viernes, 7 de enero de 2011

EL INVIERNO DEL CORAZÓN


CAPITULO 39: SALIENDO DEL LETARGO

Dos días me duró el letargo emocional al sumió mi cuerpo aquel incidente que no esperaba y que llenó mi mente otra vez de dudas e hipótesis.
Púes si, lloré de rabia nada más llegar a mi casa. Me sentía como una especie de ser desequilibrado, zarandeado por el viento de las circunstancias y que no conseguía desembarazarse de una vez por todas, de ese peso de dolor, puede que celos e incluso de amor. Un amor que se resistía a salir de la cama caliente de mi corazón a una mañana fría, con grados bajo cero, y por mucho que yo le ofrecía ropa de abrigo y le rogaba que se fuera.
No podía ser, hacia tres meses que me había divorciado, ¿por que no podía aceptar la situación como cualquiera lo haría? ¿Por qué no podía olvidarlo todo?, ¿Por qué no podía olvidarla?
Cuando precisamente creía estar mejorando, aparecía como un fantasma que desmontaba mi castillo de palillos de diente con un pequeño soplido de aire.
De todos modos, esta vez me sorprendió una ola de sensatez que no había experimentado antes en estos estados de mi mente. Hice una llamada a Valeria.
Durante casi una hora, sus ánimos y su punto de vista, me hicieron replantearme una situación que me abocaba, que me exasperaba por lo vulnerable que me hacía.
La mañana de vísperas de reyes, fui a trabajar pese a que era día libre. Tenía unas pruebas que dejé pendientes adrede.
Me había refugiado en el trabajo como método de escape, y había empezado enero como un campeón, saliendo el último y entrando de los primeros, con la consiguiente alegría de mi jefe.
Antonio y yo teníamos que probar la resistencia de los fusibles de unas placas que se aseguraba eran defectuosos. Yo defendía a capa y espada que en realidad el fallo estaba en los códigos que programaban la tensión a aplicar a las mismas.
Caminé por el pasillo de la oficina buscando las llaves de la taquilla del taller que estaban en mi mesa. Todo estaba solitario, en un silencio apenas violado por el leve zumbido de los discos duros de los ordenadores de mis compañeros que nunca estaban apagados y que parecían querer llamar con sus pequeñas vocecillas metálicas.
Parece mentira, con lo que siempre me había molestado trabajar cuando todos estaban en casa, y yo allí haciéndolo por cuenta propia. Sentía melancolía por ellos, me los imaginaba en bucólicos parajes, riendo unos, soñando otros cubiertos de mantas en lechos aterciopelados, incluso algunos borrachos por la juerga de la noche anterior.
Al pasar por la puerta del despacho de D. Aurelio, mi vista fue a clavarse en el tablón de anuncios que como si de una ventana marrón de tratara, flanqueaba la misma, siempre llenas de comunicados internos, y de anuncios interesantes las pocas veces.
Esta vez una hoja llamó mi atención. Clavada con chinchetas en una posición no precisamente horizontal, informaba a cualquier interesado, de unas plazas vacantes en Londres, entre ellas, había dos de mi puesto.
Seguí caminando hasta mi oficina, pero dándole vueltas al asunto, pues si en una primera impresión el desinterés había sido mi primera reacción, con el paso de los minutos, la idea había pasado a ser de impensable a no tan descabellada.
Yo no tenía problemas con el idioma, incluso podría servirme como práctica definitiva para mí ya bastante buen inglés. Además, un cambio de vida era precisamente lo que necesitaba.
Antonio hizo con su presencia que me olvidara del asunto, pero me convencí a mi mismo para que D. Aurelio me informara de las posibilidades reales que tendría en caso de pedir la plaza.
El día se fue volando, cuando quise darme cuenta, prácticamente eran las seis de la tarde. Ciertamente el día había dado para mucho, incluso para ganarle una apuesta a Antonio, pues efectivamente, descubrimos que el problema no era de las placas, tal y como suponía.
Antonio también estaba muy contento, pues este experimento fuera de jornada laboral, nos iba a reportar bastante reconocimiento, incluso puede que “pingües estipendios” (si se me permite).
Un café y una cálida despedida, pusieron punto final al trabajo. Maleta en mano, caminé por la ancha avenida donde se ubicaba el edificio donde trabajaba y pese a que estuve a un par de pasos de la boca de metro, decidí dar un paseo andando.
El sol, caía perezoso en su dulce sueño, y un frescor nocturno invadió poco a poco la atmosfera. La noche estaba presta a comenzar.
Parecía una broma del destino, un día que siempre había sido para mí de ilusión se presentaba cuando más lejos se había ido esa palabra de mi vida, era noche de reyes y yo en mi mundo.
Tras escuchar los ecos musicales de las cabalgatas que se mezclaban en el aire con el olor a castañas asadas y la algarabía de los pequeños, que tirando prácticamente de sus padres recorrían aquella avenida, me acordé del evento.
Seguí caminando hasta llegar a la cabalgata. Como si estuviera viendo el desfile del año nuevo chino, observé la algarabía de la comitiva real.
Los más mayores, perseguían el caramelo volante que caían del cielo por obra y gracia de unos reyes de todos los colores que sobre sus carrozas, seguro que tendrían al día siguiente unos importantes dolores de hombros.
Tan entretenido estaba, que casi no me di cuenta de que desde mi bolsillo derecho, el teléfono móvil tocaba desesperado su melodía, intentando captar una atención que yo tenía dedicada en esos momentos al paso de sus majestades.
-Hola, ¿con quién hablo?- Pregunté a la persona que se encontrara detrás de aquel número desconocido para mí.
-Hola Manuel, soy Cristina. ¿Dónde te metes chico?-Respondió una voz tan animada como la cabalgata, y a la que me costaba oír por el sonido de la misma.
-Pues mira, estoy en una cabalgata, ¿donde estás tú?-Dije alzando la voz, esperando hacerme oír.-por cierto, ¿Cómo has conseguido mi número?
-Ya te lo contaré en persona-Respondió haciéndome sonreír-¿Quieres tomar una copa?
Acepté contento, quizás la noche de reyes tampoco fuera a ser tan aburrida. Además le debía una explicación.

4 comentarios:

  1. Me gusta por lo realista, conozco personalmente quien se plantea marcharse fuera por las mismas circustancias.

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  2. Bravo, acabo de llegar de la lectura y me encuentro estos "estipendios", que cada día son menos pingües. Me gusta el detalle de mezclar el título en el texto.

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  3. "...pues si en una primera impresión el desinterés había sido mi primera reacción..."
    Esos dos "primera" tan seguidos no suenan bien; te será fácil cambiar alguno.
    "...como práctica definitiva para mí ya bastante buen inglés." Ese "mí ya bastante buen inglés." creo que tampoco está nada bien; consúltalo.
    Por lo demás, nada que objetar, continua la línea ascendente de los últimos capítulos, y se va sospechando un final inminente; aunque puede que me equivoque.

    Ciao.

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  4. Algunas tildes y comas se te cuelan por el ojo bizco, por lo demás guay, me gusta eso de que esté echando de menos a su ex-novia. Ah, y muy buen guiño lo de "pingues estipendios".

    Besín.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.