sábado, 1 de agosto de 2009

EL CONVENTO VIII.


A Ramón le sorprendió el repentino requerimiento del Señor Smith, tratando de reprimir un bostezo que inoportunamente venía a convertir sus ojos en dos puntos acuosos, mientras trataba por todos los medios de disimularlos.
Y es que el cadencioso hablar del inglés, y lo larga que le estaba resultando su historia, acabo por provocar un motín en su cuerpo, amenazando incluso con unos pequeños desplomes de ojos, anunciantes de una inminente somnolencia.
El Señor Smith, pareció darse cuenta de la situación y recalcó sus palabras subiendo el tono, quizás consciente de que se había extendido en su relato.
-Como puede Vd. imaginar-. Continuó mirando fijamente al investigador, tratando de aclarar al máximo su acento ingles.- Caí en la cama como un tronco, el calor de aquella manta me reconfortó de tal manera que creo que en menos de un minuto acabé profundamente dormido.
No se exactamente cuánto tiempo llevaba dormido, cuando unos ruidos me sacaron de los brazos del sueño. Siempre tuve un sueño muy ligero, por lo que enseguida percibí un pequeño rumor que cada vez se hacía más claro y perceptible.
Abrí los ojos, buscando la posible causa, aun aturdido por mi pequeño viaje junto a Morfeo. Pero en principio no vi nada raro. Aunque el rumor seguía creciendo.
Comencé a distinguir claramente una melodía de risas infantiles. Era como si aquellas diminutas vocecillas estuvieran todas dentro de una gran olla, y el eco de las mismas salieran por la válvula de presión en parejas, en tríos e incluso todas juntas a la vez.
Pensé en los soldados, los cuales podían haber descubierto el escondite donde estaba el vino, y ahora ellos habían continuado la fiesta que empezó el Capitán. Así que decidí levantarme, pero tras caminar por el frio suelo y abrir la puerta, no aprecié nada raro en los pasillos, seguían solitarios e iluminados por la frágil luz de la vidriera.
No obstante, caminé hasta el barandal de la escalera y eché un vistazo hacia abajo, encontrándome solo una oscuridad total. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, así que decidí volver a la cama, todavía preso del cansancio.
Pero el rumor comenzó a subir de tono, ahora podía percibir claramente una amalgama de risas, como un coro de niños que jugaban a algún juego, y una ligera brisa me paralizó a medio camino de la puerta.

1 comentario:

  1. Paralizado me he quedado yo, y no creo poder reaccionar hasta que no continúe esta historia.
    Se va poniendo interesante (más si cabe).

    Un abrazo.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.