martes, 30 de noviembre de 2010

¡QUE CABEZA!



Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada. Anoche penetré tan sigiloso como un gato, abrigado por la seguridad de las frías mantas de la oscuridad.
Las cuatro de la mañana, y mis padres ya acostados. Mal panorama se podía terciar si detectaban la llegada de mi ausencia. Nunca entendí que dieciocho años podían ser objeto de tal falta de libertad, pero el caso es que ellos no ven esa edad compatible con esa hora.
De pronto mi vejiga llena de cerveza protestó con un agudo sin razón, con un borrador que eliminaba a toda prisa cada idea que pasaba por la pizarra de mí aturrullada cabeza, haciendo sonar una sirena que irremediablemente indicaba que iba a estallar.
Era vital mantener la disciplina de luces y sonidos, así que de puntillas y tocando las paredes sigilosamente, buscando con el oído el ruido entrecortado del sueño de mis padres, entré en el aseo.
No atinaba a desabrochar aquellos importunantes botones del pantalón, mientras notaba incluso, el paso de la orina de la vejiga a la uretra. Pero tan nervioso esfuerzo tuvo recompensa en forma de una liberación orgásmica, lenta y fluida. Y caliente.
Lo sentí en mis pies descalzos.
Ahora sí que la había hecho buena, anoche la tapa del váter no estaba levantada.

4 comentarios:

  1. tu vas mieux avec les textes, cela doit être l'air parisien

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  2. Pequeños fallos contados magistralmente

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  3. Jajaja, ¿no será un hecho verídico? La Carmen te mata.

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  4. jajajjaja que bueno eso se de buena tinta a mas de uno que le a ocurrido, eso y cosas peores

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.