jueves, 31 de diciembre de 2009

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 5º: TRABAJANDO OTRA VEZ COMO LOS BUENOS.

Me costó un poco, pero finalmente busqué en la agenda del móvil el número de mi jefe. Dejé varias veces el móvil sobre la mesa, pues no sabía si hacia bien en volver a aquella oficina, vasto, pero acotado espacio que fue motor económico de todas mis aspiraciones pasadas, pero que durante mis últimos meses de depresión se había estrechado tanto sobre mí, que me había acabado asfixiando por completo.
Una vez lo encontré, cerré los ojos y accioné la tecla “llamar”, convenciéndome a mí mismo de que no había marcha atrás, que hacía lo que tenía que hacer. Tras unos cuantos tonos, la voz grave pero inconfundible de Don Fermín me saludó con interés, su forma de hablar como si no pasara nada no me gustaba demasiado, pero seguramente yo estaba muy susceptible. Aprobaba mi vuelta al día siguiente sin ningún problema.
Aquella noche no pude pegar ojo. Una mezcla de excitación e incertidumbre atrapó mi mente como un mago que coge un conejo por las orejas. Quizás esa misma excitación hizo que al sonar el despertador, me levantara sin un ápice de cansancio.
Una ducha, un café en el mismo bar de siempre y el mismo trecho en metro, me llevó de nuevo a la puerta de aquel bloque de oficinas, donde reinaba el mismo bullicio que a esa misma hora de todos los días laborables.
Trabajaba para una multinacional alemana dedicada a la tecnología del automóvil, fabricando componentes para casi todas las marcas, en el departamento de I+D, aunque había pasado por varios departamentos antes. Me había costado mucho llegar donde me encontraba, pero aunque no me gustaría perder mi puesto, si implicaba tener las mismas sensaciones que antaño, tenía claro que lo dejaría sin dudarlo.
Seguí la gigantesca estructura del edificio hasta el cielo, respiré hondo, y dirigí mis pasos hasta la entrada, con un extraño dolor de estomago.
En la entrada principal se encontraba el control de metales, y allí me esperaba el primer conocido, se trataba de Juan “el Kojak”, uno de los “seguratas” con los que tenía amistad. Alto como un árbol, y con menos pelos que una bombilla fundida. Me saludó efusivamente, dando muestras de una verdadera alegría por verme.
Pero “el Kojak” era un buen amigo, lo conocía desde hacía muchos años. Lo que realmente temía, era encontrarme de nuevo con todos los presuntuosos aquellos que poblaban el pasillo, y que en mis últimos días de trabajo, me miraban entre sonrisas conspiradoras, murmurando sobre mí.
Siempre me gustaron las cosas claras, así que lo primero que hice al salir del ascensor fue dirigirme a la oficina de dirección, con la mirada al frente, sin cruzarla con ninguno de aquellos entrometidos que ya empezaban a flanquear el pasillo que separaba los distintos departamentos con sus tazas de café en mano.
A mis dos golpes nerviosos a la puerta, un firme adelante fue la respuesta, despejando mis dudas, Don Fermín estaba en su oficina.
Don Fermín ya se encontraba sentado frente a su ordenador, con un café humeante en su mano derecha. Se levantó ipso facto al verme, y me estrechó la mano firmemente, dándome varias palmaditas en la espalda.
Me repitió varias veces lo contento que estaba de que me incorporara de nuevo, y su deseo de que volviera a sentirme lo mejor posible.
La verdad, es que todo esto me olía a “Peo de cochino”, pues Don Fermín, aunque en apariencia fuera un señor correcto y respetable, a veces, era más cabrón que bonito. Además, la forma en que me fui, no fue la mejor.
Pedí vacaciones pues no me podía concentrar, pero el solo encontró solución mandándome al psicólogo de la empresa. Lo mandé a tomar por culo, y fue tal el portazo que di al salir, que todos mis compañeros siguieron con la mirada y boquiabiertos mis pasos hacía el ascensor, mientras me desabrochaba la corbata.
Ahora todo eso parecía agua pasada, pero aunque la situación me inquietaba, no tenía más remedio que seguir el ritmo de los acontecimientos. Pero de todas formas, me alegraba haberme quitado un peso de encima, y alegrarme por algo, no dejaba de ser últimamente un logro…

3 comentarios:

  1. Tu redacción va mejorando notablemente, vas a tener que darme el secreto. Por más que leo no puedo encontrar fallos significativos y sí cantidad de curiosas y originales expresiones.
    Y entrando en materia, casi me he visto reflejado en el personaje, ya que yo también trabajaba en una empresa de esas y conozco bien esos tufillos de "peo de cochino" que por allí se cuecen.
    En fin, inmejorable.

    Un abrazo.

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  2. Tu ya sabes lo que envidio tu facilidad para escribir y la fluidez de tus ideas, encima le das tu toque personal con esas comparaciones que quien te conoce sabe que forman parte de tu vocabulario habitual. Estás consiguiendo que esta historia tenga tu inconfundible sello.

    Ánimo, besos.

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  3. Para mi este capitulo ha sido digamos como un salto de calidad,en mi opinion parece que cada vez se te de mejor esto.Sigue con esto y no te aburras que hay quien tiene ganas de seguir leyendo a ver como acaba todo esto,un saludo-aplauso.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.