miércoles, 17 de marzo de 2010

MALDITA MAÑANA.


Un ruido estridente lo sacó del dulce sueño en el que flotaba suavemente. El sonido electrónico y repetitivo del despertador, se erigía cada mañana en el interruptor que activaba su vida.
Todavía soñoliento y en estado de shock, pulsó el botón de parada y protestó emitiendo unos bostezos tan profundos, que provocaron un par de desperezos que hicieron que se estiraran todas las fibras de su cuerpo.
Levantarse tan pronto era un fastidio, pero quizás lo que más le molestaba de todo, era que María se veía obligada a soportar dos despertadores, pues el que le correspondía, no debía actuar hasta una hora y media después.
Aunque le fastidiaba el asunto, cada mañana María se abrazaba a Manuel, dispuesta a recordarle lo mucho que lo quería. Dándose besos perezosos, tan tiernos como apasionados.
Pero Manuel no podía perder mucho tiempo, así que se despedía de María con la promesa de tener cuidado en la carretera.
Aquella mañana había sido igual que todos los días, y salía de su casa caminando tranquilamente, tras asegurarse de que la puerta quedaba cerrada, y de que se acordaba donde había aparcado el coche.
Un café se antojaba a esa hora un asunto de estado, por lo que cada mañana paraba en el bar, con más o menos prisa, según si había que echar combustible al coche.
Como aquella mañana no era necesario, saboreó el caliente elixir, tan concentrado, que incluso aquel atestado habitáculo, parecía una pantalla con una escena en pausa de cualquier video.
No obstante puso en marcha el motor de su coche, dispuesto a iniciar los tres cuartos de hora que separaban el bar de taller donde trabajaba desde hacía cinco años.
Un crisol de noticias salían por la radio del coche, crisis, tragedias y malos augurios meteorológicos, todos sirviendo de compañía, como siempre.
Como un ciego en un cuarto oscuro, con un gesto mecánico, agarró el teléfono móvil que dejaba en la guantera del coche. Tenía la costumbre de llamar a María en cuanto llegaba al taller. Sin embargo, aquella mañana, le extraño que aunque sonaran los toques María no los interrumpiera con su soñolienta voz, en una breve conversación que desembocaba en deseos de buen día. Quizás se estuviera duchando.
La misma rutina de cada mañana le hizo comenzar la jornada con un más que problemático fallo en la inyección de un todo-terreno, así que puso todos sus sentidos en aquel motor, tratando de no preocuparse, y prometiéndose a la vez que luego la volvería a llamar.
No transcurrió ni media hora cuando el móvil comenzó a vibrar, y a emitir su melodía, debe de ser María pensó Manuel mientras limpiaba con un trapo sus manos embadurnadas de grasa.
-¡Hijo de putaaaaa! ¿Que le has hechoooo?- Gritó una desesperada voz femenina tan inesperada como irreconocible para él, y emitiendo acto seguido el pitido característico de comunicando.
Manuel no daba crédito a lo que había oído, miraba el teléfono turbado, quizás fuera alguien que se había equivocado de numero.
Lo cierto es que Manuel no tuvo tiempo de pensar mucho más en lo que pasaba, pues acto seguido entraron por la puerta del taller tres Guardias Civiles que lo prendieron. María había aparecido muerta en su cama, con unas heridas tan graves y bañada en un charco de sangre tan grande, que fácilmente se podía hacer una idea delo brutal de la agresión.
Habían tenido que derribar la puerta al denunciar sus compañeras que no acudía al trabajo y que su teléfono sonaba pero nadie lo cogía.
Manuel estaba formalmente acusado de asesinato, y lloraba mientras lo llevaban a comisaría.
-¡Por favor, alguien ha matado a mi mujer!- . Gritó Manuel desesperado.
Los agentes le informaron que la brigada científica no había encontrado ninguna huella, además la puerta no había sido forzada y permanecía cerrada con llave.
Manuel parecía sentenciado….

4 comentarios:

  1. Se me pusieron los pelos de punta,
    me hace pensar en lo mal diseñada que esta la ley contra la violencia de genero, sin pruebas, sin testigos, al calabozo

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  2. Veamos, lo primero es que me gusta mucho este nuevo relato, si es que es nuevo.
    Eso es lo segundo, ¿se trata del mismo Manuel del invierno del corazón?, yo me quedé en el capítulo 12, ¿me he perdido alguno?, lo he buscado en el blog y no lo veo.
    Así que aclárame la duda y dime si es que el invierno ya no sigue porque entra la primavera.

    José María

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  3. Qué escalofríos, chiquillo. Hay que ver las cosas que se te ocurren...
    Lo que espero que no se te ocurra es que sigas con esa costumbre tuya tan odiosa de dejar los relatos a la mitad. Por la cuenta que te trae, ya estás terminándolos.
    ¡Pero ya!

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  4. Jajaja, gracias por vuestros comentarios.
    Esto no tiene nada que ver con el invierno del corazón, José María.
    Lo que pasa es que los nombres son similares.
    Esto es un relatillo corto (y malo).

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.