domingo, 10 de octubre de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 33: PERDONAME (Camilo Sesto)

Ya no volvió a dedicarme ni una palabra, solo un par de miradas desdeñosas desde su mesa, y cuando notó que la miraba, se centró aún más en su conversación con uno de sus amigos.
La noche se caía en pedazos a mis pies. Una angustia suave y envolvente, vino a cerciorarse de que la noche se había ido al traste, y quizás una bonita amistad.
Sentado en la barra y mientras todos reían, me puse a mirarla, buscando de nuevo la redención en una de esas sonrisas brillantes que regalaba, y que viniera a hablarme como si nada hubiera pasado.
Pero la cruda realidad era que la había cagado, así que con más pena que gloria, puse punto final a la noche, despidiéndome a la francesa y tan abatido, como acostumbrado a sentirme un desgraciado.
Me levanté tarde, descansado, pero aún avergonzado por mi comportamiento. Trataba de convencerme de que se había puesto muy a tiro, que era una “calientapollas”, y que se me había insinuado tanto, que no tenía la culpa de caer en el error.
Sin embargo, otra parte de mi decía que me había portado como un imbécil, con o sin la maldita bebida, no tenía mucha justificación.
Que sensación tan mala es esa que te dice que el día de ayer ya no es igual al de hoy. Vaya vergüenza que iba a pasar cuando tuviera que darle la cara en el parque o en algún otro sitio.
Metí mi cabeza entre mis brazos y froté enérgicamente mis cabellos, como si de esa manera fuera a borrar todos mis problemas.
Noelia se había preocupado realmente por mí, y yo había confundido totalmente los términos. Debía hacer algo por remediarlo, así que iba a buscar una solución a estos remordimientos que me estaban matando. Me iba a portar como un hombre civilizado.
Recordé que tenía su teléfono, así que intenté ponerme en contacto con ella. Su teléfono se encontraba desconectado o fuera de cobertura, pero consideré que quizás era demasiado temprano para ella, pues se habría acostado seguramente más tarde que yo.
Pero lo intenté más tarde sin ningún resultado, pensé que podía haberme bloqueado como contacto. Desde luego no merecía menos.
Estuve unos cuantos días intentándolo sin éxito, incluso la busqué por el parque a las horas que sabía que ella acudía pero nada.
Así con todo, llegó el último día del año, y yo sin noticias de ella, por lo que me convencí que quizás se había ido de vacaciones navideñas a esquiar o algo por el estilo. Ahora me tenía que concentrar en la cena familiar que tenía esa misma noche.
Tenía todos los regalos comprados, pero repasando los detalles de la cena, me di cuenta de que en cumplimiento de mi costumbre de llevar alguna aportación cuando voy a cualquier cena no había previsto nada.
Ese año tenía claro que no iba a llevar vino, pues mi padre era amante del bueno, y todo el que le llevaba resultaba de peor calidad del que tenía el en la mesa. Siempre acababa diciéndole que lo echara para la comida. Ese año iba a llevar postres, así que después de comer y haber echado una buena siesta, me fui en busca de una heladería donde sabía que hacían unos sorbetes de limón muy buenos.
Esta estaba en el centro comercial al que solía acudir, y es que en una gran ciudad todo se mueve por estos lugares, como imán atrayente de todos los últimos negocios relacionados con la última cena del año. Una concurrida multitud sesteaba, deseosa de poner sosiego a sus prisas desesperadas por poner a punto un acto que al día siguiente dejaba de tener importancia.
Para ser justos, a veces, no solo me ha abrazado la Diosa Fatalidad, también la Diosa Casualidad, y quizás ella vino a saludarme aquella tarde.
Mirando un escaparate absorta, y tan distraída que pude acercarme a ella sin que se diera cuenta, Noelia aparecía como una presa a los ojos de un lince; sola y desprevenida.
Respiré profundamente, pero avancé hacia ella dispuesto a terminar de una vez con aquel racimo de remordimientos que había florecido en mi alma y que me atenazaban.
-Hola- Acerté a decir, expectante y deseoso de ver su reacción.
-Hola-Fue lo único que respondió, diciendo más con una dura mirada, tan diferente a la brillante y espontanea que me solía regalar, que con mil palabras.
-Tenemos que hablar-Le dije en tono suplicante, sin atreverme a tocar su brazo aunque tenía intención.-El otro día fui un estúpido y quiero disculparme contigo.
Algo se movió en sus ojos y su mirada, y tan parca en palabras como había comenzado, señaló un café que estaba apenas a unos metros de donde nos hallábamos.
-Te ruego que me perdones Noelia, he metido la pata contigo hasta el fondo y me duele haberte insultado- Le dije una vez nos sentamos y pedimos un par de cafés. –Supongo que no tengo mucha justificación, y todo lo que te diga solo empeorará el asunto, así que solo quiero que sepas que estoy muy arrepentido- Continué abortando un intento por su parte de hablar y acabando de carrerilla todo lo que tenía preparado.
-Te perdono- Dijo volviendo a mostrar un atisbo de sonrisa. –Pero ahora vas a escucharme tu a mi.

3 comentarios:

  1. Esto pinta bien, me has dejado impaciente esperando la resolucion del problema.
    Te has metido en una via de dos sentidos haber como sales

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  2. Me gusta este capítulo, está bien conducido y engancha al lector que ahora espera ansioso la continuación.
    !Sorpréndenos!, ¿será Noelia travesti?

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  3. Opino igual que los anteriores comentaristas; espero ansioso la respuesta de Noelia. Seguro que no defrauda (me refiero al lector, no al protagonista).

    Un saludo.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.