanto inseguro agarrar a aquel animal por los hombros e intentar disuadirlo para que abandonara tan vil acción. Pero este reaccionó también con violencia, dando un empujón al suboficial, que solo logro calmarlo recordándole que podían tomarse una copa más.
Así que agarrando por los hombros al Sargento y riéndose ostentosamente, volvió a entrar en el comedor, dejando en el suelo al soldado, que entonces fue atendido por sus compañeros, inmóviles estatuas de piedra ante el injusto vendaval que había ocasionado aquel trastornado ser que tuve la mala suerte de conocer, si hasta entonces solo me había causado un poco de pavor y un poco de desconfianza, ahora lo veía como a un ser repulsivo y abusador, que por saberse superior en rango se permitía ultrajar a sus compañero de fatigas, totalmente merecedor de mi total desprecio.
Decidí quedarme allí afuera, y no seguir a aquel desalmado y a su corte, me empezaba a dar nauseas el modo en que el padre Cirilo lo seguía, como un perrillo faldero, y más cuando vi como seguía impertérrito la paliza, sin hacer nada por el soldado, como si aquel musulmán no fuera una persona.
Allí me envolví en el silencio de la noche, que me arropó con un ligero viento fresco que venía de las montañas, y con los embriagadores olores de las flores de una dama de noche que colgaba de una tapia que localice dando un vistazo general y ayudado por una brillante luna llena que iluminaba ahora con intensidad blanca como el azúcar.
Una mano en mi hombro me sacó de mis pensamientos, era el Cabo que me anunciaba que nos debíamos retirar a nuestros aposentos a dormir. El Capitán se había ido ya, o mejor dicho, tuvieron que subirlo entre el Sargento y el Cabo hasta la recamara que habían dispuesto para él.
Las autoridades eclesiásticas habían dispuesto unas antiguas celdas que usaron en su día las monjas que inicialmente ocuparon el monasterio. Habían acondicionado cuatro, así que estuve casi a punto de dar las gracias a Dios por poder de nuevo sentir un colchón bajo mi espalda. Pero en vez de eso decidí subir la estrecha y sinuosa escalera que conducía a las celdas.

lunes, 6 de julio de 2009

UN GOL MUY MIO.



Vaya golazo, yo he visto muy buenos goles jugando a fútbol-sala, pero a este nivel, ni hablar.

viernes, 3 de julio de 2009

TERÄSBETONI. MISSÄ MIEHET RASASTAA.

MAS GUAN ZEJU. UN ARTISTAZO.




Otro magnifico cuadro de Guan Zeju, que se hace un autoretrato, y aparece en el fondo, pintando esta maravillosa obra de arte. Que tio!!

domingo, 28 de junio de 2009

EL CONVENTO V.



Empezó a caer la noche cuando los camiones entraron por la puerta de aquel antiguo convento, habíamos subido una escarpada carretera en bastante mal estado, y que había puesto a prueba tanto los amortiguadores de los camiones, como nuestros culos, que no pararon de botar con tanto bache y socabón.
Tengo que reconocer que yo también sentí cierto alivio cuando vi como se cerraban aquellos grandes portones tras nosotros. El frente estaba cada vez más cercano, así que pronto estaría haciendo fotos en primera línea como estaba previsto. Hasta entonces, solo había podido fotografiar pueblos, y restos de las escaramuzas que habían acontecido en ellos, siempre bajo la supervisión de alguno de aquellos soldados, que silenciosos vigilaban mis pasos, siempre tratando de que no estuviera cerca del grueso de la tropa en su deleznable trabajo cotidiano.
En un abrir y cerrar de ojos, los soldados formaron en aquel amplio patio, oscuro como un pozo. Solamente la lóbrega luz de un par de antorchas y las los faros de los camiones permitían ver algo allí. Me puse a observar a mi alrededor y pude apreciar la magnitud de aquellos edificios, mientras la luna llena casi rozaba la enorme cruz que se hallaba en lo más alto de la torre de la iglesia que se hallaba justo frente a mi.
Ante mi se presentaron siluetas de estatuas, ángeles, santos y mucho adorno de piedra, enseguida pensé que al día siguiente tendría material para varias fotos, y podría contemplarlo todo mucho mejor.
Mientras sus soldados permanecían agrupados en el mismo sitio donde habían formado, aunque ya a su discreción. El Capitán Espinosa, el Sargento y el Cabo charlaban animadamente, quizás la causa podría ser, que el alcalde de aquel pueblo les había prometido que esa noche tendrían una buena cena.
De pronto una puerta se abrió al fondo, dejando escapar una tenue luz, que acaparó la atención de todos los que estábamos en aquel frío patio. Una figura oscura salió por ella, y se encaminó con pasos cansinos hacia el Capitán. Se trataba de un sacerdote, que con una pequeña lámpara de aceite nos dejaba ver su semblante.
Saludo a los tres militares con gestos ostentosos, y dándoles la mano tan empalagosamente que si no fuera por la opípara cena que les esperaban, hubieran apartado de un empujón a aquel ceboso clérigo que seguía repitiendo una y otra vez el honor que les hacían por estar en tamaño recinto sagrado.
Resolvieron que los soldados dormirían aquella noche en el mismo patio, agrupados junto a los camiones, menos un par de ellos que estarían de guardia en una pequeña torre que dominaba la entrada al convento y el patio a la vez.
Una vez me hubieron presentado a aquel rechoncho personaje, caminamos juntos hacia la puerta por la que había salido el religioso, recibiendo repetidos golpes en la espalda de aquel personajes, y que aparte, no dejaba de hablar en ningún momento. Esta llevaba a una sala bien iluminada, y donde había dispuesta una gran mesa de madera, adornada por unas jarras y unos platos vacíos. Unos deliciosos olores reinaban en aquel cuarto, olores que ya casi había olvidado que existieran. Teniendo en cuenta que la comida del Barco era pura bazofia también, ya había perdido la cuenta de cuando había saboreado una buena comida.
Dos chicos que apenas pasarían los quince años, se hallaban de pie, con sus manos a la espalda, junto a una ventana rotatoria de madera color marrón.
El sacerdote, nos invitó con efusividad a que tomáramos asiento, viendo el rojo brillante de su cara, me pareció que el hacía tiempo que había ya comenzado su cena.
Tal y como esperábamos, la cena fue maravillosa, los dos chicos no paraban de traer platos de comida, y se dividían entre nosotros y los soldados de afuera con un gran sentido del orden, y sin dirigirse apenas unas pocas palabras.
Cordero al horno, pollo asado, jugosas patatas fritas bien doradas, cabrito, y mucho vino, fueron saliendo de aquella ventana giratoria, y recogidas por alguno de los dos chavales, que nos lo servía sin dilación alguna.
El padre Cirilo, que así se llamaba aquel cura, nos contó que habían tenido un intento de asalto por parte de los republicanos, y que habían podido reprimir gracias a unos cuantos beatos, y al destacamento de la Guardia Civil que secundó el movimiento y se atrinchero allí.
Ahora pude comprender que toda su generosidad provenía del miedo. Estaba claro a que bando apoyaba la iglesia.

sábado, 27 de junio de 2009

FELICIDADES, CIELO.

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Espero que este dia sea muy especial para ti, que te traiga mucha felicidad, y que cada paso de un nuevo año, sea motivo para ti de un nuevo recuerdo entrañable.
Como el día que te encontre.

FELICIDADES.

viernes, 26 de junio de 2009

FRASES CELEBRES.III


Andaba yo por la labor de trabajar, una mañana, cuando me dispuse a subir una escalera de dos cuerpos por la cara de una pared, junto con uno de mis compañeros.

Nos costó un poco de trabajo, pues era una pared muy alta. Una vez la alzamos, el dijo:

-Ya está arriba, en el cielo.

-Como la autopista- Le respondí yo-¿Te acuerdas de "autopista hacia el cielo"?. Acordándome de la famosa serie de Michael Landon, que emitían cuando yo era pequeño.

Y el colega me respondió:

CLARO QUE ME ACUERDO, ME ENCANTABA ESA SERIE POR QUE EL TIO ERA EL MAS BUENO DEL MUNDO.


Yo le respondí:


-Mi que los cojones, si era un ángel, no va a ser bueno.

miércoles, 17 de junio de 2009

lunes, 15 de junio de 2009

EL CONVENTO IV.


Casi arrollado por mis compañeros de vehículo, baje también del camión, y permanecí junto a él, observando cómo los soldados formaban raudos y veloces, y a su vez, los tres mandos se reunían y planeaban algo.
Una nueva voz de mando hizo que rompieran filas, y que un grupo de ellos se dirigieran junto con el sargento hacia la derecha, a un edificio de dos plantas, con un balcón central que cubría una ventana que permanecía cerrada a cal y canto, y en el que se hallaba un mástil que en alguna ocasión debió de portar una bandera., En la planta baja, había un gran portón de entrada, por el que entraron los soldados armas en ristre. Era el ayuntamiento de aquel pequeño pueblo, y no mucho después salieron de nuevo los soldados con un par de civiles.
Se reunieron con el Capitán, que les entregó un acta de capitulación, y una lista de personas que entendí como sospechosas de ser contrarias al movimiento.
Saqué la cámara de mi mochila, y la preparé para constatar los hechos que sabía se iban a producir en poco tiempo. Pero no iba a poder trabajar mucho allí, el Capitán Espinosa me había estado observando, y mando a uno de sus soldados a que me diera un “paseíto” por el pueblo, no quería testigos de lo que pretendían hacer.
Pero sabía que era inútil resistirme, y que si quería que ellos me llevaran al frente, lo mejor era no plantear muchos problemas, y menos de principio.
Así que seguí al soldado sin mirar siquiera hacia atrás, saliendo de la plaza, y bajando por unas callejuelas que nos llevaron casi hasta la salida del pueblo. Allí calmé mi sed en una pequeña fuente que manaba un chorro de agua fría como el hielo, y que me sentó de maravilla.
Mientras estaba deleitándome con el sabor frio del agua, una mano me toco la espalda. Creí que se trataba del soldado Regular, que no me hablaba si no con gestos, pues le costaba hablar español al condenado, y creo que ni lo intentaba. Tampoco yo sabía nada de árabe.
Pero para mi sorpresa, se trataba de otra persona, un hombre alto y moreno, que vestía ropas parecidas a un uniforme, y llevaba al hombro una cámara, bastante parecida a la mía.
-Hola chico. ¿Hace mucho que habéis llegado?- Me dijo aquel personaje, después de quitarse un puro de la boca, y atusándose su abundante flequillo negro.
Por su acento, se adivinaba que no era español, aunque sus pobladas cejas y el negro azabache de su pelo podría haberlo hecho pasar por un español cualquiera.
Le di la mano y me presenté, al igual que yo, era corresponsal. Se presentó como Andrei Friedmann, y me comentó que se dirigía a Cerro Muriano, donde sabía que se producirían importantes combates, y que su novia lo acompañaba. Se había quedado fotografiando algunas casas que habían quemado los republicanos antes de huir. Tuvimos un buen rato de charla, incluso me comentó que mis compañeros de viaje, eran una columna de limpieza, que ya los había visto antes, y que estos se dedicaban a hacer sacas y que no dejaban ningún elemento de izquierdas o sospechoso de serlo. Por lo visto, las fuerzas vivas de los pueblos, incluso tenían preparadas listas de personas non gratas.
Tuvimos un rato de buena charla, pues Andrei era muy amigable, me parecía admirable ver cómo pese a estar en un país extranjero y sumido en una guerra, no parecía importarle lo más mínimo, y que no abandonaba ni un momento su sonrisa.
Pero finalmente, tuvimos que despedirnos, todavía me parece que lo estoy viendo caminar por aquella estrecha callejuela, con su cámara al hombro, y dándole una nueva calada a su puro, en busca de su pareja.
Una vez acabada la guerra, traté de informarme de la suerte de aquel momentáneo compañero. Volví a encontrármelo en la Universidad de Nueva York, en una charla.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando me enteré que aunque me dijo su nombre real, firmaba sus obras con el sobrenombre de Robert Capa.
La cara de Ramón Malavert, no cambio ni un ápice su gesto de sincero interés por la historia que contaba el Señor Smith, pero la sorpresa creía que produciría al desvelar la identidad de su compañero de profesión, no se produjo, Ramón no lo conocía.
-Una vez mis compañeros de viaje hubieron terminado su trabajo aquel día,- Continuó con su relato el viejo corresponsal.- Abandonamos el pueblo con la misma presteza con la que llegamos.
Tuvimos la misma rutina durante cuatro días más, “limpiando” pueblos que apenas podía fotografiar. Me estaba empezando ya a hartar de tanta censura, y ya tenía ganas de estar cerca del frente, al fin y al cabo debía justificar mi sueldo.
El sexto día, llegamos a un pueblo que había ofrecido una dura resistencia, pese a tener un destacamento de la Guardia Civil bastante importante.
Buscamos un lugar para acampar aquella noche, y se nos ofreció un lugar que se encontraba en un cerro bastante escarpado que dominaba todo el valle. El Capitán lo consideró adecuado, pues a estas alturas del camino, agradecía estar tras unos muros.
Así que pusimos rumbo a nuestra hospedería de aquel día, Un convento.

TOMASITO CHUPANDO UN COCO.






Es una monería, se trata de mi Tomasito, que se encuentra en su recámara en actitud de chupar un coco. Parecería que esta en la Feria con su coco el tio. Ahí está, que ni siente ni padece, pero la verdad es que siempre esta muy tenso el tio. No veas el rato de amargor que me dio el día que quise cambiarlo de pecera, que mulo, tuve que meterlo en una fiambrera. Por que no veas el estirón que dio, se ha puesto grandísimo.


También hay una instantánea de su señora acabá de levantar.

lunes, 8 de junio de 2009

EL CONVENTO III.


Debo reconocer que sentía un poco de miedo cuando por fin me decidí a hablar con el Capitán de Regulares, y es que aquel hombre alto y fornido no solo causaba pavor entre sus soldados. Se movía rápidamente entre su tropa, haciendo que su amplia capa color garbanzo destacara desde lejos.
No obstante, decidí armarme de valor, y encaminé mis pasos hacía el. Se encontraba hablando con dos de sus subordinados de mayor graduación, un Sargento y un Cabo, mientras observaba con gesto serio la perfecta formación que ofrecían sus soldados.
-Buenos días, ¿es Vd. el Capitán Espinosa?.- Dije intentando pronunciar lo mejor que pude mi recién estrenado Castellano de escuela a toda prisa.
El Capitán hizo un giro brusco de cabeza, y estuvo observándome durante algo más de un minuto, a mi me parecío mucho mas tiempo el que tuvo clavados en mi aquellos penetrantes ojos negros, que parecían capaces de matar por la injerencia estaba sufriendo.
Tres estrella de seis puntas en fondo rojo que lucía en el pecho, lo distinguían de los demás soldados, así como el color de su piel, pues por sus rasgos y aquella tez oscura tan característica, me dí cuenta de que eran todos musulmanes.
-Yo soy -. Espetó secamente, una vez que se decidió a hablar. Alargué mi mano hacia el, al mismo tiempo que me presentaba. Tuve la precaución de mostrar mi acreditación a la par que daba mis datos, pues a todas luces se veía que al Capitán Espinosa no era precisamente un enamorado de la espera.
Escrutó la acreditación, y volvío a mirarme de arriba a bajo, hasta que por fin, con un gesto brusco, me la devolvío, diciéndome que estaba informado de mi llegada, que subiera a uno de los camiones cuando partieran, y que si causaba algún tipo de problema, me daría una patada en el culo y me dejaría a mi suerte allí mismo.
Con este panorama, decidí no separarme de los camiones. Pero un par de minutos después, con un grito que retumbó en todo el puerto, el Capitán ordenó que rompieran filas. Los soldados, rápida, y ordenadamente, subieron a los camiones. Yo por mi parte, dí un salto, y subí al primero en el que vi un sitio libre.
Sin mucha dilación, los camiones iniciaron su particular caravana. Escruté las caras de los soldados que me acompañaban en el camión. No parecían muy asustados ante lo que les pudiera deparar el futuro. La calma reinaba en sus caras tostadas, e incluso algunos lucían sonrisas brillantes, adornadas por algún que otro diente de oro.
No podría precisar el tiempo que aquel camión estuvo en movimiento, pero el traqueteo de las suspensiones del mismo, y el bamboleo que provocaba el tomar una curva , ya me estaba matando. Así que me dío alegría el ver que nos aproximábamos a un pequeño pueblo.
Las puertas y ventanas se iban cerrando al paso de nuestros camiones, que avanzaban sin ningún impedimento por la calle principal. Al llegar una pequeña plaza, los camiones pararon uno tras otro, separados únicamente por una distancia que permitió a los soldados salir como almas que llevan el diablo tras un solo grito del sargento que tenía sentado justo a mi lado, y con el que no había cruzado ni una sola palabra.
En menos de dos minutos todos los soldados estaban formados en la plazuela, en posición de firmes, y en perfecto estado de revista.