miércoles, 21 de abril de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 17: DE DESPEDIDA EN LA DISCOTECA.

Tras aguardar un rato en la cola, el portero nos dejó acceder al local, o más bien, a la taquilla del local, pues de los doce euros no nos libramos ni aún insistiéndoles que era una despedida de soltero.
Mi mente cada vez más ralentizada por el alcohol, no podía concebirlo. No entendía por qué nos cobraban, cuando de más sabía yo que si la despedida hubiera sido de mujeres, están habrían entrado triunfales en la discoteca. Supongo que sufría la típica cabezonada del borracho, achaque que tan fácilmente se percibe en otros individuos ajenos a nosotros, y que sin embargo no percibimos en nosotros.
No obstante, opté por no protestarle a nadie, y pese a enfadarme el asunto, decidí que no iba a estropear mi noche. Así que agarré a Mario por el brazo, y lo obligué a caminar hacia el interior del local, haciéndole un gran favor al portero y a la chica de la taquilla, que estaban ya hasta la coronilla de escuchar a un Mario que estaba ya más pesado que un collar de cocos.
Al entrar por la gran puerta de la discoteca, una luz potente y cegadora me inmovilizó. Provenía de una bola en movimiento que se hallaba justo en medio de la gran pista de baile a la que accedimos, y que se movía a una gran velocidad. World Hold On, cantaba una voz clara al ritmo de una música que ni demasiado baja, pero tampoco tan alta que provocara estridencias, reinaba en aquel lugar.
Hacía mucho tiempo que no iba a un sitio así. Razones obvias me empujaron a ello, pues ir con novia a estos lugares, siempre lo consideré igual que ir a un combate de boxeo, en el que yo era uno de los púgiles seguro.
Me acostumbre pronto a aquella luz brillante, y observé toda aquella amalgama de gente a mi alrededor.
-Manuel, vamos a pedir la consumición- Me dijo Mario acercándose a mi oído derecho, única forma quizás de que lo entendiera, y sacándome de paso de una primera ensoñación, que no sabía muy bien si era provocada por la novedad del sitio, o por la preocupante cantidad de alcohol que había ya ingerido.
-Vamos a pedir algo Antonio-. Dije a su vez al feliz novio, el cual, creo que ya había pasado la frontera que separa la consciencia, de la avalancha alcohólica total, ante la cual, inevitablemente, se acababa como una cuba y sin poder de reacción ante lo que debía ser una retirada a tiempo.
De todas formas, las consumiciones las íbamos a pedir aunque no las bebiéramos, había que hacer gasto si o si. De modo, que con nuestros respectivos whiskys en la mano, y tratando de hacernos sitio entre aquella maraña, nos acercamos a la pista.
El tiempo parecía ralentizado al compás de aquella música. Para mi sorpresa, pude divisar al menos un par de novias en despedida.
Sus características bandas, y sus diminutos velos simulados, coronados por una diminuta polla de plástico, no podían darles un aspecto más ridículo, pero a la vez más sugerente.
Bailaban divertidas, acompañadas cada una de una gran corte de lacayas, todas ataviadas con sus correspondientes bandas identificativas -Como si no lo cantaran ya sus caras-.
Podrían ir veinte por novia más o menos, separadas estratégicamente por una valla imaginaria, que las hacia totalmente independientes.
La verdad, es que nuestra despedida al lado de la de ellas, todavía parecía más ridícula, pero tenía visos de aumentar rápidamente de personal, pues Antonio se movía sin disimulo hacia el centro de ellas, dejándose llevar por el mágico influjo del alcohol.
-Oye Antonio, Le dije agarrándolo por el hombro. –No será alguna de esas dos tu futura esposa, ¿Verdad?
-No, ninguna de ellas- Dijo divertido, empujándome con él hacia ellas.
Mario nos seguía tan divertido como toda la noche, así que los tres parecíamos los enanitos del cuento de Blancanieves, solo que en vez de herramientas, llevábamos whiskys, y en vez del típico paso, danzábamos a cual más ridículo.
Pronto nos vimos inundados de perfumes y melenas al aire. Formando parte de esa legión de zánganos que persigue a todo grupo de féminas, cual moscas a un chorreón de miel.
-¡Hay que arrimarse!- Dijo Mario, utilizando un símil tan torero como obvio en esta ocasión.
-Venga Manuel, esta es tu ocasión de pillar algo- Me volvió a decir dado que carecía de la iniciativa que la borrachera le había concedido a Antonio, que comenzaba a refregarse con la que tenía más a mano.
-Déjame Mario- Le supliqué. –Yo prefiero permanecer en el anonimato. La verdad, es que mi timidez, tampoco había querido faltar a la despedida.
-Voy por whiskys, me toca invitar. Solté, tratando de evitar algo que suponía tremendamente embarazoso.
Así que me dirigí a la barra, suspirando de alivio, pero a la vez maldiciendo por sentir otra vez ese maldito rubor que siempre precedía mis actos.
La verdad es que me costó bastante que me atendieran en esa atestada barra, pero fue tiempo suficiente para replantearme la situación. Tenía que integrarme, y así lo iba a hacer.
Agarré como pude los tres Whiskys, y pidiendo cuidado a todo el que me encontraba, volví al punto en el que los dos Artistas, ya bailaban con algunas de aquellas fiesteras.
-Vamos, coged las bebidas. Dije a los dos bailarines, deseoso de quitarme aquella carga sin partir ningún vaso y sin manchar a nadie, sobre todo a mí.
-Mira, Shaila, te presento a mi amigo Manuel, ¿no es un encanto? Me presentó un Antonio bastante cargado, al que pensé que puteaba más que ayudaba con aquel whisky.
-Hola Manuel. Dijo aquella rubia de bote, cuya minifalda no podía ser más circunstancial y su escote más adecuado para la ocasión. Vamos, que había estudiado minuciosamente su vestuario.- Ven a bailar encanto.
Y me agarró por la cintura, tratando de que yo realizara el mismo baile absurdo que provocaba lo borracha que estaba. Y es que borrachos unidos jamás serán vencidos.

5 comentarios:

  1. Esta entrada, con tal lujo de detalles....se percibe un buen trabajo de investigación y documentación. Te lo has currao.
    La próxima vez avisa y te echo la mano de la experiencia....

    José María

    ResponderEliminar
  2. jajaja, no te creas que no soy muy dado a despedidas.....

    ResponderEliminar
  3. Alguna que otra sí que parece que has vivido ¿eh? o sufrido, según se mire.
    Bueno, este grupo de féminas alocadas le puede dar un puntito gracioso a la noche, que ya me creía yo que se estrellaba aquí mismo. Veamos lo que sigue.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. no sé porqué pero me suena tela esa entrada mosqueante en locales donde las pibas que llevan las faldas por encima de las bragas no pagan y uno tiene que escurrir el billetero

    ResponderEliminar

me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.