domingo, 2 de mayo de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 18: EL TERROR DE LA PISTA

Me propuse bailar y bailé agarrado por aquella desconocida. Me dejé llevar por el ambiente, y la verdad es que todo discurrió solo.
Mario y Antonio seguían presentándose a todo ser femenino que se movía, pero recibían el mismo trato que los demás moscones que sobrevolaban aquella pista...
Yo seguía a mi rollo, bailando con ella, y aunque a ratos desconcertado, a ratos divertidos, lo cierto era que me lo estaba pasando bien. La pobre tenía ya una borrachera que casi no se mantenía, y la mía seguía en proceso.
Lo bueno, es que su estado atraía a muchas de sus compañeras de despedida, a las que pude conocer también. En un momento, me encontré con dos o tres whiskys que nos habían traído, y con varias de sus amigas bailando también a nuestro ritmo de pato mareado.
Todas ellas eran chicas bastante jóvenes, parecía que les habían regalado la indumentaria, pues todas ellas pese al frio de noviembre, vestían unas minifaldas a cual más sugerentes.
Mi timidez se había marchado a dormir, por lo visto la borrachera que yo llevaba ya, le había pagado un taxi. Había conocido ya a casi todas las chicas, éxito total.
Por lo visto, no estar tan pesado como el resto, jugaba más a mi favor que el descaro del que hacían gala algunos de los allí presentes – aunque debo decir, que pese a lo abarrotado del local, tampoco es que fueran una mayoría el pelotón de plastas-, así que ahora era yo el que presentaba a Antonio a todo el mundo.
Mario había desaparecido momentáneamente de mi vista, aunque deambulaba intermitente por la discoteca, apareciendo por todos los rincones.
-Antonio, te presento a Sara, se casa dentro de dos semanas, como tu- Le dije, acercándolo a una guapísima chica de rizos morenos y ojos tan claros como si el azul del cielo se reflejara en un espejo. Me la acaba de presentar Shaila, y me pareció muy simpática. Estaba radiante, contenta porque no pensaba que se lo pasaría tan bien en su despedida.
-Ven con nosotros a la barra, te vamos a invitar a una copa- Le dije una vez se hubieron repartidos los besos de cortesía.
La chica aceptó con algunas reticencias, pero animada por mi amiga Shaila y su borrachera, que hizo como el Capitán Araña, que embarca a todo el mundo y él se queda en tierra, ya que se quedó allí en la pista, enfrascada en su estrambótico danzar con todo el que se movía a su alrededor.
Nos dirigimos a la barra, donde apuramos las bebidas que llevábamos, y pedimos más. Charlamos animadamente, pues Sara era muy alegre. La verdad es que la noche estaba marchando muy bien para mí. Había conocido mucha gente, y sobre todo muchas chicas, de las que tenía ya en la agenda de mi teléfono los números y correos electrónicos de todas las solteras y sin compromiso que habían tenido la cortesía de dármelos. ¡Incluso algunas me lo habían pedido a mí directamente!
-¡Vosotros, dejad ya a mi hermana en paz!- Bramó una voz femenina a mi espalda. –No tenéis ninguna posibilidad, se va a casar en dos semanas, y no voy a permitir que lo estropeéis, ¡capullos!- Volvió a vociferar terminando decididamente con el buen rollo que llevábamos hasta el momento.
Me volví y pude ver la emisora de tales improperios, una chica rubia de ojos claros y mediana estatura se interpuso entre Sara y yo. ¡Esta tía es carajota! pensé. ¿Por qué pensaba que estábamos molestando a Sara? Nadie la estaba obligando, y hablábamos más de sus respectivas bodas, que de otra cosa. No teníamos sádicas intenciones, ni éramos dos obsesos sexuales, ni nada por el estilo.
-Oye, creo que te estás equivocando- Le respondí tratando de controlar el enfado que la sorpresa por la situación, no dejaba salir por la misma puerta que ella.
-Los que estáis equivocados sois vosotros, ¡Adiós idiotas!- Y agarrando a Sara por el brazo, y dando un fuerte tirón de ella, se la llevó, dejándonos allí con toda la cara partida, y un tanto desubicados por lo violenta de la situación.
-Nada Manuel, esto pasa por ser buenos, pide otro whisky. Dijo Antonio, porque alguien tenía que ser el primero que rompiera el silencio que se había adueñado de nosotros, después de aquel corte de punto.
-No creo que pueda beber ninguno más Antonio, estoy ya muy borracho. Le respondí, echando un vistazo al que todavía tenía en la mano, y del que quedaba bastante.
Pero Antonio no hizo caso, pidió otros dos más, de modo que me encontré con dos en la mano, decidiéndome a descartar el menos lleno.
Ya no sabía si volver a la pista o no, tampoco sabía donde se había metido Mario, que hacía rato al que no veía.
Pero volvimos a la pista. Donde todo comenzó a dar vueltas y más vueltas a mi alrededor.

Ya no recuerdo que más pasó aquella noche, tampoco la hora a la que terminó la fiesta, solo sé que un taxi me dejó en mi casa, y que subí las escaleras por instinto, como los elefantes.
Ni que decir tiene que aquel domingo, fui presa de un resacón de los que hacen época. El dolor de cabeza, y la sensación de desplome permanente me persiguió todo el día, y ni el puchero de bote que me compré el día antes en previsión de que algo parecido pudiera pasar, me aliviaron.
Ciertamente había bebido mucho, pero dentro de mí había una sensación de felicidad. No solo lo había pasado muy bien, si no que había logrado olvidarme casi por completo de Susana.
Cogí el móvil, y comprobé que tenía muchos números de gente nueva. No había sido un sueño, pero lo cierto, era que no me acordaba de la cara de ninguno de aquellos nombres que aparecían en ella. Sonreí, siempre podía tirar de facebook…

3 comentarios:

  1. Menuda fiestecita se pegaro, la mia fue algo mas aburrida

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  2. Bueno, la fiesta ya se acabó. Ha estado muy bien descrita, con detalles y con ritmo, pero ahora viene lo difícil ¿qué nos tienes preparado?. Seguro que no nos defraudarás.

    José María

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  3. Así que llegó sano y salvo, bueno, no sé, no sé, algo me dice que la cosa no queda ahí. Me pregunto que pasaría con el tal Mario, por ejemplo.
    En fin, paciencia.

    Saludos.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.