martes, 26 de mayo de 2009

EL CONVENTO II.


Comenzó bajando el tono de su voz, y cambiando de manera radical el semblante de su cara. Eliminó de un plumazo aquella sonrisilla socarrona que le había acompañado toda la mañana. Así que Ramón tuvo que acercarse, fijó su vista en la arrugada cara del anciano, y se concentró en escuchar lo que estaba a punto de relatarle, disimulando todo lo que pudo, la curiosidad que le producía el asunto.
-Voy a comenzar por contarte una historia que me ocurrió.- Dijo el Señor Smith, después de un breve carraspeo, y dando antes un largo sorbo a su café.
En el año 1936, comencé mi carrera como periodista en el London Post, por entonces contaría poco mas de 20 años. Por cierto, como ya habrá adivinado, soy ingles.-Dijo sonriendo, y provocando la sonrisa de complicidad de Malavert.
La Guerra Civil, hacía pocos meses que había estallado, así que el diario tuvo a bien, mandarme como fotógrafo y corresponsal a aquella contienda fratricida, que hizo que se enfrentaran incluso hermanos por ambos bandos.
Como puede Vd. imaginar, sentía una extraña mezcla de excitación y miedo. Estaba encantado por la gran oportunidad que se me brindaba, pero por otro lado, tenía un poco de temor, pues una guerra es una cosa muy seria. Pero me armé de valor, tomé mi acreditación, mi cámara, y me dispuse a tomar el barco que me llevaría a Gibraltar, punto donde comenzaría mi aventura en España.
-Debió pasarlo Vd. bastante mal, Señor Smith.-Dijo Ramón, expresando con palabras, la admiración que mostraba el gesto de su cara.
-Lo peor fue el primer día en el barco, creo que vomité la comida de una semana-.Dijo el Señor Smith volviendo a mostrar su sonrisa perdida, la misma que ocultó en el mismo momento en que retomó su relato.
Después de casi dos semanas de navegación, y sin escala alguna, llegamos a Gibraltar, con menos problemas de los que creía, pero la bandera de Inglaterra, y que los dos bandos todavía no habían concretado el protocolo de actuación con los barcos de bandera extranjera, hizo más fácil la travesía cuando ya nos acercamos a la península ibérica.
El día de nuestra llegada, Gibraltar amaneció entre una ligera neblina que impedía ver todo lo que rodeaba aquel imponente peñón, que emergente en aquella bahía, parecía una torre de observación que controlara todo el estrecho. El atraque fue muy sencillo, y al poco tiempo estábamos perfectamente amarrados a puerto, y listos para descargar las numerosas provisiones que traíamos para aquellos compatriotas ingleses que probablemente iban a quedar bloqueados, mientras comprueban con curiosidad como se matan sus vecinos.
Bajé por la escala portando mi escaso equipaje al hombro, pero con la alegría de abandonar de una vez aquella pocilga flotante. Acabé tan asqueado de mi primera experiencia marinera, que desde entonces, traté de no poner mis pies en nada que flotara, más que lo estrictamente necesario.
Frente a la escala, a un par de pasos de ella, y observando distraído todo el movimiento que producía la carga y descarga del buque, observé que había un señor apoyado en una farola. Vestía gabardina gris, y un sombrero blanco coronaba su cabeza. Contribuía junto con las solapas, a ocultar en parte las facciones de su cara. Enseguida pensé que podía ser el personaje que debía recibirme.
Alzó su mano en señal de saludo, lo que corroboró, que efectivamente, se trataba de mi guía y chofer, su misión consistía en llevarme a Algeciras, donde debían estar desembarcando tropas Regulares, venidas de África, y que se dirigían a los diferentes frentes que se habían abierto a estas alturas de la contienda. Así que bajé a su encuentro, nos dimos un apretón de manos.
Una vez efectuadas las presentaciones de rigor, Frank, que era el nombre de aquel extraño personaje que acababa de conocer, me indicó con un gesto el camino hacia el coche. Era bastante parco en palabras, apenas hablaba si no le hacía una pregunta directa.
Me condujo hacia un Opel P4 negro que solitario aguardaba en la explanada del puerto, junto a un depósito de agua. Subimos a el, y sin demora partimos hacia la frontera. Salvo un par de preguntas de los guardias que custodiaban la frontera, no tuvimos ningún problema para pasar a España, parecía que la acreditación que llevaba era un salvo conducto más importante de lo que creía.
Así que lentamente partimos hacia Algeciras, como dije antes, mi compañero no era buen conversador, pero yo me entretenía viendo las pequeñas casitas blancas que de vez en cuando flanqueaban el camino, tan distintas de los edificios oscuros de mi Londres natal. Todo lo que veía era diferente, pero me gustaba.
Cuando llegamos a la explanada del puerto de Algeciras, divisé unos camiones aparcados, había también un grupo reducido de soldados en formación junto a ellos. Otros grupos comenzaban a desplazarse formando columnas, pero me habían indicado claramente que debía presentarme a una sección que iba motorizada. Ahora venía la parte difícil de mi recién comenzada misión, conseguir que el capitán de aquellos soldados me aceptara como parte de su destacamento. Tenía un permiso que había conseguido el periódico, pero yo sabía del ánimo cambiante y pendenciero de los soldados, y más con un periodista extranjero.
Me despedí de Frank, y después de desearnos suerte, partió nuevamente hacia el peñón, mientras lo miraba marchar, me daba cuenta que cada vez dejaba más lejos Inglaterra, mi paisano se alejaba lentamente, dejando su coche un halo de humo negro.
No tuve problemas para localizar al Capitán que mandaba aquellos rudos soldados que venían de Ceuta, así que caminé dubitativo hacia él. No había duda, aquel personaje que gritaba a pleno pulmón a sus subordinados y los amenazaba sin ninguna contemplación, era el Capitán Espinosa.

3 comentarios:

  1. Ahora la Guerra Civil; veo que te atreves con todo, sobretodo si huele a historia. Me gusta, me gusta, espero impaciente la próxima entrega.

    Saludos.

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  2. Ese Sr Smith me suena de algo........., buena historia, lo peor que fue una guerra entre hermanos divididos por la sinrazón.

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  3. La táctica de ir incluyendo personajes en cada capítulo hace que la historia nos deje en vilo. Me quedo esperando a ver qué pasa con estos personajes. El dibujo está genial, una entrada la mar de artesanal. Besitos.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.