domingo, 12 de septiembre de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 30: QUIERO PASARLO BIEN

Como buen 24 de Diciembre que se preciara, esa mañana no había que trabajar (“Valiente” noche buena hubiera sido esa). Desde luego, semejante putada era poco probable en una empresa que el día anterior hacía una cena por todo lo alto y hasta altas horas de la noche.
Una tibia luz, tan tímida como espontanea se encargó de darme los buenos días besando suavemente mi cara.
Pese a no haber dormido demasiadas horas, había descansado muy bien y después de flagelarme a base de bostezos y escorzos imposibles, me levante de la cama sin saber muy bien que iba a hacer. Me resultaba odioso que todo el día se centrara en la cena de la noche.
Una ducha caliente me dio el vigor necesario para pensar que un buen desayuno en el parque, y luego una carrerita me vendrían bien para comenzar el día lo más ociosamente posible.
La cafetería del parque me recibió con una mezcla de olores mañaneros tan cotidianos como el café y las tostadas. Ocupe la primera mesa que vi libre y jugueteando con el servilletero esperé a que me sirvieran.
Alguna fuerza interior me hizo prestar atención a todos los sonidos que ululaban a mí alrededor; las voces de la gente, mezcladas todas en charlas casi ininteligibles, el ruido del vapor de la máquina de café, la alegre melodía que emitía la máquina tragaperras que a un lado de la barra esperaba su lucrativa comida, etc.
Todo parecía estar de fiesta, todo menos yo. No tenía ni idea de lo que iba a hacer esa noche, y tan buena como era, lo único que había conseguido hasta ahora era ponerme melancólico.
Volví a la casa después del desayuno y la carrera tan confuso como me había marchado. Dispuesto a realizar una limpieza a fondo de la casa para una cena a la que únicamente iba a asistir yo.
Tan pronto terminé, me senté en el sofá a observar la pulcritud de mi obra, pero que no era óbice para que me sintiera mal, con una terrible sensación de aburrimiento.
Cuan fastidioso es desechar todo un día para quedarse solo con una noche plagada de interrogantes. ¡Pero vaya destello más brillante dio la bombilla de mi cabeza!
Me acordé de repente, de cuando era estudiante, y de cuando me iba de pubs después de comer. Todos los pubs del centro abrían formando un ambiente muy especial en el que nos divertíamos mucho. Incluso alguna vez había ido con Susana de novios, aquel día acabé bailando sobre un barril vacio de cerveza, y poniéndole un dedo en la cabeza a Mario, mientras este daba vueltas mientras decía que era una peonza. Claro está, que acabó mareándose y cayendo de espaldas para nuestro total descojone.
Lo malo es que alguna vez me pasé un poco y mis padres me habían llamado la atención por mi comportamiento de “borrachuzo” en la cena.
¡Pero ese día nadie me iba a reñir!, así que iba incluso a comer fuera. Me duche y compuse lo mejor que pude, y en un despiste de esta, dejé encerrada en el baño a mi soledad.
Una buena comida en un restaurante, un buen café y un buen whisky como postre, tuvieron a bien ser el preludio de lo que yo pretendía como una tarde perfecta.
El centro estaba cerca, por lo que no tarde mucho en pisar su larga avenida y sus placitas llenas de pubs. Todos ellos habían colocado carteles anunciantes de horas felices y ofertas de todo tipo, adornados con guirnaldas y brillantes luces rojas que lucían alegres.
Entre tanto pub, la verdad es que no sabía dónde acudir, y me quedé parado en medio de la calle observando el ambiente, hasta que el sonido de mi móvil me sacó de mi ensoñación.
-Estoy viendo a un tonto con camisa larga gris, mangas ligeramente recogidas y pantalón vaquero, más feo que los pies de otro –Dijo una voz muy familiar antes de estallar en una gran carcajada.
¡Era Mario!, la verdad es que me dio alegría de oír su voz.
Y Mario salió de un pub cubata en mano, nos dimos un abrazo acto seguido. Venia ligeramente más moreno, probablemente una de las secuelas de su viaje a Cuba, y como siempre, con muchas cosas que contar.
-¡Vamos a beber algo de buen rollo! –Le dije con alegría.
-¡De buenísimo rollo! –Respondió poniéndome la mano en el hombro y dirigiéndome al lugar donde había estado metido.
Pasé un rato muy agradable charlando sobre Cuba y las aventuras de Mario allí, y de paso, alegrándome de no haber ido con semejante “marronero”. A lo tonto me había bebido unos cuantos cubatas y estaba muy a gusto, pero decidí que ya había bebido bastante, además eran casi las nueve, por lo que debía marchar si quería prepararme algo en condiciones.
Por supuesto, Mario estaba totalmente en contra de mí medida, así que trató por todos los medios habidos y por haber de quitarme la idea de la cabeza, tildándome de maricona y rajado, pero con poco éxito.
Me despedí rechazando una invitación para cenar en su casa, y dándole un nuevo abrazo, me dirigí a la salida.
Tras sortear la enorme espalda de un grandullón que tenía justo delante, volví mi vista levemente a la izquierda, y la vi. Estaba sentada en una mesa alta con varias personas de su misma edad y de diferentes sexos.
Entre una nube de humo, una especie de fuerza telepática hizo que volviera su vista justo sobre mí.
No tuve más remedio que pararme de sopetón al tiempo que como lanzada por un resorte, Noelia se levantaba y venia con pasos decididos.
Tan risueña como siempre, me dio un abrazo y dos sonoros besos, diciéndome que se alegraba de verme.
Yo estaba tan nervioso que no sabía que contestar pese a tener la lengua engrasada por el alcohol. Estaba impresionante aquella tarde, pelo recogido por una graciosa cola, camisa blanca de botones ligeramente dorados y pantalón vaquero, todo ello adornado con una alegría que parecía perenne en esa chica.
Tras reiterarme su deseo de que me uniera a su grupo, decidí no sin dudas marcharme, no conocía a nadie de su entorno. Noelia tampoco insistió mucho más de lo cortés, pero con un solo gesto, hizo tambalear todos mis cimientos.
¡Volvió a abrazarme!, es más, incluso me acarició la espalda. Y luego de decirme que me apreciaba, se volvió a su sitio, mostrándome como si estuviera en butaca de primera fila, un contoneo de trasero del que no pude resistir pegar mis ojos como si fueran de Velcro y su culo una manta.
Pues sí, una autentica fiebre convulsionó mi cuerpo sin que ella se diera cuenta. Andaba por el pub incluso desnuda y Noelia no lo sabía, pues mi poderosa imaginación ya no conocía limites.
Había quedado con ella para después de la cena, así que quizás la noche no fuera tan larga. Mi instinto me decía que tenía que intentarlo, y lo que hacía tiempo que no usaba me decía que si no lo intentaba no tendría perdón, así que….

4 comentarios:

  1. El argumento sigue su línea habitual, bien llevado, pero observo algunas faltas de precisiñon en la redacción, que , perdón por la osadía, creo recomiendan una segunda lectura del autor para corregirlas, así, "De vuelt a la casa" (sobra ese la), "mientras....mientras"....
    Dani, esto puede ser una buena novela, ¿porqué no te lo propones, haces un borrador y te lo corregimos los amigos?

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  2. Bueno, Bueno parece que se va arreglando.
    espero con impaciencia la comtinuacion.

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  3. Opino igual que genialsiempre, también he visto esas pequeñas faltas que él comenta. Y también creo que al ritmo que vas podías proponerte lo del libro; eso sí, sin agobiarte mucho. Como vas, va muy bien.

    Un abrazo.

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  4. Teneis mucha razón, algunas veces se me van. Me cuesta corregirme.
    Muchas gracias por vuestro interés, si logro sacar un borrador de la historia, se que puedo contar con vosotros.

    Gracias, y espero que no os aburra mucho el final, que ya esta cerca.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.