domingo, 9 de mayo de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 19: ARGUIÑANO, SE TE ACABÓ EL NEGOCIO.

Dos semanas después de aquello, Antonio se casó. Por más que insistió para que fuera a su boda, no asistí.
La verdad es que las bodas nunca me gustaron mucho, y a raíz del fracaso de la mía, todavía menos.
De todos modos, el viernes antes de casarse apareció por el taller, donde unas pruebas me tenían bastante entretenido. Insistió en invitarme a desayunar, se le veía muy feliz, y quería agradecerme de esa forma lo de la despedida de soltero.
No nos habíamos visto desde entonces, y repetía una y otra vez que debíamos ir a su boda tanto Mario como yo. Desde luego no compartía su idea de que le habíamos salvado la vida, pero la verdad, es que si no llega a ser por nosotros, los estirados de sus amigos lo hubieran hundido en la miseria.
Tampoco había vuelto a ver a Mario, aunque me había llamado pensando que tal vez, querría dar una vuelta con él. Pero lo cierto es que aquella fiesta, me había dejado hecho polvo para una temporada, así que aduciendo motivos laborales, decliné sus invitaciones a fiestas locas, y a pasarlo bien.
De todos modos, lo tendría muy en cuenta, me había divertido mucho, y eso tenía que repetirse. Era obligado si quería revertir mi situación.
Tampoco había perdido el tiempo, cada vez más integrado en mi trabajo, me decidí a inscribirme en el gimnasio, tal y como me sugería el espejo cada vez que posaba los ojos en mi cuerpo.
Una tarde de las que no corría, opté por visitar uno que estaba a tres paradas de metro del trabajo, y a otras tres de la de mi casa. Un lugar perfecto, pues representaba una medianía más que aceptable entre los dos centros de operaciones de mi vida.
Se trataba de una planta superior, amplia, con su típico techo desmontable, inundado de flexos, que daban una gran claridad al sitio, infestado de espejos en cada pared e incluso pilares, y con todos los servicios con los que podría imaginar un usuario de un gran centro deportivo; dígase; sauna, baños turcos, clases de aerobic, step, cardio-boxing, spinning, etc.…,
Incluso tenía una piscina climatizada en la planta baja, ¡perfecto!, me encantaba nadar.
Nada más entrar por la puerta, me encontré un chico sentado en una barra blanca de madera; a sus espaldas, unas estanterías acristaladas exhibían botes de todo tipo de sustancias que yo creía dopantes; proteínas, y otros productos con múltiples propiedades benéficas para el cuerpo, pero que vendían como lo más natural del mundo entero. También estaba decorado aquel recibidor, con las típicas fotos de culturistas, hombres y mujeres con un volumen muscular que yo nunca alcanzaría.

No llevó mucho tiempo cumplimentar la inscripción, tan poco darme cuenta de que el chico que me atendía era gay. El caso es que era muy simpático. Se afanó por enseñarme las instalaciones, a la vez que alababa las propiedades beneficiosas para el cuerpo de todos los servicios que ofrecían en el gimnasio.
Admiré la cantidad de gente que se afanaban en los distintos aparatos que veíamos, y sobre todo la limpieza y el buen olor que reinaba en aquel lugar, y que yo no esperaba. Siempre tuve en mi cabeza una imagen totalmente diferente del concepto gimnasio; tíos sudorosos, y un cubículo con un olor a sudor concentrado de los que echa para atrás. Vamos, un nido de abubillas.
Salí por la puerta decidido y totalmente animado a comenzar al día siguiente, prepararía una mochila, una toalla, y me comería las pesas.
En todos los aspectos de mi vida, siempre he aplicado una serie de normas y costumbres que he seguido a raja tabla. Mi planificación deportiva especificaba claramente que ese día, era de relajación y descanso, por lo que había aprovechado para ir a inscribirme al gimnasio, y por lo que nada más llegar a mi casa, procedí a darme una buena ducha reparadora.
El agua caliente en mi cabeza abrió una válvula secreta, y claro está me puse a pensar. ¿Qué iba cenar?
Parece una pregunta sin importancia, intranscendente diría yo. Pero no. Caí en la cuenta, de que no sabía un comino de cocina. Y es que hasta ahora en mi vida, siempre me habían puesto el plato por delante. Mi madre, y Susana habían solapado sus habilidades culinarias para satisfacer mis nada complicados gustos, pues siempre me conformé con cualquier cosa.
Debo decir a riesgo de parecer un bicho raro, que me gustaban más los platos que cocinaba Susana que los de mi madre. Le ponía un cariño especial, y yo los saboreaba contento, sentado a su lado en la mesa comedor de nuestra pequeña cocina. Presto a dar una limpieza a fondo de la misma una vez hubiéramos acabados, cumpliendo un pacto no escrito que mi propia vergüenza había dictado.
Concluí que debía empezar a hacer mis primeros pinitos en la cocina, mi nueva condición de solterón así lo exigía, y era inaceptable que mi dieta consistiera en comida precocinada y pasta, que no tienen nada de complicación, pues para colmo después de hervirlas yo le aplicaba salsa de bote, que compraba en el supermercado por docenas.
Así que una vez salí de la ducha, cogí algunos de los escasos libros de cocina que nos regalaron y les eche un vistazo con el fin de encontrar una receta sencilla con la que comenzar.
No recordaba quién nos regaló los libros, pero debía pensar que éramos chefs de cocina, pues las recetas no podían ser más difíciles, así que al final opté por buscar en internet una de esas páginas de recetas para tontos.
Fideua a la Marinera ¡Toma castaña! La lectura de su preparación no me pareció demasiado difícil, aunque tenía mis dudas acerca de si sabría hacerlo, y es que la palabra “rehogar” que salía unas cuantas veces en la misma, me tenía acojonado.
¡Pero lo iba a hacer! Y muy dispuesto me dirigí a la despensa a buscar los ingredientes. Había aceite, pero ni rastro de ajos, sal, y mucho menos cebollas, gambas, almejas, ect…
Total, que tenía que salir a comprar lo que me faltaba, así que me puse un abrigo y me dirigí al hipermercado donde solía realizar las compras que Susana me encargaba como pago compensatorio a mi escasa formación cocinera.
Tuve que apresurarme mucho, pues la hora de cierre estaba cercana, así que caminé por sus pasillos raudo y veloz, persiguiendo los fideos huecos, y el perejil.
Lo más complicado a la vista de la cantidad de gente que había, estaba en la pescadería. Cogí un número del dispensador y me dispuse resignado a aguardar mi turno a fin de adquirir las almejas y las gambas tan necesarias para mi debut.
La receta que anoté añadía un rape pequeño, pero la visión de aquel horrible monstruo marino hizo que lo descartara automáticamente. Parecía que iba a saltar en cualquier momento de su cama de hielo y darme un mordisco.
Y observando estaba sus fauces dentadas estaba, cuando una mano menuda se posó en mi hombro.
-Hola Manuel- Saludó Noelia bastante efusiva, aunque debo reconocer que me costó un poco reconocerla sin sus pertrechos deportivos.
-Hola Noelia, que sorpresa verte aquí- Le dije observando por fin a plena luz la brillante sonrisa que las escasas farolas del parque me dejaban adivinar.
-Vaya, ¿vas a cocinar pescado hoy?- Preguntó curiosa.
-Fideua a la Marinera- Respondí haciéndome un poco el interesante.
-Desde luego, eres una joya, no imaginé que fueras cocinero- Dijo riendo como siempre. –Tienes que invitarme un día a cenar- Añadió al tiempo que la dependienta solicitaba mi número de turno.
-Cuando quieras- Le dije esforzándome por pedir lo que necesitaba sin aturullarme.
Y con una rápida despedida, se marchó en busca de la carnicería, y dejándome una sensación de que quizás le interesara más de lo que creía…

2 comentarios:

  1. Estos hombres....nunca aprenderán a estar solos, veo que el problema se agrava con el paso de generaciones. En fin, preesiento que no será por mucho tiempo en el caso de nuestro prota..¿verdad?.
    Continuo con expextación. Hoy me ha gustado bastante.

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  2. Gimnasio y prácticas torpes de cocina.... parece que está siguiendo el "Manual del Solterón empedernido". Esperemos que Noelia lo salve pronto de caer en el patetismo ese al que va derechito.

    Esto sigue molando, campeón.
    Haber si nos vemos pronto.
    Un saludo.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.