sábado, 6 de febrero de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 8: MISTERIOSA AMIGA

No quería reconocerlo, pero el paupérrimo resultado obtenido el fin de semana, me había apesadumbrado.
Cuantas veces no había deseado yo, ante el agobio que suelen producir a veces las relaciones largas, salir por mi cuenta , y sobre todo, después de oír las fantásticas historias de citas a ciegas y rollos de una noche que acaban en polvos memorables que algunos amigos fantasmones me habían contado alguna vez. Ahora que lo tenía en la mano, ¿Por qué salía tan mal?, ¿Qué había de esas borracheras tan grandes que desencadenaban situaciones tan delirantes, que hacían reír toda la noche? La que yo cogí, lo único que desencadenó, fue un dolor de cabeza de campeonato.
La mañana en el trabajo, tampoco había sido nada agradable, a los habituales inconvenientes inherentes del curro, se habían sumado una serie de catastróficos problemas, cuyo resultado era, que nos habíamos retrasado más de la cuenta con un proyecto que debíamos presentar el lunes, y a la tarde, no solo estaba muy liado, si no que todo ello acarreaba que posiblemente tendríamos que trabajar todo el fin de semana.
Justo lo que me hacía falta, no sabía si cortarme las venas o dejármelas largas. Si el fin de Semana pasado fue malo, este iba a ser peor.
Con tales tribulaciones, y machacando mi mente una barbaridad, llegué aquella tarde a mi casa, y aunque el sol iba por el pasillo, ya camino de la cama, me puse la ropa deportiva, y tranquilamente me dirigí al parque a correr un poco.
No sé por qué extraña razón, cada vez que comienzo a correr, creo que me voy a comer el mundo, y me veo preparado para correr la maratón de Nueva York si se tercia. Pero conforme transcurren los minutos y los metros recorridos, esa fuerza desaparece como por arte de magia, y algo en mi interior me insulta por infligir castigo a mi propio cuerpo-que ya hay que ser tonto-.
Esta vez, sin embargo, esa sensación estaba tardando en llegar, y trotaba con un ritmo muy alegre por aquel inmenso parque, quizás lo que más me gustaba de la ciudad, y probablemente donde mejor me sentía. Me encantaba el aire fresco que recorría por sus caminos, removiendo las hojas de los arboles, y haciendo que mis pulmones se llenaran de un aire puro, difícil de encontrar en una ciudad tan grande.
Aunque lo que más me gustaba, era observar la blancura con la que teñía la luna el lago interior, una luz brillante, que al fundirse con la negrura del agua, se tornaba de un plateado que me hipnotizaba, y su hermosura podía hacerme estar horas sentado junto a uno de los numerosos árboles que flanqueaban el gran estanque, recuperándome del esfuerzo, y tratando de traspasar aquella paz a mí interior.
Decidí subir el ritmo de mi carrera unos cuantos minutos antes de acabarla, a fin de coger una buena forma física. Así que llegué al lago con el corazón en la boca, y tras unos ejercicios de estiramiento, me senté en el césped, apoyando mi espalda en un árbol.
La noche ya había tomado la totalidad del parque, y la luz amarilla que salía de las farolas que al tres bolillo flanqueaban los caminos del parque, permitía apreciar las nubes de vaho que salían de las bocas de los pocos corredores que habían optado por entrenar esa tarde.
Las nubes no permitían ver la luz de la luna en el lago, pero no obstante, me pareció igual de bonito, ni los pocos patos que chapoteaban en el, arruinaban la atmosfera de paz que reinaba allí.
Tiré una piedra al agua, y me puse a observar su efecto en la negrura del agua. Un ruido de pasos me sacó de mis pensamientos. Una sombra caminaba hacía mi, con los brazos en jarra, y lanzando grandes bocanadas de vaho por su boca.
-Hola –Dijo jadeante, descubriendo una dulce, aunque entrecortada voz de mujer. - ¿Puedo hacer mis estiramientos aquí contigo? Pidió tratando de recuperar el resuello.
-Claro mujer. Respondí un tanto cortado por la petición de aquella extraña.
-Espero que no pienses que soy una fresca o una caradura, lo que ocurre es que me da un poco de miedo estar aquí de noche, y te he visto corriendo más de una vez por aquí, así que me inspiras confianza. Declaró entre risas, y provocando una ligera sonrisa brotara de mi boca.
La educación, me obligó a incorporarme, más avergonzado de lo que podía permitir que se apreciara, mientras aquella extraña hacía estiramientos a conciencia.
Una vez hubo terminado, se acercó hacía mí, y se presentó como Noelia, acompañando con dos besos su presentación, que fue tan rápida como breve, pues con la misma presteza que llegó, anunció que se le hacía tarde, e iniciando un ligero trotecillo se marchó hacia la salida del parque, dando por finalizado un encuentro un tanto extraño, pues aunque se había presentado incluso con dos besos, no había apenas visto su cara por la oscuridad.

5 comentarios:

  1. Nuestro protagonista, porque ya es de todos, baja al mundo terrenal y empieza a tener sensaciones conocidas y vividas por todos. Vamos a ver que le depara Noelia, pero yo le diría que no se fíe, porque los personajes literarios son muy traidores.

    Sigue, sigue.....

    José María

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  2. Ajajá, por fin un ligero tufillo a romance; se veía venir.
    También te va saliendo la vena poética. Si todo es cuestión de tiempo...

    Bien, bien, seguimos a la expectativa.

    ¿Y cómo va esa lesión furbolera, te veremos en la final?

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  3. Gracias por tu interés, siguiendo con el aire futbolistico-cadista que le dí a mi última entrada, voy ahora y me escoño la rodilla.
    Hay dias que estoy mejor, pero me sigue doliendo y molestando, voy a ser baja para la caminata de mañana.

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  4. me gustan los detalles, espero con impaciencia la siguiente entrega

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  5. Al texto le quitaría unas pocas de "comas", que a mi poco entender, sobran, pero la mejoría lingüística respecto a tus anteriores trabajos, y hablo de tus chapuzas en los "PLÁSTICOS", es abismal. Nunca había leído tus textos íntegros por lo extenso de ellos, pero me he decidido con éste y mereció la pena.

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.