martes, 6 de abril de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 15: ARRIBA LA FIESTA…

Todavía nos bebimos un par de cervezas más con Antonio antes de cenar. Le había surgido una solución inesperada, y se le veía feliz por ello. Reía animosamente con todos los disparates que soltaba Mario, como si lo conociera de toda la vida.
Siempre me llamó la atención el clima de cordialidad, e incluso yo diría de camaradería que se produce cuando los hombres se van de fiesta. Las mujer por el contrario, como no sea que la compañera de fiesta, sea su mejor amiga, siempre guarda una pequeña distancia poco integradora.
Y por supuesto, cuando se acaba la fiesta, se despellejan las unas a las otras, ya sea por lo que dijo, por lo que hizo, o por el vestido que llevara la otra. Ellas son así.
Otro camarero bastante más estirado que el tal Shagy, nos condujo a la mesa que nos habían preparado en uno de los rincones del enorme comedor de aquel restaurante.
Una luz tenuemente amarillenta reinaba en aquel lugar, y la rustica chimenea, de la cual el camarero había tenido la gentileza de ubicarnos cerca, brindaba un agradable calorcito que flotaba en el ambiente.
Ya sentados en nuestros asientos, el camarero quiso tomar nota de las bebidas. En ese momento, Mario se puso en pie, y en un tono adulador, exigió que su amigo Shagy fuera quien nos sirviera.
-No es por menospreciarte socio,- Le dijo palmeando su espalda. –es que me ha caído muy simpático el otro camarero, y además se ve muy profesional, como tu- Dijo volviendo a palmear su espalda.
Realmente sentí un poco de vergüenza, pero enseguida caí en la cuenta de que al camarero se las traía al pairo servirnos o no, incluso me dio la impresión de que le hacíamos un favor. La jugada había sido maestra, no solo había conseguido que su amigo lo sirviera, si no que lo había puesto por las nubes.
Al poco rato, Shagy llegó a nuestra mesa, tratando de disimular una sonrisa, y rogando a Mario que no demostrara mucho compadreo con él, que iba a estropear lo que había conseguido.
La verdad es que su jugada había sido maestra, no solo había puesto a su amigo por las nubes de cara a sus compañeros, si no que se había asegurado un aliado con el que conseguiría que no nos faltara de nada.
La cerveza había corrido a raudales hasta el mismo momento en que nos sentamos a la mesa, pero una vez acomodados, decidimos un cambio de tercio, por lo que sustituimos la rubia espumosa por un oscuro rioja bien fresquito.
Tras elegir entre un variado y suculento menú, procedimos a brindar por el novio tantas veces como botellas descorchaba Shagy para nosotros.
Como me temía, el vino empezaba a subir la cada vez menos empinada cuesta a mi cabeza, y la risa aparecía en cada esquina de cualquiera de nuestras conversaciones. Mientras Antonio y yo habíamos comido con fruición los entremeses y el primer plato, Mario apenas probaba bocado, solo bebía vino y más vino.
Sin remedio, cuando llegamos a los postres, teníamos una borrachera que no la saltaba un gitano con una vara. Pedimos la cuenta, a la que Antonio se negó que pagáramos ninguno de nosotros, aduciendo que nos estaba muy agradecido, y saltándose a la torera una de las normas no escritas de toda despedida de soltero; el novio no paga.
Tan pesado se puso, que accedimos a que lo pagara todo, causando en Antonio, un alcohólico gesto de satisfacción.
-Bueno, pero esto no se queda así-.Dijo Mario levantándose para ir al servicio.-Yo pago los cubatas, y nos vamos a beber unos cuantos.
Dicho esto, se levanto un tanto tambaleante, dirigiendo su escuálida figura hacia el servicio de caballeros.
Shagy nos había traído una botella con licor de hierba, que invitaba la casa. Como Mario tardaba en llegar, nos llenamos dos vasitos y brindamos por su nueva vida. Antonio me abrazó agradecido, estaba radiante y eufórico. Disfrutaba tanto de su fiesta como yo de mi nueva felicidad. Vencía a mi mente, donde por lo menos hoy, Susana no campaba a sus anchas.
Shagy volvió a nuestra mesa, indicándonos que debíamos acompañarle, pues debían limpiar el salón. Los cubatas prometidos por Mario serían en otro de los salones que tenían y al que nos llevaba sin el meón.
Había que atravesar un pequeño patio interior, por el que andamos los tres, pensando en la inutilidad del trance, pues podíamos habernos tomado los cubatas en la barra, y además, Mario seguía sin aparecer.
Pero la entrada al salón, despejó todos los dilemas. En medio del salón, y junto a un gran sillón, Mario, cubata en mano, aparecía sonriente, chocando su mano con la de Shagy. A saber que habría urdido aquel personaje.
Tampoco dio mucho tiempo a imaginarnos nada, pues a la par que empujaba a Antonio y lo sentaba en el sillón, por la puerta del servicio de señoras, aparecía una escultural señorita, vestida con un uniforme de policía, tan escaso de tela como ceñido. A la muchacha se le notaba hasta el pulso.
No hacía falta ser un genio para imaginar a que se debía tanta tardanza en el W.C.
Antonio no lo esperaba, y cuando vio a la chica, comenzó a teñir su cara de un rojo flagrante, mostrándose también un poco reacio a sentarse en el sillón pese a los requerimientos de Mario, el cual se había erigido como indiscutible maestro de ceremonias.
De todos modos, el fortín del rubor que mostraba, lo asaltamos sin dificultad. Solo hizo falta un poco de insistencia, los cubatas y lo buenísima que estaba la muchacha hicieron el resto.
Shagy accionó un pequeño reproductor de Cds. Que había colocado en una mesa. De modo que una música tropical tan exuberante como nuestra policía privada comenzó a sonar.
Comenzó a mover las caderas con un baile muy sensual, contoneándose frente a un Antonio extasiado, completamente embriagado por el alcohol, y por una sensación de que podía alcanzar aquel escultural cuerpo, tan profunda como irreal.
Poco a poco se fue despojando de sus ropas, primero el diminuto chaleco con el que cubría sus pechos, y luego aquella malla que se me antojaba más provocativa que el tanga que cubría.
Mario no paraba de jalearla, mientras que Shagy no apartaba sus ojos de ella sin decir nada, obnubilado.
No voy a engañar a nadie, yo estaba igual de excitado o más que mis compañeros de striptease, la chica era muy guapa, una modelo diría yo, y no le faltaba ni le sobraba ni un gramo.
Pero ver aquel cuerpo frente a mí, hizo que un flash recorriera mi cabeza como un rayo que cae al mar. No había visto a ninguna mujer desnuda que no fuera Susana, y aquel cuerpo sugerente me trajo a la memoria la última vez que la vi, junto al coche, vistiéndose sin decir nada…

4 comentarios:

  1. Como siempre magistral,¡que detallazo!, hasta yo me he excitado.

    ResponderEliminar
  2. Es un buen relato de colegas en plena marcha nocturna, ahora bien, lo del rioja fresquito hace ver que en vino no tienen ni idea...claro que a su edad no se puede pedir cultura vinícola, bastante tienen. Esperemos que la noche acabe bien.

    José María

    ResponderEliminar
  3. Si es que los hombres cuando nos juntamos.... vamos de cagada en cagada, así que a ver como termina todo esto. Igual la estriptis esa no es el único cuerpo de policia al que ven esa noche.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Ellas son así vas a decir....te vi da un cosqui. Bueno, el cosqui a Manuel, que mucho te quiero perrito pero de comer poquito, anda que no se priva de ná.

    Me gusta, seguimos a la espera. Besitos.

    ResponderEliminar

me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.