lunes, 8 de junio de 2009

EL CONVENTO III.


Debo reconocer que sentía un poco de miedo cuando por fin me decidí a hablar con el Capitán de Regulares, y es que aquel hombre alto y fornido no solo causaba pavor entre sus soldados. Se movía rápidamente entre su tropa, haciendo que su amplia capa color garbanzo destacara desde lejos.
No obstante, decidí armarme de valor, y encaminé mis pasos hacía el. Se encontraba hablando con dos de sus subordinados de mayor graduación, un Sargento y un Cabo, mientras observaba con gesto serio la perfecta formación que ofrecían sus soldados.
-Buenos días, ¿es Vd. el Capitán Espinosa?.- Dije intentando pronunciar lo mejor que pude mi recién estrenado Castellano de escuela a toda prisa.
El Capitán hizo un giro brusco de cabeza, y estuvo observándome durante algo más de un minuto, a mi me parecío mucho mas tiempo el que tuvo clavados en mi aquellos penetrantes ojos negros, que parecían capaces de matar por la injerencia estaba sufriendo.
Tres estrella de seis puntas en fondo rojo que lucía en el pecho, lo distinguían de los demás soldados, así como el color de su piel, pues por sus rasgos y aquella tez oscura tan característica, me dí cuenta de que eran todos musulmanes.
-Yo soy -. Espetó secamente, una vez que se decidió a hablar. Alargué mi mano hacia el, al mismo tiempo que me presentaba. Tuve la precaución de mostrar mi acreditación a la par que daba mis datos, pues a todas luces se veía que al Capitán Espinosa no era precisamente un enamorado de la espera.
Escrutó la acreditación, y volvío a mirarme de arriba a bajo, hasta que por fin, con un gesto brusco, me la devolvío, diciéndome que estaba informado de mi llegada, que subiera a uno de los camiones cuando partieran, y que si causaba algún tipo de problema, me daría una patada en el culo y me dejaría a mi suerte allí mismo.
Con este panorama, decidí no separarme de los camiones. Pero un par de minutos después, con un grito que retumbó en todo el puerto, el Capitán ordenó que rompieran filas. Los soldados, rápida, y ordenadamente, subieron a los camiones. Yo por mi parte, dí un salto, y subí al primero en el que vi un sitio libre.
Sin mucha dilación, los camiones iniciaron su particular caravana. Escruté las caras de los soldados que me acompañaban en el camión. No parecían muy asustados ante lo que les pudiera deparar el futuro. La calma reinaba en sus caras tostadas, e incluso algunos lucían sonrisas brillantes, adornadas por algún que otro diente de oro.
No podría precisar el tiempo que aquel camión estuvo en movimiento, pero el traqueteo de las suspensiones del mismo, y el bamboleo que provocaba el tomar una curva , ya me estaba matando. Así que me dío alegría el ver que nos aproximábamos a un pequeño pueblo.
Las puertas y ventanas se iban cerrando al paso de nuestros camiones, que avanzaban sin ningún impedimento por la calle principal. Al llegar una pequeña plaza, los camiones pararon uno tras otro, separados únicamente por una distancia que permitió a los soldados salir como almas que llevan el diablo tras un solo grito del sargento que tenía sentado justo a mi lado, y con el que no había cruzado ni una sola palabra.
En menos de dos minutos todos los soldados estaban formados en la plazuela, en posición de firmes, y en perfecto estado de revista.

3 comentarios:

  1. Olá Dani, muito interessante seu blog, Parabéns.
    Abraços.

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  2. Esto ya se está convirtiendo en una detallada crónica de guerra. Tú sabrás donde te estás metiendo.
    Yo sigo esperando impaciente el desenlace. Procura no retrasarte tanto que después tengo que andar releyedo lo anterior.

    Un abrazo.

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  3. Esto tiene wena pinta jirf.A ver cuando sacas ya los comics coones

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me encanta que me orienten. Tu opinión es muy valida para mi.