domingo, 19 de septiembre de 2010

EL INVIERNO DEL CORAZÓN.


CAPITULO 31: CENA SOLITARIA.

Un tanto excitado por la expectativa que se me abría, y que no sabía realmente como resultaría, volví a entrar en mi reluciente hogar.
Los olores a productos de limpieza y a los ambientadores que tenía estratégicamente repartidos por toda la casa me dieron una agradable bofetada, de esas que no son comunes que sucedan y que te llenan de satisfacción.
Me senté con cierto recreo en el sofá con el mando a distancia en una mano y con la intención de ver algo que me entretuviera hasta la hora de la cena.
En la televisión (tan noble como siempre), había cabida para todo tipo de programas; los típicos navideños, con un tele-maratón que ofrecía a subasta productos donados por famosos, películas de Disney en las que no faltaba la nieve, los renos y el famoso espíritu de la navidad, dibujos animados y el típico programa del corazón que ahora están tan de moda y no descansan ni en un día tan señalado.
Resumiendo, tan poco que ver, que mirar los objetos de la casa e incluso la pared, merecía más la pena. Y eso hice.
Me puse a contemplar las repisas que tanto nos costó instalar, no solo porque venían en un kit con un libro de instrucciones en todos los idiomas menos en español, si no porque no nos poníamos de acuerdo en el lugar idóneo para su ubicación.
Como nos reímos cuando después de la odisea del montaje, me equivoque en las marcas, y equivoqué uno de los anclajes.
Resultado: un “leve” desnivel a la derecha que hacía que los libros cayeran como en un tobogán. Susana estuvo riéndose de mí una semana.
Parecía tan alegre su sonrisa. Tan real su diversión por cualquier asunto que afrontábamos en nuestros primeros meses de matrimonio, que si no fuera por el final que tuvimos, hubiera pensado que duraría toda la vida. Pero me equivoque.
Antes de ponerme más triste, camine hacia la nevera y saqué una botella de vino rosado que formaban parte de la cesta de navidad que me había obsequiado la empresa.
Su frio pero agradable sabor se encargó de mitigar la melancolía que quería venir a cenar conmigo esa noche. La eché escaleras abajo y me dispuse entre copa y copa a elaborar el banquete.
La cesta me resultó más útil de lo que creía, pues aportó charcutería ibérica y bebidas, además de un paté que había comprado y de un pollo asado que había tenido preparado desde el día anterior y que daba vueltas en el horno.
Casi sin darme cuenta la botella pasó a mejor vida, así que tuve que buscar otra entre la gran variedad de bebidas que traía aquella elegante caja de madera. Un rioja fue esta vez el elegido, así que cuidadosamente lo coloque en el centro de la mesa acercándole un sacacorchos para cuando fuera menester abrirla.
Una vez estuvo el pollo preparado y las patatas fritas cortadas en rodajas grandes, bien doradas me senté a la mesa.
Abrí la botella y me puse a ofrecer a mis invitados. ¡Que raro, nadie quería!, y eso que era rioja del bueno. Pues más para mí, y casi me la bebí entera.
El pollo salió bastante bueno, lo cual constituyó una verdadera alegría. Y sorpresa también. Por lo que llegué a la conclusión de que quizás tanto vino era un condimento que mejoraba cualquier comida.
Y es que por su culpa me parecía que aquel programa que estaban emitiendo con el sempiterno Ramón García me pareciera lo mejor del mundo.
Me sentía muy bien, tanto, que estuve a punto de dejarlo todo como estaba, arreglarme y salir a toda pastilla. Pero mi sentido común me hizo llegar a la conclusión de que si se daba bien la noche, y conseguía que Noelia aceptara una invitación a venir a la casa como pretendía hacer, se encontraría una auténtica Zahúrda. Eso no podía ser.
Media hora más tarde ya tenía todo tan limpio o más que antes, y con cantidades industriales de oloroso ambientador por toda la casa. De modo que después de una ducha y una elección meditada del vestuario apropiado me lancé de nuevo a la noche.
Esa noche me embargó una sensación de optimismo que me resultó incluso rara. Desde luego, Baco y sus efluvios habían hecho esa noche un buen trabajo conmigo.
Había quedado con Noelia en un Disco-Pub que ambos conocíamos. No estaba en el centro, pero tampoco demasiado alejado, así que sin pensarlo dos veces me dirigí hasta allí. Si llegaba demasiado pronto siempre podía ir al centro y luego volver.
La calle estaba llena de corrillos de chicos. Más numerosos, menos, pero todos escapados de sus cenas y citados a regañadientes de sus padres. Me hizo recordar los tiempos de la pandilla, cuando nos juntábamos en cualquier plaza con alguna botella escondida y sin importarnos ni lo más mínimo el frio. Al día siguiente, la bronca con los padres era segura.
Cuando llegué al lugar de nuestra cita ya había bastantes parejas y grupos. Sobre todo de treintañeros. Eran las doce, por lo que ya comenzaban a salir los que no tenían ya un cotillón o alguna fiesta concertada.
Todo comenzaba a rodar bastante bien, pues nada más entrar empecé a ver conocidos. El primero fue Juan, mi antiguo colega de pandilla.
Después de saludarnos y comentarle como me había ido con Mario –Al que encontré gracias a él- me marché con la promesa de bebernos algo después. Las miradas recelosas que me lanzó su mujer tuvieron el éxito que probablemente esperaba.
Hay gente que cree que las viejas amistades son obstáculos que hacen que se valore menos lo que tienen. Me encontré en mi vida alguna gente así, pero siempre consideré que lo que tenían era un importante complejo de inferioridad.
De todas formas no quería ser yo un contrapunto para nadie, así que me fui a otra parte del local, allí estaba Shagy –Al que no veía desde la despedida- sonriendo y haciéndome señas.
También andaba por ahí Antonio, y quizás el que más temía, Mario –el cual quizás no debía aparecer hoy.

4 comentarios:

  1. Dos cosas me llaman la atención, la primera es lo de la cesta navideña de empresa. Se vé que tenías esto escrito hace años, pues ya las empresas no regalan nada.
    Segundo, ¿como conoces tu tan bien, lo que piensa una mujer casada de las amistades de la juventud?, o alguien te asesora o tienes una doble vida, porque esto no es documentarse.
    Bromas aparte, me parece bueno el capítulo de hoy, quizás por criticar algo, diré que un poco falto de sustancia, pero no todos van a ser trascendentales.

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  2. Jajaja, por decir algo bueno, te dire que las cestas de mi empresa si son espectaculares.

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  3. Bueno, por contradecir a genialsiempre, creo que el rechazo de una esposa a las amistades pasadas de un marido es un tópico bien conocido; sus razones tendrá.
    Por otro lado, te vuelvo a advertir sobre las reiteradas coletillas que utilizas para unir frases, como "así que" o "por lo que". Cuidadín con esas cosas, no suelen ser necesarias y pueden estropear un buen texto.

    Hasta pronto.

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  4. Confirmo lo de las cestas de Navidad trabajo con el y son expectaculares.
    El texto bastante bien, como siempre me parece poco pero bueno

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.